Un pueblo decente en manos de gobiernos corruptos
- Opinión
Yo no soy un corrupto, repitió el presidente del Perú, Pedro Pablo kusinski (PPK) ante el congreso que le adelantó un proceso exprés para destituirlo de su cargo acusado de total incapacidad moral, por participar en la trama de corrupción de la multinacional privada Odebrecht, que ya deja a varios altos gobernantes encarcelados en Panamá, Brasil, Ecuador, Colombia y al propio gerente Marcelo Odebrecht que paga su condena en su lujosa mansión por cárcel de Sao Paulo.
Con el apoyo del Fujimorismo encabezado por Keiko, cada vez más cerca de convertirse en presidenta, el presidente fue sentenciado y absuelto. Yo no soy un corrupto repitió en el recinto mientras en la cárcel al prisionero Fujimori lo atacaba una arritmia cardiaca que obligo su traslado a un hospital, que abandonaría tres días después para ir a su casa con la inesperada promulgación de un indulto humanitario. Fujimori estaba condenado a pagar 25 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad, entre otros el asesinato cometido contra al menos 25 personas por un escuadrón del ejército en 2 matanzas en 1991 y 1992 y otros delitos de su política de exterminio y degradación de la dignidad de sus opositores políticos de izquierda bajo la excusa de que eran terroristas.
Yo no soy corrupto, confecciona la sentencia del momento trágico que padece la mayor parte de la América del Sur, gobernada por presidentes distantes de la patria grande que soñó Bolívar y cercanos a la doctrina de América para los inversionistas. La condición de estadistas de los presidentes se diluye entre negocios (legales o ilegales), engaños y truculencias. No les importa ser más estadistas, ni respetables ciudadanos, solo quieren ser poderosos, eso defienden. A PPK intentaron deponerlo con la misma herramienta ya probada contra gobernantes de centro izquierda como Lugo o Russef: El golpe de estado por vía de la ley, con la acomodación de delitos indescifrables. A PPK se le acusó de total incapacidad moral, lo que no responde a un asunto de razonamiento político, ni jurídico, si no a reflexiones morales, de conciencia, en solitario y bajo prejuicios.
Como sea las abstenciones del fujimorismo superaron los nueve votos faltantes para el golpe de estado, porque les interesa su icono libre para superar fisuras y demostrar que Perú no ha roto con el dictador. El curioso artificio de lo humanitario regresa a la libertad a quien gobernó como el dictador (a pesar de haber sido elegido y reelegido entre 2000 y 2010) que sometió al país al silencio impuesto con crueldad y sangre y fuego sobre el descontento social, mientras le hacía creer al mundo que el territorio era paz y bienestar. La historia sin embargo fue implacable con él, le guardó un lugar especial en una celda a no mucha distancia de su enemigo, el presidente Gonzalo comandante del Sendero Luminoso, a quien metió en una jaula de hierro y lo exhibió con una pijama a rayas (de las que usaron los nazis para sus víctimas) por toda Lima, para que el pueblo escarmentara y los opositores desistieran de sus luchas, como si ese fuera el inexorable destino de todos sus enemigos. Su poder lo extendió a Universidades allanadas, torturados, violados, desaparecidos, asesinados y ríos de sangre donde había necesidades. PPK con el indulto rompe el primer gran pacto de paz con justicia.
Los siguientes presidentes: Toledo, Alan García y Humala, no han escapado a la misma frase: No soy corrupto. Toledo está prófugo acusado de corrupción. Alan García, denunciado por lavado de activos y vínculos a Odebrecht, junto con Keiko Fujimori. García gobernó por segunda vez después de un largo exilio en Colombia y apoyo de Vargas Llosa, y también se le reclama por haber indultado a 5000 narcotraficantes. Humala, está en prisión, acusado de corrupción. Humala, se levantó en armas en el año 2000 contra Fujimori y como presidente se negó a indultarlo.
El presente común de los gobernantes de América Latina, parece ser el No soy corrupto, ahora que el resto del mundo se acaba y el afán de despojo de lo público se acrecienta. La indetenible voracidad de financistas globales y empresarios los empuja a corromper lo que sea para tomarlo todo y rápido, cada vez más rápido y en su paso encuentran funcionarios, políticos y sectores dispuestos a corromperse y si no los hay los crean como si fueran dioses modelando arcilla. La tarea es terminar la obra de saqueo. Lo público en América del Sur ha sido puesto a remate por sus gobernantes, todo a buen precio, para que los inversionistas adquieran sus últimas unidades. Energía, comunicaciones, prensa, salud, educación, aguas, minerales, cielos, playas, selvas, maderas, oro, coltan, hierro, cobre, calizas, carbón, petróleo ya es privado totalmente o quedan pocas unidades. El gran botín, que es la amazonia, pronto será el más grande shopping mundial, protegido por una supuesta humanidad liderada por Estados Unidos, que ya empezó operaciones militares conjuntas para cercar sus linderos.
Ninguno es corrupto donde todos son corruptos, quisieran decir los gobernantes para evadir su crimen, pero no es así, los corruptos son la inmensa minoría y medidos por causas penales no son siquiera el 1% de la población y están plenamente identificados en los cargos del estado y en las empresas privadas, son educados, “gente de bien”, que cree que no lo es porque lo dice y hace que otros lo repitan por poder y cargo. Buen ejemplo es el fiscal anticorrupción de Colombia (G. Moreno) que escribió un libro contra la corrupción, sentó a su lado a personalidades a rendirle aplausos, dictó conferencias de ética y se tomó el discurso de lucha contra los corruptos para delinquir con garantías, y hoy es la grotesca caricatura de un hombre con un casco de soldado, chaleco antibalas y un bufón que deja como enseñanza que: el corrupto es el corrupto, el que niega mil veces serlo. La corrupción es un delito, no un error, ni una simple falta, la corrupción es parte del sistema privatizador.
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