En el referéndum del 4 de febrero se juegan las bases para el diseño de nuevos modelos de Estado en Ecuador.

Diversos rasgos caracterizan el quehacer político en el contexto del proceso combinado de referéndum y consulta popular que encara el Ecuador para viabilizar reformas constitucionales. Uno de sus rasgos muestra la prolongación de una larga polarización, pero con una curiosa recomposición de actores por el clivaje de la fuerza gobernante, Alianza País, en un ala morenista articulada al presidente, Lenín Moreno, que impulsa el Sí a las reformas; y el ala correista, nucleada por el expresidente Rafael Correa, gestor del No. Corrientes de distinto cuño aparecen asociadas a la propuesta oficialista, movidas por contener, en sus palabras, el prorroguismo correísta.

En estrecha relación, otro rasgo tiene que ver con la indiferenciación de los actores y sus demandas, en la medida en que tanto los fragmentos de la derecha como de la izquierda anticorreísta coinciden no solo en su cuestionamiento al anterior régimen, sino que se emparentan, sin disonancias, en la búsqueda de un cambio de modelo. Es sintomático que voceros de la recientemente antigua izquierda aplaudan la búsqueda de un tratado de libre comercio con EEUU, en los tiempos inflexibles de Trump, así como la desprotección del Estado para favorecer intereses privados.

Un rasgo complementario es el decantamiento de posiciones en el Gobierno; cuando el presidente Moreno inicia su gestión enarbola el discurso de la profundización de la revolución ciudadana, para ponerse luego en una posición combinatoria con las fórmulas aperturistas. En este recorrido el Mandatario ha demostrado vocación para provocar diálogo e intercambios, pero, en la misma proporción, la realidad ofrece escasas posibilidades de generar procesos asociativos basados en acuerdos. Por esto sufre presiones tanto de la corriente de continuidad, ahora en la oposición, como de la corriente regresiva, que opera como aliada circunstancial.

Otro rasgo tiene que ver con transiciones en la recreación de la política, que ha estado girando en torno al funcionamiento del Estado y no en la dinámica envolvente de los partidos y organizaciones sociales. Los partidos de derecha han entrado en un estado de hibernación, que se interrumpe en momentos coyunturales álgidos, y sus líderes operan ahora como dirigentes de los gremios de empresarios. Los movimientos internautas hacen presencia dividida. Y a contracorriente, la agrupación liderada por el expresidente Correa cosecha una estructura militante que disputa espacios simbólicos de hegemonía.

Un rasgo propio del referéndum y la consulta popular se relaciona con el hecho de que mientras el SÍ puede ser un voto en plancha (todo sí), no es necesariamente aplicable al No, porque algunas preguntas no se pueden dejar de apoyar como enmiendas. Nos referimos al hecho de que toda persona condenada por actos de corrupción sea inhabilitada para participar en la vida política; la imprescriptibilidad de los delitos sexuales en contra de niñas, niños y adolescentes; la prohibición de la minería metálica en áreas protegidas, zonas intangibles y centros urbanos; y el incremento de la zona intangible y reducción del área de explotación petrolera en el Parque Nacional Yasuní.

Los temas conflictivos, que constituyen el leitmotiv de la consulta y referéndum, son la derogatoria de la Ley de Plusvalía (para evitar la especulación sobre el valor de tierras y tributos); la reestructuración del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social; y el principio de alternabilidad de todas las autoridades, con reelección por una sola vez para el mismo cargo. Con el referéndum y consulta popular en el Ecuador, el 4 de febrero, no solo se juega la viabilización, o no, de enmiendas constitucionales, sino también las bases para el diseño de modelos de Estado.

Adalid Contreras Baspineiro

Boliviano radicado en Quito. Ex Secretario General de la Comunidad Andina - CAN

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