Corrupción orgánica

05/02/2018
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Por regla general las percepciones sobre la corrupción, se vinculan a un fenómeno de descomposición, se dice que es semejante a un virus, plaga, flagelo o enfermedad que daña la sociedad, que esta debiera tender a curarse con los debidos correctivos, desprendiendo estrategias anticorruptivas.

 

En consecuencia, con relación al Estado, así también en cualquier tipo de institución u organización, la corrupción se liga a la “captura” del aparato para el uso sesgado de sus espacios hacia intereses “ajenos”. Esta es, la manera como se manifiesta, la cual generará un pensamiento envolvente de que siendo un proceso de descomposición, todo gira en actuar positivamente para superarla. No obstante hay que observar el hecho de que las instancias y grupos de poder, las corporaciones, mafias, organizaciones y asociaciones de diversa índole incluida la religiosa, emplean la corrupción para apalancarse en sus tendencias fundamentales.

 

¿Qué pasa si la corrupción no es un virus sino un gen u organicidad propia de la sociedad dominante y las relaciones de poder ahí donde existan?, ¿puede ser la descomposición una consecuencia lógica de las condiciones del sistema?

 

La corrupción fue criticada desde tiempos remotos por las antiguas religiones, filosofías y políticas como corrosiva de la humanidad, aunque desde el fondo de estos ámbitos se accionaba sus palancas, fuese para la conquista espiritual, la argumentación de la opresión o el control sociali. Una contradicción recorre sus principios, por cuanto su “manufactura” se sostiene en las relaciones y condicionantes del proceso social.

 

El sistema, por ejemplo, critica con relatividad un tipo de corrupción, cuando le haga daño en ciertas circunstancias, contextos, demagogia o por ganarse simpatías sociales (tráfico de influencias, colusión, nepotismo, uso ilegal de información, obstrucción de la justicia, enriquecimiento oculto, abuso de funciones, peculado, etc.), en tanto promueve y enaltece aquellas formas que le resulten beneficiosas a mayor escala (lobby, intervencionismo, soborno transnacional). Los opresores arrastran desde esas vías a toda la cadena de procesos y fenómenos de corrupción hacia las tendencias político-económicas dominantes.

 

También se distingue la corrupción por países, bajo la mirada occidental. Se dice que en Dinamarca la corrupción en los estándares oficiales es baja, en tanto países como México fundamentan el desarrollo del capitalismo y las corporaciones por una corrupción sistémicaii.

 

Ahora bien, el proceso en que ella se sustenta muestra la diferenciación piramidal clasista, los poderes constituidos y las sociedades configuradas históricamente. En ese proceso de dominación de clases y castas la corrupción es un factor contribuyente de sus acumulaciones, si bien denunciada en unos ángulos, es apreciada en otros. Así pues, retomando los hilos del hegemón norteamericano en que cuestiona unas prácticas corruptivas en tanto fomenta un sinfín de medios para corromper las naciones, sus personeros predican una política limpia en tanto son cómplices o empleados políticos de las trasnacionales; donde se aprecia que está constituido en el gran corruptor global.

 

La corrupción es un grave daño de cara a la sociedad, más resulta ser una vía de tránsito indispensable del capitalismo, en base a las tendencias a la dominación, el espíritu de codicia, la acumulación de capital y la subyugación del poder. Por sí mismo el capital es un corruptor social, cuando encuentra obstáculos a su concentración salta y combina sus formas “naturales” para lograr el objetivo, el sentido de su existencia.

 

Ahí donde las relaciones sociales tienen instaladas estas premisas (dominación, codicia acumulación y subyugación), la corrupción se mueve por unos u otros medios; de formas sutiles o manifiestas; tanto sistémica como marginal. Suele torcer otros fenómenos aberrantes a su favor tales como la prevaricación u otros delitos practicados desde el Poder contra nuestros pueblos; y se extiende a todas las esferas y peldaños de la vida social.

 

Entre más estructural su evolución y mayores los costos o esfuerzos por controlarla; ella asciende en la escala de su organicidad, volviéndose vital para el soporte del sistema social. Esto es así a pesar de tantos esfuerzos y rechazo social, dado que se constituye en un aditivo especial para acelerar las relaciones basadas en el conflicto, el poder y el dinero.

 

Así también la corrupción se relaciona con los problemas estructurales de concepciones y procesos de control nacional, de jerarquización, de democracia representativa, concentración del poder político-económico, de desigualdad social, calidad institucional, tecnocratismo, neoliberalismo, cultura política, manipulación de la información, procesos de dominación y poder, la burocratización, el ascenso de las mafias y delincuencias, la postura moral complaciente y el sistema de patriarcado.

 

La corrupción se presenta en el proceso mismo de alienación consustancial en todos los ámbitos sociales, porque además de seguir los rastros del dinero, tiene la necesidad de socavar los empeños de nuestros pueblos por otra vida mejor. Genera su propia dinámica en escalada ascendente entre burocratización, financierización y vigilancia elitista (control vertical de la corrupción). Así el sistema o toda supervivencia de relaciones de dominación son corruptores material y espirituales de organizaciones, individualidades, comunidades y sociedades.

 

Por esto los poderes ligados a la corrupción golpean severamente los puntos donde se combate por democracia popular, el control horizontal, la igualdad, la desconcentración del poder económico, la organización social y lazos de integridad social; ya que se apega al principio de subyugar todo lo que ofrezca resistencia.

 

No hay que desoír los hechos que guardan los escándalos y datos de la corrupción global que hoy atenaza a las sociedades, la cuestión de la corrupción es de suma importancia para los procesos de lucha de clases. La corrupción al fluir bajo el espíritu de codicia y de subyugación inmanentes en la relación capitalista, ha trascendido en un procedimiento consustancial al capitalismo contemporáneo, y su consecuente denuncia apunta a los medios opresivos en que esta anida. La corrupción radica en el poder de dominación, frente a este los procesos de combate y poder popular consciente pueden ser factores protagónicos de rompimiento de las cadenas en la lucha contra la corrupción, constituyéndose en alternativas de la regeneración social, revolucionaria y democrática.

 

Notas

i En cuanto a estas tres cuestiones cabe destacar lo siguiente: a) En Éxodo: “Aléjate de acusación falsa, y no mates al inocente ni al justo, porque yo no absolveré al culpable. Y no aceptarás soborno, porque el soborno ciega aun al de vista clara y pervierte las palabras del justo. No oprimirás al extranjero, porque vosotros conocéis los sentimientos del extranjero, ya que vosotros también fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto.” b) Aristóteles en La Política con la misma mano que subrayaba la corrupción de los gobernantes al tomar la fortuna pública, también justifica tomar en propiedad a los hombres en calidad de esclavos. c) Las ideas políticas por lo común cargan baterías contra la corrupción, no obstante suele ser la práctica recurrente de las relaciones sociales hegemónicas.

 

ii El aplastante expediente en cinco volúmenes registrado por Gonzalo Martré (La cultura de la corrupción en México), detalla que la gran propiedad en este país se fundamenta en una larga historia de transfusiones entre el poder económico y político establecidos en el siglo XX y el que corre.

https://www.alainet.org/en/node/190830
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