Trump y Tillerson, contra la soberanía de América Latina
- Opinión
En su informe del Estado de la Unión, Donald Trump tuvo expresiones imperiales respecto a Venezuela, China y Rusia. En la misma línea arremetió su canciller unos días después. Están atacando la soberanía de América Latina y el Caribe.
Las declaraciones injerencistas del jefe de la Casa Blanca y su secretario de Estado contra países latinoamericanos y caribeños, y contra las relaciones soberanas que éstos mantienen con China y Rusia, son fruto de la desesperación norteamericana.
Es que antes de esas expresiones tan imperiales, la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe había celebrado en Chile el II Foro Ministerial China-CELAC, en enero pasado. Desde el surgimiento de esa comunidad en 2012, pero también desde antes individualmente o en agrupamientos como el Mercosur, Unasur y el BRICS, Beijing mantiene relaciones estrechas con la región, habiéndose convertido en uno de sus principales socios comerciales. Es el número uno de Brasil a partir de 2009.
Por la importancia de la reunión asistió el canciller chino Wang Yi, que luego viajó a Uruguay, para conmemorar los 30 años de relaciones entre los dos países, con eventos culturales muy celebrados.
El vínculo sino-iberoamericano es de larga data y viene progresando de más en más. Incluso cuando es reciente, como con Panamá, de junio del año pasado, el avance es veloz. El 5 de febrero se hizo en Panamá la primera reunión técnica para definir la factibilidad del proyecto ferroviario Panamá-David, en la frontera con Costa Rica. Es parte de los 22 convenios firmados a poco tiempo de establecer relaciones diplomáticas.
El tren está dentro de la Nueva Ruta y la Franja de la Seda ("One Belt, one road", OBOR, “Un cinturón, Una ruta”), el gran proyecto asiático para crear una red de comercio e infraestructuras que lo conecte con el resto de Asia, Europa, África y América Latina.
De allí el odio y la desesperación de la administración Trump, que reacciona con la brutalidad considerar que gente extraña está metiéndose en su “patio trasero”. A la bestia imperial le cuesta entender que América Latina y el Caribe es una región soberana que aspira a ser zona de paz. No es su “patio trasero”.
Groserías por partida doble
Si bien los ataques venían de antes, se puede poner un jalón en el mensaje sobre el Estado de la Unión, brindado por Trump el 30 de enero ante el Congreso y televisado al país. Allí planteó: “enfrentamos a lo largo del mundo regímenes parias, grupos terroristas y rivales como China y Rusia que desafían nuestros intereses, nuestra economía y nuestros valores”.
Además de tirar con munición gruesa contra sus obsesiones (Corea del Norte e Irán, en ese orden, otras veces fue a la inversa), no le mezquinó pólvora a sus blancos favoritos en la región, Venezuela y Cuba, orden que también suele invertirse en las prioridades. “Mi Gobierno también ha impuesto duras sanciones a las dictaduras comunistas y socialistas de Cuba y Venezuela”, bramó el platinado de extrema derecha, tan derechista que al insistir en su muro fronterizo con México parece estar poniendo los cimientos de otro Tercer Reich.
Las cosas son exactamente al revés de como las presentaba el mediocre orador leyendo del Telepromter: la víctima es Venezuela, con 50 sanciones económicas y financieras de Estados Unidos, que quiere estrangularle la yugular petrolera. La supuesta “dictadura” bolivariana ha convocado a elecciones presidenciales para abril próximo y Nicolás Maduro ha aceptado ser candidato. Washington, en vez de alentar a los opositores de la MUD a esa disputa, los insta a boicotear el comicio, hablando de fraude.
Y no sólo eso, sino que las descalificaciones de Trump continuaron con las amenazas que blandió Rex Tillerson contra Caracas en su semana de gira por Latinoamérica.
Ex CEO de Exxon
Tillerson, ex CEO de Exxon Mobil, está completando un periplo iniciado en México y continuado por Argentina, Perú, Colombia y Jamaica. Sus objetivos eran varios. No podían faltar la búsqueda de buenos negocios para sus corporaciones y bancos, de allí su buena onda y elogios a la gestión económica del gobierno de Mauricio Macri, así como búsqueda de acuerdos en materia de seguridad, con lo que implica en política y negocios, ejercicios conjuntos, venta de armas, bases militares, etc.
Esos condimentos nunca faltan en las giras de los enviados imperiales, máxime si son del palo empresarial como este hombre del riñón petrolero. Sin embargo, el dato saliente de su gira no parece haber sido ese aspecto sino la búsqueda de consenso para actuar contra el gobierno de Venezuela. Quiere sumar aliados para un bloqueo petrolero contra PDVSA.
En ese sentido los interlocutores estuvieron bien elegidos. Enrique Peña Nieto, Macri, Pedro Pablo Kuczynski y Juan Manuel Santos son parte destacada de la minoría de la OEA que compone el “Grupo de Lima”, que promueve las sanciones contra Caracas orquestadas por el Departamento de Estado y el secretario de la OEA, el uruguayo Luis Almagro.
Fortalecer ese polo anti bolivariano reconoce varias urgencias políticas. Una, como quedó consignado, en abril habrá elecciones en Venezuela y una eventual victoria de Maduro daría al traste, al menos por un cierto tiempo, con las guarimbas e intentos de golpe de Estado. Tillerson alentó abiertamente una solución golpista durante su gira y respondió muy bien Vladimir Padrino López, ministro de Defensa chavista.
La otra urgencia de los neoliberales es que también en abril se realizará en Lima la VIII Cumbre de las Américas y Maduro tiene intención de concurrir. Trump también debería ir, pero por ahora duda para no darle al bolivariano la chance de confrontar política y diplomáticamente. El arsenal estadounidense tiene misiles de todas las potencias pero anda escaso de argumentos políticos.
Tiran contra Beijing
El día antes de iniciar su gira latinoamericana, el canciller estadounidense disertó en la Universidad de Texas, en Austin, y atacó a China. Manifestó: “América Latina no necesita nuevos poderes imperiales que solo buscan beneficiar a su propio pueblo. El modelo de desarrollo de China, liderado por el Estado, es una reminiscencia del pasado. No tiene que ser el futuro de este hemisferio”.
Como si esas críticas no hubieran sido fuertes contra China, escaló el lenguaje y habló de “posibles actores depredadores que ofrecen un camino atractivo para el desarrollo que puede conllevar ganancias de corto plazo a cambio de una dependencia de largo plazo”.
Un psicólogo analizaría los mecanismos de proyección en la mente del petrolero: quienes actúan como depredadores de la región y como poder imperial son los EE UU.
La actuación de los bancos norteamericanos, FMI y grupos más ilegales como los “fondos buitres”; las bicicletas financieras y fugas de capitales a paraísos fiscales yanquis de Delaware, Nevada, Florida, Wyoming, Arizona y Georgia; las contaminaciones que provocan sus empresas mineras y otras ligadas al agrobusiness como la tristemente célebre Monsanto; las 872 bases y misiones militares en todo el mundo, de las cuales 76 están en América Latina y el Caribe; el apoyo a los sangrientos golpes militares-cívicos en la región en los años ‘60 y ‘70 pero continuados en años recientes en Honduras y Paraguay, etc, las torturas e ilegalidades de la cárcel de Guantánamo que usurpa en Cuba, el bloqueo ilegal contra la isla socialista condenado en la ONU desde 1992, etc, son cargos firmes en el prontuario de USA.
Si no fuera trágico causaría risa la andanada de Tillerson contra Rusia, acusada de vender armas y equipos militares a “regímenes hostiles que no comparten ni respetan los valores democráticos como Cuba y Venezuela”.
El cronista cree que en esos dos países hay una democracia superadora a la plutocracia norteamericana, con mejores índices de participación y transparencia. Washington habla de este tema siendo el proveedor de armas y partidas millonarias para regímenes de Israel y Arabia Saudita, tan poco democráticos para con su gente y los pueblos vecinos. EE UU, tan poco pacifista, gastará 1,2 billones de dólares para mejorar su arsenal nuclear y el desarrollo de un nuevo misil nuclear marítimo de crucero.
Ganar-ganar
En el II Foro Ministerial China-CELAC en Santiago de Chile, se constató que China es el principal socio de la región, con datos duros. Entre 2005 y 2006, el banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportaciones-Importaciones de China otorgó 141.000 millones de dólares en préstamos a países latinoamericanos y caribeños. Los préstamos de capital chino superaron los préstamos del Banco Mundial y del BID. De los préstamos, 31 fueron destinados a proyectos energéticos y otros a 24 obras de infraestructura. Venezuela recibió los mayores préstamos, seguido por Brasil, Ecuador y Argentina, con 5.000 millones de dólares para las represas en Santa Cruz.
Si a eso se suman los proyectos de la Nueva Franja y Ruta de la Seda, se verá que con Beijing salen ganando ambas partes, todos los socios. Menuda diferencia con la relación desigual con Washington, que la sufre Argentina, a la que le aumentaron los aranceles para su biodiésel al 73 por ciento, arruinando exportaciones por 1.200 millones de dólares. Ni siquiera los limones argentinos pueden ingresar sin trabas. El imperio trata a sus subordinados como a un limón: exprime, succiona y tira a la basura.
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