Venezuela recordó a Chávez, que viene a ser su segundo Bolívar
- Análisis
Hace 5 años Nicolás Maduro informaba al país y el mundo el deceso de Hugo Chávez. Ayer Venezuela lo recordó con actos, concentraciones, conversatorios y actividades culturales. El chavismo sigue siendo poder y querrá revalidarlo el 20 de mayo.
Los actos por el quinto aniversario de la muerte de Hugo Chávez Frías comenzaron donde reposan sus restos, el Cuartel de la Montaña, Caracas. Las conmemoraciones son muy variadas, con una concentración popular ante el presidencial Palacio de Miraflores y centenares de actividades.
El pueblo le rendirá un merecido homenaje al “comandante eterno”, que tanto hizo por combatir la pobreza y mejorar la vida de millones de venezolanos humildes, así como por sentar las bases de una sociedad patriótica, superando la corrupción y dependencia de la “IV República” de socialcristianos y socialdemócratas.
En convergencia con ese sentimiento de admiración, Maduro también busca un fruto para su gobierno. El país sigue envuelto en luchas políticas, por las campañas injerencistas de la administración Trump de Estados Unidos y su acople golpista de la Mesa de Unidad Democrática (MUD). Para enfrentar a esos enemigos de la soberanía nacional nada mejor que rescatar el legado del nacido en Sabaneta el 28 de julio de 1954 y fallecido el 5 de marzo de 2013 en el Hospital Militar Dr. Carlos Arvelo de Caracas.
El imperio denostó al bolivariano en vida, también lo hizo cuando su cuerpo aún estaba tibio en ese nosocomio. La derecha afirmó que había muerto en Cuba. La DEA norteamericana dijo tener testimonios de un excustodio presidencial, Leamsy Salazar, luego refugiado en EE UU, de que el fallecimiento habría ocurrido el 30 de diciembre de 2012.
La oposición venezolana quiso así enlodar al gobierno, acusándolo de mentir en cosas tan sensibles e importantes. Si Maduro era capaz de falsificar esos datos, entonces se podría llamar a su derrocamiento con más fuerza y autoridad...
De paso, esas campañas de tergiversación fueron útiles al imperio para diluir una grave duda que se planteó en 2013 dentro y fuera de Venezuela. ¿Cómo contrajo ese cáncer el presidente? ¿Fue propio de su organismo o contagiado en forma externa? Y en ese caso, ¿qué tendrían que ver con ese cáncer los organismos de inteligencia estadounidenses? Las dudas sobrevinieron porque hubo otros presidentes díscolos con Washington que contrajeron enfermedades graves, como Lula da Silva y Cristina Fernández de Kirchner.
Poco humanos
Los norteamericanos buscaban sacarse de encima al émulo de Simón Bolívar con un golpe de Estado, en abril de 2002, durante la administración Bush, con su aliado español José María Aznar. El putsch entronizó por menos de tres días a Pedro Carmona, titular de Fedecámaras, con apoyo de esa reacción mundial más la derecha militar, política, empresaria, periodística y religiosa. El contragolpe popular, cívico y militar, salvó al prisionero en la isla La Orchila y lo devolvió sano y salvo a Miraflores.
Ese odio yanqui no se disimuló ni en las exequias. Barack Obama no dio condolencias al gobierno ni a la familia del occiso: manifestó que estaba dispuesto a colaborar con “la transición” (léase con la restauración de la “IV República” de Acción Democrática y Copei, con sellos nuevos como Primero Justicia, Voluntad Popular y la vieja AD, refritados en la MUD).
El dolor de los venezolanos fue masivo y conmovedor, similar al de los cubanos el 25 de noviembre de 2016 ante la partida de Fidel Castro. Murió primero el que se consideraba “hijo” (Hugo) y tres años más tarde el “padre” (Fidel). El dolor se sintió muy adentro en ambos pueblos, que perdían a sus comandantes.
Luchar, fracasar…
La historia de Chávez confirma la regla revolucionaria: al principio de las luchas hay fracasos, pero en la medida que se corrigen errores y se capta el apoyo popular, la victoria se pone más a tiro.
El debut del teniente coronel de paracaidistas fue flojo el 4 de febrero de 1992, en un intento de golpe nacionalista contra el corrupto régimen de Carlos Andrés Pérez. Al rendirse, pidió dar un mensaje a los suyos y al país, y popularizó la expresión de que los objetivos no se habían logrado “por ahora”. Después sí los alcanzó, elección mediante a fines de 1998, comenzando su ciclo presidencial en 1999. De allí hasta su fallecimiento, Chávez ganó 16 de 17 elecciones de diversa índole (tenía tres presidenciales, constituyentes, elecciones de Asamblea Legislativa, estaduales, etc). Solamente perdió una consulta popular para reformar otra vez la Constitución, por menos de dos puntos, y admitió esa derrota el mismo día, a diferencia de la oposición venezolana (y la derecha Argentina) que siempre pretextó “fraudes” cuando perdía.
La última elección que ganó Chávez fue el 7 de octubre de 2012, con el 55 por ciento de los votos contra el 44 de Henrique Capriles, de la MUD. El ganador iba a asumir su cuarto mandato, pero no fue posible por su enfermedad, que lo obligó a delegar el gobierno en su vicepresidente Maduro e irse a tratar a Cuba. El 10 de enero de 2013 sería la asunción de ese cuarto mandato pero no pudo ser, por aquellas circunstancias, pues permanecía bajo tratamiento médico en Cuba. El hombre volvió a morir a su tierra.
Tiempo después hubo nuevos comicios y el ganador fue Maduro, designado por Chávez como su sucesor, frente a Capriles. La diferencia fue de 233.935 votos y los derrotados no quisieron reconocer los cómputos del Consejo Nacional Electoral. Esa fue la tónica de la oposición, cuando interviene en comicios, ahora no quiere participar.
No son democráticos
Bush y Obama fueron enemigos furiosos de Chávez, quien en la primera reunión que tuvo con el afroamericano en una Cumbre de las Américas le regaló el libro “Las venas abiertas de América Latina”, de Eduardo Galeano. Fracasó en ablandarle el corazón. Con el demócrata, como antes con el republicano y bruto texano, las relaciones bilaterales fueron de mal en peor. Obama firmó en marzo de 2015 una orden ejecutiva decretando que Venezuela era un peligro para la “seguridad nacional de EE UU” y la renovó en marzo de 2016. Con ese respaldo, anticipado por el Senado, se profundizaron las sanciones económicas y financieras para afectar ingresos petroleros, con impacto inflacionario en la economía, los medicamentos, los alimentos, etc.
Trump renovó esa orden ejecutiva en 2017 y aumentó las sanciones, además de prohijar el “Grupo de Lima” con 14 países de la OEA para maltratar a Caracas como si fuera una dictadura y expulsarla. Han desinvitado a Maduro a la VIII Cumbre de las Américas prevista para el 13 y 14 de abril en Lima, donde se atacará al gobierno bolivariano y los comicios convocados para el 20 de mayo.
Esas elecciones, convocadas por el Ejecutivo, la Asamblea Nacional Constituyente electa el 31 de julio y el Consejo Nacional Electoral, previstas en principio para abril pero luego fijadas para el 20 de mayo, ponen al desnudo a la MUD como antidemocrática. Reclamó elecciones todo el tiempo y cuando hay elecciones -éstas serán las número 25 del ciclo chavista- no quiere participar.
Además de Maduro (Polo Patriótico y la alianza PSUV-PCV), habrá otros cinco candidatos, entre ellos el ex gobernador de Lara, Henri Falcón, cuya Avanzada Progresista es la MUD, aunque fue desautorizada por ésta.
Chávez, amigo
El cronista sintetiza las razones por las que cree que Chávez es el heredero de Simón Bolívar. Se plantó frente al imperio y defendió su petróleo. Y su gobierno popular entregó tierras a campesinos e indígenas, nacionalizó empresas y realizó misiones sociales como la Robinson (alfabetización), Barrio Adentro (Salud), Vuelvan Caras (Capacitación laboral), etc, con ayuda fraterna de Cuba.
Por eso lo aman al comandante eterno, aún algunos que tienen críticas a Maduro. Chávez es poco menos que intocable para ellos y los pueblos de la Alianza Bolivariana de Nuestra América (ALBA), fundada en diciembre de 2004.
Ayer se reunieron en Caracas los once integrantes de esa alianza antiimperialista: Antigua y Barbuda, Bolivia, Cuba, Dominica, Ecuador, Nicaragua, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nieves, Granada y Venezuela.
El bolivariano fue un gran amigo de Argentina. En política, junto con Néstor Kirchner y Lula da Silva, dio el golpe de gracia al proyecto yanqui del ALCA en noviembre de 2005 en Mar del Plata. “Al carajo” tronó el de Sabaneta en el estadio olímpico, bajo la lluvia.
En hechos concretos, porque cuando nadie le prestaba un dólar a Kirchner, aquél compró títulos argentinos por 5.000 millones de dólares. Y para reactivar la economía, encargó dos barcos petroleros a Astilleros Rio Santiago, en Ensenada, que ayudaron al mercado laboral. Firmó un acuerdo con Sancor, prestando millones de dólares pagaderos en leche en polvo, para que la cooperativa no cayera en poder de George Soros.
Chávez fue un gran amigo del país. Mauricio Macri enlodó a Venezuela en su mensaje del 1 de marzo, cuando dijo que el ajuste y el cambio eran necesarios “para no llevar al país rumbo a la desintegración que sufre hoy un país hermano”.
Macri juega para el mismo equipo que Bush, Aznar, el golpe de 2002, Obama, Trump, Exxon Mobil, Shell, Soros, CNN, MUD y el Cartel de Lima. Es parte del grupo tan poco humano que piensa, escribe o pinta “Viva el cáncer”.
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