Paradojas del quehacer político. Ahora resulta que los más fervientes defensores y promotores de las encuestas realizadas sobre los candidatos a puestos de elección popular, en particular a la Presidencia de la República, son actualmente sus principales detractores desde el primer círculo de la partidocracia, la academia y los analistas. Buena parte de ellos están inmersos en la disputa política y ocultan muy mal sus filias y fobias, las practican envueltos en lenguajes conceptuales, excedidos de verborrea. También el muy poderoso oligopolio mediático, con sus dignas e indignas (porque son reacomodos sexenales) excepciones.

Y Andrés Manuel López Obrador, el principal crítico de las encuestas porque –decía en 2006 y 2012– están “cuchareadas”, y a quien el entonces demasiado grande coro mediático criticaba sin piedad porque –denunciaban– sólo reconoce las instantáneas cuando le favorecen, hoy es el gran favorito en todas y cada una de las encuestas.

Todavía no se da a conocer una muestra demoscópica que presente a Ricardo Anaya o José Antonio Meade en el primer sitio. Un atrevido diario de Coahuila, la tierra de mis ancestros maternos, tuvo la irresponsable audacia de declarar un “empate técnico” entre López Obrador y Meade Kuribreña. El cuatro veces secretario en los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña, el PRIAN realmente existente, supongo que daría la vida si fuera necesario por materializar un sueño que ni en el mayor de los alucines, incluido con talco Johnson, es viable.

Sin embargo, el acreditado portal del mismo nombre, asegura que “López Obrador es un cohete”, con base en el consolidado de Bloomberg y a sólo 30 días de la cita ciudadana con las urnas, el promedio de las encuestas dice que los mexicanos decidieron entregarle un gran bono democrático para que realice los cambios prometidos. Y que la brecha entre Meade y Anaya se cierra y de mantenerse la actual tendencia, ambos podían disputarse muy pronto el segundo lugar, pero con 30 puntos de diferencia con AMLO, quien suma 52.8 por ciento, creció seis puntos en 15 días. En tanto que sus tres contrincantes, juntos, suman 47.2 por ciento de intención de voto.

El indispensable semanario Proceso lo enuncia en su portada de la siguiente manera: “El inamovible. Frustrada embestida empresarial”. Lo anterior sucedió después de que algunos de los 50 dueños de México, apenas el 10 por ciento, optaron en la desesperación por poner en juego la presión directa a “sus” trabajadores para que voten de acuerdo con los intereses plutocráticos. Y por supuesto que Juan Pardinas Carpizo, el director del Imco, y José Cárdenas, el grandilocuente de Grupo Fórmula, salieron en defensa del sagrado derecho de estos señores de horca y cuchillo del siglo XXI.

Los mineros de Buenavista del Cobre, en Cananea, Sonora, piensan muy distinto que Germán Larrea Mota Velasco y lo evidenciaron: “El alto grado de impunidad y corrupción que ejerce Grupo México en el país lo ha conseguido gracias a la imposición de presidentes, logrando, a cambio de los votos de sus empleados, posicionarse como la cuarta minera más importante del mundo” (La Jornada, 2-VI-18). Y Lorenzo Córdova recordó a los magnates la frontera existente en su desembozada campaña por Palacio Nacional: “Si se coacciona el voto es un delito”.

López Obrador además de que parece no tener un techo, todo apunta a que se encamina a hacer historia, como dice el nombre de la coalición que lo postula y a la vez su lema de campaña.

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