Avanzar en las nuevas circunstancias

15/06/2018
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  • Análisis
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El sistema político mexicano hace tiempo dejó de reafirmarse en sus periodos electorales con el fervor que le caracterizó durante la mayor parte del siglo XX, su desenvolvimiento es ahora tan inestable como complicado, sin embargo, se ha mantenido a flote aún en sus crisis.

 

Sin duda a partir de la elección presidencial de 1988 las dificultades se acrecentaron, en medio de grandes cambios en su estructura y de los procesos en que éste se rige, lo cual elevó su vocación arbitraria. Aquél fue un momento electoral explosivo en el que repercutió con fuerza la crisis económica previa con el primer paquete neoliberal de austeridad delamadridista en medio de la cerrazón de un régimen irreducible a base del fraude, frente a lo que faltó una fuerza social y dirección popular consecuente capaz de resistirle.

 

Por su parte, en éste momento asistimos a la quiebra de la política, la ideología y la economía neoliberal, al igual que al descrédito de un régimen corrompido internamente y a instancias exteriores. Esta es, dicho sea de paso, la diferencia entre Estado corrupto y Estado corruptor, uno paga las consecuencias en su agonía y el otro disfruta de su hegemonía.

 

Las comparaciones son difíciles, cada elección da el pulso de diferentes circunstancias en el ejercicio de un poder ya socialmente deslegitimado; es una larga cadena de procesos en que se acumula el deterioro social y estatal. En aquel momento (1988) se suscitó una explosividad social conducida por una “tibia” línea propositiva de alteraciones en el orden de la política dominante que se vio frustrada y desplazada tras el fraude y paulatinamente fue asimilada al sistema. En tanto a éste 2018 le caracteriza un claro agotamiento del régimen, el desgaste de su política de masas, la infectividad completa en su mediática comunicacional, la ruina que generó por 30 años el programa neoliberal, y el rechazo social a dicha continuidad; enfrentándose de momento con un planteamiento de necesidad en el abrir otra perspectiva, particularmente en lo que respecta al “desempeño” del Estado con acento en el tema de la corrupción.

 

En esos 30 años de la línea hegemónica neoliberal y el despojo que significó, se acumulan represiones sistemáticas y achicamiento de derechos sociales, con una ola de resistencias y combates populares de lo más granado, gracias a los cuales muchas de las acciones de la clase burguesa se paralizaron o postergaron, contribuyendo a elevar el espíritu de combatividad social y la referencia de otras soluciones populares a los grandes problemas.

 

La oligarquía financiera no quiere cambiar el rumbo, pero está en situación vulnerable en la primera línea de sus acciones, ya Enrique Krauze adelantó posiciones para salvar del desastre mitigando con consejos su posible fracaso electoral, a efecto precisamente de administrar la derrota moral y política e impedir todo proceso alterno a la dominancia prevaleciente. Con todo ello hacia adelante nada está dicho, pero la situación se verá sujeta al empeño de la oligarquía, sus dirigencias, intelectuales y operadores políticos por restablecer el orden contra todo intento de alteración o de que las cosas se salgan de control. Así pues todo se cocinó a fuego lento en medio de las penurias del pueblo mexicano y la escandalosa opulencia de sus clases gobernantes.

 

En fin, pronto arribarán otras definiciones, sobre todo circunstancias diferentes, en torno a los procesos de la lucha de clases y la atención a las tantas crisis de las izquierdas. Por supuesto, una tentativa derrota a los neoliberales y rapaces no es todavía la derrota del neoliberalismo; recordemos que éste ha sido inyectado en el torrente de la vida económica y política del país, asimismo en la profundización, recreación y proliferación de las relaciones de poder opresivo, junto a toda su reserva de individualismo mezquino posesivo en el cual se apoya nuestra sujeción al sistema. Aunque ni duda cabe que dicha posibilidad marca un punto de inflexión, quizá no sea el que se quiere, sino el que se puede, pero bueno por ahora, así son las cosas en nuestras circunstancias.

 

Estas nuevas circunstancias en desarrollo, con un pueblo en espera para cobrar una primer factura al gran capital, obligan a tomar una serie de posiciones: a) sobre el modo en que la burguesía dispone del país, b) así también con respecto a la política desde abajo, c) en torno a la posición frente al capitalismo depredador, d) en torno al Estado y las formas del poder imperantes, e) en cuanto al impulso masivo de la lucha consecuente por el socialismo, f) sobre el reconocimiento de los nuevos liderazgos populares, g) en las formas de democracia de nuestro pueblo y sus clases integrantes, h) en la resistencia y combate que habrá que hacérsele a la oligarquía y sus burocracias que se preparan para persistir en sus apetitos, i) en las manifestaciones de la ideología dominante tan extensamente difundida en la vida social, j) y del cómo empujar la larga serie de demandas políticas, sociales y económicas que abren perspectivas de lucha en otras condiciones.

 

Hay muchos planes, pero ni uno de ellos puede ejecutarse al modo de antes, con esto, viene una lucha política masiva y compleja inaugurando otro proceso no escrito en la historia del país, que involucra a todo el pueblo mexicano, en lo que hay mucho por hacer, particularmente en contribuir a las siguientes luchas y la formación política masiva de las clases populares para enfrentar las siguientes tareas y retos que el proceso demandará.

 

No sabemos lo que sucederá en lo inmediato, por jotas o por erres la cuestión está en la importancia de que éste sistema (al menos para los intereses populares) es totalmente disfuncional dados los fondos y algoritmos burgueses sobre que está basado pese a la textura compleja de sus relaciones de poder. La insuficiencia en los proyectos regulatorios, sancionatorios o puramente éticos es contundente si no se aborda el problema de la explotación capitalista del trabajo, la extirpación de la burocracia depredadora, la resistencia a la dominación imperialista, la desposesión de nuestros recursos y medios de subsistencia de nuestros pueblos.

 

Si bien es necesaria una victoria popular que golpee a la oligarquía financiera que nos gobierna, a continuación se muestra esta otra gran necesidad que hace parte de la nueva perspectiva para otro tipo de gobierno; la de una constitución fundada en el poder originario, que cambie el panorama de la actual que está hecha y remendada para las operaciones del capitalismo. México necesita ejercer poder popular en todos los sentidos, y en este asunto, dicho constituyente con delegados directos del pueblo con restricciones a los partidos neoliberales, con debate popular y protagonismo de masas que alteren el orden establecido en la concepción del país. Si se renuncia de hecho a la tutela del gran capital sólo se podrá avanzar bajo una nueva constitucionalidad y correlación de las fuerzas del pueblo para el control directo y fundamental de los actos del país.

 

Bajo cualquier circunstancia cabe replantearse la configuración y formación de un nuevo bloque de las fuerzas del pueblo, de las organizaciones populares, sindicales, democráticas, estudiantiles, progresistas y revolucionarias en un contexto cambiante, así como de las perspectivas claras de su devenir concreto.

 

Si se presentan nuevas circunstancias para la clase obrera, el campesinado, magisterio, y todos los sectores populares, en vista de las presiones que siguen existiendo, una de las emergencias consiste en golpear a la gerontocracia charra, la plutocracia patronal, y los sectores retrógrados que componen las clases dominantes, ganando espacios de lucha más allá de los tradicionales. Nada debe impedir el aprovechar las posibilidades de acción social, política y lucha.

 

https://www.alainet.org/en/node/193525
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