De la crítica del desarrollo al vivir bien

15/08/2018
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Bolivia en la actualidad ha adoptado su propio desarrollo, que lo podemos denominar Vivir Bien, Socialismo Comunitario o como mejor nos parezca, pero es nuestro. Surge de dos exigencias de las mayorías populares, las que se expresaron más nítidamente en las movilizaciones sociales entre los años 2000 y 2003: control estatal de nuestros recursos naturales e industrialización de estos para beneficio de todos los bolivianos sin distinción de raza, sexo, identidad o nacionalidad originaria.

 

El discurso del desarrollo que se difundió desde los países capitalistas después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, era ante todo ideológico, con el cuál intentaron convencernos que solamente con la ayuda estadounidense o europea podíamos avanzar hacia mejores condiciones de vida como latinoamericanos y bolivianos. En los hechos, a través de planes y proyectos, este desarrollo contribuía a nuestra dependencia económica y política.

 

En el presente ensayo exponemos algunas reflexiones sobre el discurso del desarrollo en contraposición al Vivir Bien, o desarrollo boliviano, que en la actualidad está posibilitando el crecimiento económico del país de manera ininterrumpida desde el año 2006.

 

El discurso del desarrollo

 

Después de la Segunda Guerra Mundial se impuso el paradigma del desarrollo. Entonces se posesionaba a este concepto como una condición asible para todos los pueblos del mundo, aunque bien sus principales difusores sabían perfectamente que bajo el sistema moderno-colonial y capitalista eso era imposible. El desarrollo no podía hacerse realidad sino con la producción del subdesarrollo. Es decir, no todos podían ser desarrollados, algunos lo serían, pero para ello debían enajenar recursos ya sea naturales o humanos de otros países, los que por eso no podrían alcanzar su desarrollo.

 

Pero ese nivel de comprensión no estaba en las sociedades de Latinoamérica y África. Muchos académicos se extasiaban con el discurso del desarrollo en las universidades. Se discutía el cómo alcanzar el desarrollo y el por qué resultaba dificultoso hacerlo, pero todos estaban seguros que era posible, que era cuestión de actitud, de voluntad y de apoyo extranjero.

 

Estados Unidos se adjudicó el papel impulsor del desarrollo para los países de América Latina. El discurso del presidente Truman, en enero de 1949, anunció su concepto de “trato justo”: “Más de la mitad de la población del mundo vive en condiciones cercanas a la miseria. Su alimentación es inadecuada, es víctima de la enfermedad. Su vida económica es primitiva y está estancada. Su pobreza constituye un obstáculo y una amenaza tanto para ellos como para las áreas más prósperas (…). Creo que deberíamos poner a disposición de los amantes de la paz los beneficios de nuestro acervo de conocimiento técnico para ayudarlos a lograr sus aspiraciones de una vida mejor” (véase en: Escobar, 2007: 20).

 

Truman propone ayudar a desarrollarse a los pueblos del mundo que no tienen conocimiento técnico adecuado y por eso viven en condiciones cercanas a la miseria. Extraña preocupación del presidente de la primera potencia económica y militar del planeta.

 

Según, Arturo Escobar, el discurso de Truman señala propósitos bastante ambiciosos: “crear las condiciones necesarias para reproducir en todo el mundo los rasgos característicos de las sociedades avanzadas de la época: altos niveles de industrialización y urbanización, tecnificación de la agricultura, rápido crecimiento de la producción material y los niveles de vida y adopción generalizada de la educación y los valores culturales modernos” (op. cit.).

 

El concepto de desarrollo tiene orígenes coloniales. El propósito de imponer este concepto como un avance posible para todos, intenta hacer que los pueblos acepten el intervencionismo, la dádiva, el paternalismo de Estados Unidos.

 

A inicios de los años 50 en los círculos de poder de todos los países de Latinoamérica, el paradigma del desarrollo ya estaba bien enraizado, todos veían su posibilidad en un futuro cercano. Incluso quienes se oponían a las estrategias capitalistas del momento expresaban sus críticas en términos de la necesidad del desarrollo. Desconfiados en la propuesta de desarrollo que se impulsaba desde EEUU, planteaban “otro desarrollo”, “desarrollo participativo”, “desarrollo socialista”, y otros por el estilo.

 

El desarrollo como el único camino a seguir por los países latinoamericanos para resolver su situación de pobreza, la necesidad de desarrollarse, no podía ponerse en duda. El desarrollo se había convertido en una certeza en el imaginario social.

 

Según Ramón Grosfoguel la ideología desarrollista promueve la idea de que cada país es autónomo uno de otro y se desarrolla en una línea ascendente o desde modos de producción precapitalistas (comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, etc.) hacia modos de producción capitalistas, socialistas o comunistas, estos últimos si se trata de un desarrollo de izquierda (Grosfoguel, octubre 2006). Así, el salir del atraso de los países tercermundistas significaba convertirse en un país plenamente capitalista como los europeos o plenamente socialista como los rusos.

 

En palabras de Escobar, la realidad había sido colonizada por el discurso del desarrollo, y quienes estaban insatisfechos con este estado de cosas tenían que luchar dentro del mismo espacio discursivo por porciones de libertad, con la esperanza de que en el camino pudiera construirse una realidad diferente (Escobar, 2007: 22).

 

¿Era posible alcanzar el desarrollo que anunciaban los países desarrollados para países como los de Latinoamérica con ayuda de ellos y sin afectarlos en su desarrollo alcanzado, por lo contrario, favoreciéndolos?, ¿o sencillamente eran representaciones forzadas de una realidad con el fin de arrastrarnos hacia su espacio de influencia, con el fin de cooptarnos en su esfera neocolonial? Escobar utiliza la categoría de regímenes de representación como los lugares de encuentro en los cuales las identidades se construyen, pero donde también se origina, simboliza y maneja la violencia (op. cit.: 30). Los regímenes de representación son lugares de encuentro de los lenguajes del pasado y del futuro, lenguajes externos e internos, lenguajes de sí mismos y de los otros.

 

Tras las independencias de los países del yugo español, se confrontaron dos regímenes de representación, la “civilización” y la “barbarie”. La cultura moderna, el mercado capitalista, el orden señorial, la religión católica correspondían a la civilización; las culturas ancestrales indígenas correspondían a la barbarie que se debía superar. De estos regímenes de representación entre lo bueno y lo malo, surgieron propuestas de la eliminación del indio y la europeización de los países de Latinoamérica a través de la inmigración. Según Escobar, un encuentro similar de regímenes de representación tuvo lugar a finales de los años cuarenta con el surgimiento del desarrollo, también acompañado de formas específicas de violencia modernizada (op. cit.: 30).

 

Los regímenes de representación, señalan como su nombre lo indica, representaciones, no verdades irrefutables, las cuales se posicionan como si fueran verdades, y son posibles en circunstancias que les permiten imponerse. El discurso del desarrollo, produce “verdades” poderosas, maneras de crear el mundo y de intervenir en él.

 

Después de finalizada la Segunda Guerra Mundial otro concepto vino a reforzar la necesidad del desarrollo en los países de Asia, África y América Latina, fue el descubrimiento de la pobreza masiva. La pobreza se impuso en el imaginario social cuan régimen de representación. En su discurso, Truman menciona una vida económica primitiva y estancada, entre otras características, de los países de más de la mitad de la población del planeta que vive en condiciones de miseria. Es decir, la pobreza tiene relación con un modo de producción inadecuado por el cual han optado algunas sociedades. Para esto Truman ofrece el conocimiento técnico para ayudarlos a lograr una mejor vida, lo que significa su adopción de una economía capitalista. Hoy sabemos que aquello que desde Estados Unidos y Europa llamaban economía primitiva, en aquella época y posteriormente también, que era la economía comunitaria indígena y campesina, por lo contrario, contribuyeron a resistir las diferentes formas de explotación que imponía el sistema capitalista ya mundializado plenamente.

 

Antes de la Segunda Guerra Mundial la mayoría de los países de Europa tenían colonias en Asia y África, por lo tanto los europeos eran tan culpables como sus colonizados del atraso de ésos países. A lo largo de la mencionada guerra y posteriormente a esta, la mayoría de las colonias europeas se independizan. El discurso del desarrollo forma parte de la nueva estrategia para controlar los nuevos gobiernos de las excolonias, y además, ahora más que nunca Estados Unidos mira lo que siempre consideraba su patio trasero: Latinoamérica, que tratándose en su mayoría de países independientes desde hace más de 100 años, y pese a ello seguir envueltos en el atraso, encaja muy bien en el discurso del desarrollo. Años antes que Truman, el presidente estadounidense Woodrow Wilson había reconocido el derecho de los pueblos a la autodeterminación como allanando el camino para que el discurso del desarrollo sea hegemónico. Lo mismo hizo Lenin.

 

Para ambas tendencias, tanto para los capitalistas de entonces, como para el socialismo ruso, el desarrollo significaba un avance de los países tercermundistas hacia su transformación en capitalistas o socialistas, con la ayuda de EEUU o la Unión Soviética respectivamente. Pero además, para ambos, el Estado-nación era fundamental en ése avance. Ambas superpotencias querían arrastrarnos hacia sus sistemas político-económicos con el pretexto de traernos el desarrollo.

 

Pero más allá de esconder la otra cara de lo que se consideraba desarrollado, es decir lo subdesarrollado, se describió al subdesarrollo como un peligro al desarrollo vigente. O sea, si los países desarrollados no hacían nada para apoyar a los países subdesarrollados, si no intervenían en ellos, su situación de atraso y pobreza sería perjudicial para el resto del planeta. “la verdadera prosperidad mundial es indivisible”, declaró un panel de expertos en 1948 (op. cit.: 48). O todos se desarrollaban, o los países desarrollados estaban en riesgo de ser contagiados por la supuesta inestabilidad económica y social de los países subdesarrollados. Estaba claro que con semejante enunciado, serían bien vistos todos los programas de desarrollo de Estados Unidos y Europa para América Latina.

 

Había otro aspecto que hacía aún más creíble esta sentencia, y era la intensión de crear consumidores. El capitalismo industrial en su crecimiento desmedido necesitaba mercados. Los programas de desarrollo aunque estuvieron lejos de superar el subdesarrollo en América Latina, estaban destinados a generar la necesidad de consumo de las personas.

 

La distinción entre países desarrollados y subdesarrollados como, los primeros, países industrializados, y los segundos, países primario exportadores, implicó también la imposición de una diferenciación entre países adelantados y países atrasados. Los adelantados poseedores de una cultura ideal, una suerte de alta cultura, y los atrasados escasos de cultura, apenas detentores de una subcultura o de una cultura mal adquirida, en momentos en los cuales se entendía por ser cultos el haber adquirido de la mejor manera la cultura moderna europea y norteamericana. Un trabajador común y corriente de un país desarrollado era visto como un obrero cualificado, que sabía comportarse en los grandes centros urbanos y conocía sus derechos ciudadanos, en contraposición al pongo y jornalero semialfabeto de los países subdesarrollados.

 

De acuerdo a Gudynas, el desarrollo entiende que la sociedad y la naturaleza están separadas (Gudynas, 2017). Se minimiza los impactos ambientales y sociales, en muchos casos ni siquiera se los menciona, y se defiende un optimismo científico-técnico. La fe en el desarrollo genera una creciente mercantilización de las relaciones sociales. Las personas interactúan a través de la mercancía, por el interés de la ganancia y el consumo. Cada vez más se extiende el consumismo promovido por la producción industrial de todo tipo de cosas. Muchas preferencias de repente se convierten en necesidades.

 

EEUU, principal promotor del discurso del desarrollo y difusor del desarrollo como ideología, pretendía con ello principalmente en América Latina, generar consumidores, lo que requería un cambio cultural, era necesario que las personas se hicieran consumistas. Los programas de desarrollo en América Latina estaban dirigidos a provocar ese cambio.

 

Se dieron cambios en Latinoamérica de acuerdo a los nuevos requerimientos del capitalismo, lo que no significa que se haya superado el subdesarrollo, aunque estos cambios se hayan concretado en nombre de su superación. Por eso podemos afirmar que el correlato económico de la modernidad-colonialidad, la cual es cultural, es el desarrollo-subdesarrollo.

 

El caso del Plan Bohan en Bolivia

 

En Bolivia, por ejemplo, la Reforma Agraria de 1953 tuvo como principal objetivo liberar fuerza de trabajo del régimen hacendal, para que esta entrara en un proceso de proletarización. Esto fue posible en Tierras Altas, donde los terrenos de cultivo no eran extensos, aunque no se obligó en Tierras Bajas a los dueños de haciendas a desarraigarse de sus pongos (cambas) y esclavos. En esta región, en muchos casos los sistemas de explotación de la servidumbre y de la esclavitud se mantuvieron incluso hasta inicios del siglo XXI.

 

Aunque el partido gobernante había recibido el poder de obreros y campesinos, quienes derrotaron a la oligarquía minera, lo que significa que la clase dirigente, que era la clase media, era hegemónica en aquel entonces, éste partido gobernante terminó favoreciendo con fuertes créditos a la élite hacendal patrimonial para que esta se modernizara transformándose en empresa agrícola capitalista, pero permitiendo que combinara en muchos casos la contratación de proletarios agrícolas con el arraigo de explotados bajo sistemas de servidumbre y esclavitud. Este caso es paradigmático en el desarrollo que se implementó en América Latina. Se vincula la empresa agrícola al mercado capitalista incursionando en la producción tecnificada a gran escala, pero se mantiene en lo posible las formas de explotación nocapitalistas según las posibilidades y los casos.

 

Se debatió en la academia sobre las medidas a tomar para desarrollar el país, o las diversas formas de organizar un proceso de desarrollo. La prioridad de aumentar el crecimiento económico promoviendo la producción local de productos acabados fue el punto central. Se debatió sobre el papel del mercado en esto, y del Estado. Pero en la práctica, ni la clase media, menos aún las élites económicas estaban dispuestas a dejar el pasado colonial. Esto era algo que posiblemente siempre supieron que podía pasar los estadounidenses que planteaban el desarrollo para los países latinoamericanos. Pero era también algo que deseaban que pase.

 

Los planes de desarrollo, como el Plan Bohan de 1948 que se diseñó para Bolivia, indicaban recomendaciones para avanzar a un desarrollo enserio, aunque esto no se llegó a concretar, lo que no fue precisamente por falta de inversión. Por encima estaban los intereses de Estados Unidos, que para nada le convenía tener nuevos competidores capitalistas en Suramérica, que podían llegarle a desplazar de su lugar como superpotencia en el mundo. Sólo podía tolerar la existencia de una burguesía menor criolla o lumpen burguesía con poder político en los gobiernos, que le facilitara lograr el control de los recursos naturales y del aparato productivo en Latinoamérica, primero a través del control del mercado de materias primas, y posteriormente a través de la adjudicación de sus trasnacionales en la explotación de recursos estratégicos.

 

El posdesarrollo como una crítica al desarrollo

 

El posdesarrollo más que un desarrollo alternativo, debe hacer mención a la crítica al desarrollo y las propuestas para crear categorías que nos señalen el horizonte donde queremos avanzar como sociedad y como Estado soberano, desarraigados de toda imposición externa o actitud colonialista o neocolonialista. Esto debe partir de una reflexión desde nuestra memoria histórica.

 

Gudynas nos dice, “la crítica del posdesarrollo, más allá de invocar vínculos directos con determinados movimientos sociales, en realidad discurrió con un ejercicio académico con débiles conexiones con las grandes transformaciones políticas. Esto fue evidente en América del Sur, desde donde surgió uno de los cuestionamientos al desarrollo más potentes, conocido como Buen vivir” (Gudynas, 2017).

 

Esta postura del Buen Vivir o Vivir Bien, surgió por fuera de ejercicios académicos, y como resultado de prácticas sociales y políticas desde una notable diversidad de actores, principalmente indígenas. Pero en su interpretación, han tenido también mucho que ver los medioambientalistas y las ONGs que trabajan con los pueblos indígenas desde muchas décadas atrás, razón por la cual se debe poner en duda su definición más usual y difundida, ya que éstas ONGs se mueven con ayuda externa proveniente tanto de Estados Unidos como de Europa.

 

Se ha intentado hacer del Vivir Bien un régimen de representación en el cual la transformación de la naturaleza para beneficio del ser humano es rechazada en absoluto, a nombre de una vida en armonía y la conservación del planeta, con el fin de preservar los recursos naturales para las transnacionales, en momentos en los cuales se han establecido gobiernos progresistas en América Latina.

 

Por otro lado, Gudynas dice que es problemático el intento de recolocar al Buen Vivir como una nueva variedad de desarrollo socialista, tal como promueven actores vinculados a los gobiernos de Ecuador y Bolivia, para despojarlo de su crítica radical (Gudynas, 2017). Sin embargo, esto que para Gudynas es una recolocación del Buen Vivir o Vivir bien como una nueva variedad de desarrollo socialista, en realidad fue fruto de un esfuerzo intelectual propio en un país como Bolivia a partir de la reflexión y comprensión de una crítica que sí fue radical aunque no provino de una clase pensante.

 

Esta crítica es de los movimientos sociales, que en el caso de Bolivia pidieron nacionalización de los recursos naturales e industrialización de las empresas estatales en las luchas sociales entre los años 2000 y 2003, a partir de su comprensión profunda de la perversidad del capitalismo neoliberal y trasnacional. Que un intelectual como el actual vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, lo haya denominado Socialismo Comunitario, no significa que el modelo económico boliviano esté direccionado, o sea un paso más, hacia un socialismo semejante al de la extinta URSS.

 

El posdesarrollo más que una crítica al desarrollo, debe ser una reflexión sobre nuestras luchas, nuestros sueños, sobre la clase de sociedad que queremos construir. La memoria en esto es fundamental. Otro aspecto, es la valoración de nuestras propias ideas y decisiones, que surjan de nosotros mismos. Hay que evocar esos momentos donde estuvimos solos, e hicimos intentos de construir nuestro propio mundo, sin la presencia de foráneos que se inmiscuyan. Debemos ejercer nuestro derecho a pensar por nosotros mismos para construir nuestro vivir bien en nuestro país, respetando a los demás a pensar como ellos consideren correcto en sus países. Eso es lo que se está haciendo en Bolivia.

 

No pretendemos seguir un desarrollo que produzca subdesarrollo como lo han hecho Estados Unidos y Europa, tampoco pretendemos seguir recetas o aceptar apoyos de potencias que bajo el pretexto de sus “buenas intenciones” de desarrollarnos intervengan en nuestras políticas estatales. Bolivia ha decidido por un desarrollo propio que tiene como base la soberanía sobre sus recursos naturales y la industrialización, el cual si pretendemos llamarlo Vivir Bien o Socialismo Comunitario es sólo decisión nuestra.

 

Fuentes consultadas

 

Escobar, Arturo. La invención del Tercer Mundo. Construcción y deconstrucción del desarrollo. Fundación Editorial El Perro y la Rana, Caracas, 2007.

 

García Linera, Álvaro. “Del Estado integral al socialismo comunitario”. En: La multitud, N° 3, 2010, Santa Cruz de la Sierra.

 

Grosfoguel, Ramón. “Del final del sistema-mundo capitalista hacia un nuevo sistema-histórico alternativo: la utopística de Immanuel Wallerstein”. En: Nómadas, N° 25, octubre, 2006, Universidad Central, Colombia.

 

Gudynas, Eduardo. “Posdesarrollo como herramienta para el análisis crítico del desarrollo”. En: Estudios Críticos sobre el desarrollo 7, Universidad de Zacatecas, México, 2017.

 

Soruco Sologuren, Ximena. “De la goma a la soya: El proyecto histórico de la élite cruceña”. En: Los barones del Oriente, Fundación Tierra, 2008.

 

Emilio Hurtado Guzmán, es periodista e investigador en temas sociales e históricos. Redactor del semanario especializado en política y economía, Alerta, en Santa Cruz-Bolivia.

 

 

https://www.alainet.org/en/node/194742
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