De la oposición a Palacio Nacional
- Opinión
Concluidas las campañas, realizadas las elecciones y dictaminados los triunfadores con nombres y apellidos, varios actores políticos tienen conductas características de la cuarta semana de junio de 2018.
Por lo visto es complejo el tránsito de una condición a otra, de candidatos a legisladores de los estados y la Federación; a munícipes, regidores y mandatarios estatales; a presidente electo de México. Lo es para ellos, que son los que importan, no para los observadores que acaso lo estimen simple, pero son aquéllos los protagonistas. Sin embargo, no pocos colegas ven boda y quieren ser el novio.
Ni los que triunfaron junto a Andrés Manuel López Obrador acaban de asimilar a plenitud su impresionante victoria, ni los que perdieron de manera apabullante terminan por definir su perfil opositor y tienen arrebatos como Claudia Ruiz Salinas que les espetó a los legisladores de Morena: “Les dejamos puesta la mesa”. O el “estratega” Jorge Castañeda que no dio cuentas a nadie sobre la derrota sin precedente del candidato Ricardo Anaya, pero hace juegos malabares para justificar un golpe de Estado en Venezuela, como lo sugirió Luis Almagro (“no debemos descartar ninguna opción”), el secretario general de la OEA subordinado a la Casa Blanca, y que enhorabuena rechazaron 11 de los 14 integrantes del Grupo de Lima “cualquier intervención militar o uso de la fuerza en Venezuela”.
Cierto es que cualesquiera error o desafortunado pronunciamiento de AMLO y los de su primer círculo es magnificado, pues sus adversarios aún no asimilan la derrota y no perfilan bien su papel opositor, indispensable para el país, sobre todo con la mayoría absoluta conseguida de feas maneras por Mario Delgado y Ricardo Monreal en una más que polémica negociación con el Partido Verde y Manuel Velasco, el gobernador-senador y a la inversa.
Mas subestimar las investigaciones periodísticas e institucionales, como la coordinada por Muna Buchahín sobre la “Estafa maestra” y despedida por ello de la Auditoría Superior de la Federación por David Colmenares, sobre Rosario Robles y limitarla a simple “chivo expiatorio” (sic) es cuando menos desafortunado. ¿O será un favor a Enrique Peña Nieto? El presidente que en abril de 2013 discurseaba “No te preocupes Rosario”, justo cuando era señalada por corruptelas en Sedesol.
Y ahora “la situación de bancarrota en que se encuentra el país”, enunciada por AMLO después del primer mitin –el domingo 16 en Tepic, Nayarit–, de la gira de agradecimiento por el apoyo recibido, levantó ámpula como es natural en una transición administrativa que muchos estimaban de “terciopelo” y acostumbrados como están a observar los procesos políticos en blanco y negro y a desechar el uso de la escala de grises.
Por fortuna existen voces muy influyentes, como la del magnate Claudio X. González: “No comparto ese adjetivo pero sí el hecho realista de que no se puede hacer todo por falta de recursos y tiempo”. AMLO, dijo el rudo adversario hasta hace 80 días, “es un político pragmático y predicador al mismo tiempo, pero debe haber un equilibrio entre ambas facetas. Habrá momentos apretados que no gustarán, pero los empresarios debemos aprovechar el pragmatismo”.
AMLO no debiera darse el lujo de hacer declaraciones banqueteras y dos días después ratificarlas, pues como presidente electo lo que diga y deje de decir tiene impacto aquí y allende nuestras fronteras. Salvo que esté dispuesto a pagar costos innecesarios.
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