Una “buena causa” criticada por la “forma”

11/01/2019
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Se registró la cifra más baja de robo de combustible en la historia reciente –incluso desde la expropiación petrolera, hace 80 años–, con la sustracción ilegal equivalente a 27 pipas robadas, en contraste con los reportes de más de mil pipas por día, por lo que el presidente Andrés Manuel consideró al martes 8 como “un día histórico”.

 

Nadie en sus cabales regateará el mérito al gobierno de la cuarta transformación, como casi nadie con cierto peso en la opinión pública y publicada intenta criticar el decidido combate a la corrupción del huachicol, por hombres y mujeres de cuello blanco y no sólo a los que roban a pie de los ductos, como se acostumbraba desde el 1 de diciembre de 2000 con Vicente Fox y hasta el 30 de noviembre de 2018, con Enrique Peña Nieto, y entre ambos Felipe Calderón.

 

Los tres contaban con información diaria sobre el robo de hidrocarburos. “Había la información, pero no se actuaba. Es muy difícil decir: ‘Yo no sabía’; las autoridades sabían. Tolerancia, vamos a decir, de todos. Omisión”, dijo López Obrador en Palacio Nacional en su clásica mañanera que todavía suscita la atención de los representantes de los medios “nacionales e internacionales”, como si en los tiempos de las redes sociales tales diferencias fueran dables.

 

El hecho es que ni el éxito obtenido, ni la reconocida como extraordinaria capacidad comunicacional del presidente, tampoco el apoyo de su gabinete legal y ampliado que él subrayó, pero en el que no aparece el director de Petróleos Mexicanos, Octavio Romero, parecen suficientes hasta el día de hoy para abatir en forma sustancial las compras de pánico. Diego Prado Méndez, estudiante de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional y ajeno a partidarismos políticos e ideológicos, expresa su indignación por la facilidad con que los consumidores son embaucados, pues presenció la compra de botellas de agua purificada para tirar el contenido en el drenaje y llenarlas con gasolina.

 

La inducción a las compras de pánico tiene más éxito en donde la información gubernamental no es oportuna y convincente, es incompleta o bien la autoridad carece de credibilidad, como sucedió en los últimos tres años de Peña Nieto, en los que predominaron las percepciones en detrimento de las realidades.

 

Para algunos las compras de pánico fueron inducidas por voces estelares del duopolio de la televisión y el oligopolio de la radio en una competencia por aparecer con “información” más llamativa, amarillista, pero en realidad incurrieron en el alarmismo mediático. La irresponsabilidad de los medios y sus trabajadores se expandió, a su vez, en las redes sociales. Y no faltó calumnista que exige la renuncia de AMLO.

 

Aparte de la complejidad de la batalla contra la corrupción que apenas comienza y tendrá momentos estelares más difíciles y riesgosos, es oportuno que el Gobierno de México, como ahora se denomina, valore si la muy reconocida decisión de hacer frente al hurto de cuello blanco en Pemex y no sólo al de abajo y que fue sólo el que combatieron los últimos tres gobiernos federales, requiere o no de correcciones e incluso si la forma de confrontarlo es la más adecuada.

 

Todos la aplauden porque, dicen, “es una buena causa”, pero “la forma” es muy criticada hasta hacerla polvo como si fueran expertos, incluso no falta el autodenominado “padre del análisis superior” que todo lo reduce a lo que hace y deja de hacer la secretaria de Energía, Rocío Nahle García.

 

 

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