La ratonera libia
- Análisis
La Unión Europea, Estados Unidos y Naciones Unidas, se han metido en la ratonera que ellos mismo construyeron en Libia y no hacen más que fabricar planes para estabilizar el país que desestabilizaron, hace ya casi nueve años, sin acertar a apagar ese incendio en que lo convirtieron gracias, entre otras tantas cosas, a los 25 mil ataques aéreos con que las fuerzas de la OTAN destruyeron el país que había levantado la revolución del Coronel Mohammed Gadaffi.
Hoy Libia representa tres variables para Occidente: una es cómo seguir bombeando a mano armada, sus ricos yacimientos petroleros, sin que se note demasiado; asegurarse las riquísimas reservas de agua dulce y, la última cuestión, cómo contener en sus puertos al casi millón doscientos mil desangelados que esperan su momento para cruzar el Mediterráneo.
El absurdo de pensar en una salida electoral parece embarrar todavía mucho más la situación, perdiendo tiempo, recursos y fundamentalmente vidas en esa ratonera en que han convertido la patria de Gadaffi.
Occidente insiste en una salida electoralista, como si la Tripolitania fuera Arkansas, la Cirenaica Wisconsin y Fezzan Florida y no un alambicado sistema tribal, de alianzas y rivalidades tan antiguas como el desierto donde se asientan.
Occidente se estrella contra el mismo abismo que se ha estrellado en Irak, en Afganistán y Somalia, intentado llevar a las urnas a un pueblo con una concepción de unidad clánica y tribal, que de ninguna manera puede rebajarse a la categoría de partido político.
Mientras esto se intenta, Libia se sigue desangrando; milicias, bandas de delincuentes y grupos fundamentalistas se disputan calle a calle, esquina a esquina, cuotas de poder que les permita mantenerse en un estado anárquico donde las lealtades se cotizan en millones de dólares.
Ejemplos sobran y se renuevan de manera constante: en la mañana del pasado 25 de diciembre, hombres del Daesh atacaron el edificio del Ministerio de Relaciones Exteriores, en Trípoli; el asalto combinado en el que participaron tres milicianos armados con ametralladoras, que llevaban también chalecos explosivos, se inició después de que un coche bomba se detonara en las cercanías. El hecho dejó tres empleados del ministerio muertos, unos dieciocho heridos, al tiempo que los tres muyahidines y el conductor del auto también murieron.
Rápidamente las autoridades del Acuerdo Nacional de Libia (GNA), uno de los tantos bandos que luchan por controlar el país, que tiene sede en la antigua capital, y fue creado en 2015 por Naciones Unidas, intentado darle al país una fachada de cierta institucionalidad, prometieron castigar a los responsables.
Prácticamente a la misma hora, “presuntos” milicianos del Daesh atacaban el hospital al-Jala de la ciudad de Benghazi, unos mil kilómetros al este de Trípoli, controlada por las fuerzas del general Khalifa Hafther, que se aposenta en la ciudad de Tobruk, el hombre fuerte de la más importante de las milicias que operan en el país. El Ejército Nacional de Libia (ENL) ha podido hacerse, a base de grandes batallas que se prologaron por meses y dejaron miles de muertos, prácticamente con el 60% del territorio del país, convirtiéndose en el gran rival de Trípoli. El “incidente” del hospital de Benghazi no fue aclarado, ya que no se conoce la identidad de los atacantes y cuales eran sus intenciones del ataque y se produjeron víctimas.
La cada vez más endeble situación del GNA, que preside, a instancias de Occidente, Fayez al-Serraj, se vio nuevamente alterada este último jueves 10, con una amenaza de ataque terrorista contra el complejo de oficinas Dat IL Imad, que da albergue a las más importantes empresas y bancos extranjeros en la capital, entre ellas la cada vez más influyente petrolera italiana ENI (Ente Nazionale Idrocarburi). Todo el personal civil debió abandonar el complejo de manera extemporánea, sin que se conozca con exactitud la veracidad de la amenaza.
La “Fuerza de Operaciones Especiales”, una de las tantas milicias que responden al GNA, confirmó que la situación de seguridad en la ciudad y particularmente en el complejo de oficinas, estaba bajo control y que no se produjo “violación de seguridad”. Además fue inspeccionada la sede del Alto Consejo de Estado (HCS) ubicado en el edificio del Radisson Blu Hotel. Se conoció que el aviso del posible ataque terrorista no provino de fuentes libias, sino de un estado extranjero, el miércoles por la noche.
El marco de ataques reales y rumores de posibles atentados crea mucha más incertidumbre y tensión al endeble gobierno de al-Serraj, frente a las exigencias de los intereses políticos y económicos internacionales que lo han puesto en el cargo y todavía confían en él, para conducir a Libia a las elecciones que, según lo acordado en Paris en mayo del año pasado, tendrían que haberse realizado en diciembre y fueron postergadas, para algún momento de este año. Cualquiera que conozca la realidad libia, sabe que es prácticamente imposible poder realizarlas y mucho más que el gobierno emergente logre la estabilización del país.
Mientras pasa el tiempo, la situación en el país se hace más conflictiva: las milicias que combaten entre sí, se hacen cada vez más numerosas e intensifican su poder de fuego.
El general Hafther se ha convertido en el gran árbitro de esta guerra de múltiples frentes (Ver: Libia: Réquiem para un traidor). Hafther, quien, en junio pasado, tomó lo que se conoce como “la Media Luna del Petróleo”, una importante área petrolera al este del país entre las ciudades de Tobruk y Sidra, ha multiplicado su capacidad de recursos financieros como ninguna otra milicia del país lo tiene.
Mientras tanto la seguridad en el sur del país empeora: al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) se restructura e intensifica sus vínculos con algunos líderes de las milicias locales. El Daesh, tras ser expulsado del Sirte, también se ha refugiado en el sur, aunque como ya hemos visto mantiene células activas en varias ciudades mediterráneas, como se demostró en la última navidad. Los hombres de Abu Bakr al-Bagdadí cuentan con la suficiente estructura para golpear un lugar intensamente vigilado como el Ministerio de Relaciones Exteriores, en plena capital.
Se conoce que tanto el Daesh como AQMI, refugiados en el sur, se reorganizan, recuperan fuerzas, y han establecido campos de entrenamiento y reclutamiento.
El último el 23 de noviembre, en el oasis de Tazerbo, región de al-Kufra, al sur de la Cirenaica, fue atacado un puesto policial, aparentemente por milicianos del Daesh, donde murieron unas nueve personas, entre civiles y policías, y cerca de una docena secuestrados, de los cuales seis fueron asesinados horas después, mientras que otros catorce habían resultado heridos
Todo el sur libio se ha convertido en una zona de alta inestabilidad debido fundamentalmente a la falta de controles tanto del gobierno de Trípoli como el de Tobruk, la constante actividad no solo de al-Qaeda y Daesh sino de una cantidad de milicias armadas de Sudán, Chad y Níger, golpean en Libia, secuestran caravanas de refugiados para venderlos a traficantes de personas que bien los pueden revender como esclavos en los mercados de la ciudad de Sabha, a casi 800 kilómetros al sur de Trípoli, o en los mismos mercados a las afueras de la capital, en las narices de los funcionarios de Naciones Unidas, a las organizaciones terroristas para incorporarlos a sus filas o, si tienen parientes en Europa, negociar para que puedan de alguna manera cruzar el Mediterráneo.
La apertura turca
Se ha denunciado, a fines de año pasado, que el presidente turco Recep Erdogan, que insiste en la recreación del Imperio Otomano, está enviado armas a Libia.
A mediados de diciembre último, se descubrió en dos contenedores, no menos de 3 mil armas de mano enviadas desde Turquía, junto a un gran número de armas de caza y cerca de 4.2 millones de balas, de fabricación turca. El hallazgo se habría producido en el pequeño puerto de Khoms, a unos 100 kilómetros de Trípoli y próximo a la frontera con Túnez, según una fuente judía las armas estaban destinadas a grupos vinculados con los Hermanos Musulmanes.
Libia está sometida por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a un embargo de armas desde 2011 el que fue renovado en junio último, aunque, por los resultados, el embrago no ha sido “demasiado” exitoso.
Tanto al-Sarraj como Hafther protestaron ante Ankara y el Consejo de Seguridad tras el descubrimiento solicitando una investigación internacional, acerca de las pretensiones del presidente turco Erdogan respecto a Libia.
El ministro de Asuntos Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, debió viajar a Trípoli, donde se reunió con altos miembros el gobierno intentado explicar la posición de Ankara. Cavusoglu deslindó responsabilidades y acusó, sin especificar, a “países árabes” de proveer tanques, misiles y drones a las fuerzas beligerantes libias.
Se conoce que el presidente egipcio Abdul Fattah al-Sisi, ha cooperado con Haftar para que éste controle la extensa frontera libio-egipcia e impida el cruce de terroristas, que operan en el oeste egipcio.
La llegada de Turquía a la ratonera libia solo puede profundizar la crisis de la que nadie parece tener la llave.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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