Cachemira, más fuego a la caldera

19/02/2019
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Entre 38 y 46 hombres de la Fuerza de Policía de la Reserva Central (CRPF) hindú murieron este pasado jueves 14, cuando un coche bomba se lanzó contra uno de los 70 buses del convoy que trasportaba 2500 efectivos, por la ruta principal del distrito de Pulwama, cerca de la ciudad de Srinagar, la capital del estado de Jammu y Cachemira, al norte de la India, un territorio vastamente disputado entre hindúes y pakistaníes, desde que ambas naciones se separaron en 1947, después de que el Reino Unido cesase con la ocupación que comenzó en el siglo XVII. El atentado del jueves se ha convertido en el más letal, desde el inicio de la insurgencia musulmana en 1989.

 

Hasta el ataque del jueves, es el más sangriento producido desde 2002, cuando militantes islámicos mataron al menos 31 personas en una base militar a la ciudad de Jammu. Este tipo de acciones suicidas son infrecuentes en Cachemira, el único estado con mayoría musulmana de todo el país, ya que los militantes suelen optar por emboscadas, trampas contra unidades de trasportes con dispositivos explosivos improvisados o IED (improvised explosive device) o de manera muy frecuente incursiones más planificadas contra puestos de control policial o bases militares.

 

Este último ataque fue revindicado por el grupo, con base en Pakistán, Jaish-e-Mohammed, (JeM) (Ejército de Mohammed), que busca anexar la Cachemira hindú, a Pakistán. Cómo todos los grupos terroristas que operan en Pakistán, es sospechado de estar financiado y controlado por el Ejército de Pakistán y el poderosísimo servicio secreto pakistaní Inter-Services Intelligence (ISI). El grupo fue fundado en 2000, por su actual líder el maulana Masood Azhar un clérigo radical, cuya organización es responsable de la mayoría de los atentados y ataques producidos en India desde entonces.

 

Masood, buscado por las autoridades hindúes, está refugiado en el área de Bahawalpur, una localidad de la provincia fronteriza de Punjab en Pakistán, desde donde arenga a multitudes de fanáticos, con la anuencia de Islamabad. El carismático líder de JeM, tras cinco años de encarcelamiento,  fue liberado de una prisión india en 1999, después de que sus compañeros secuestraran el 24 de diciembre de ese año, un avión de Indian Airlines IC 814 con 178 pasajeros y 11 tripulantes, que después de varios destinos fallidos como Amritsar norte de India, Lahore (Pakistán) Dubái (Emiratos Árabes Unidos) al fin pudo recalar en la Kandahar, en el por entonces Afganistán talibán, desde donde,  tras un vodevil cinematográfico de una semana (que dejó políticamente muy maltrecho al por entonces Primer Ministro hindú Atal Bihari Vajpayee), se negoció la liberación de los rehenes por Masood y otros dos de sus compañeros.

 

El responsable del atentado del último jueves, es un joven de veinte años llamado Adil Ahmad Dar, de Lethipora, un pueblo a unos diez kilómetros del lugar del ataque. Adil era militante de JeM desde 2018, fecha en que abandonó sus estudios. Antes de ser captado, Adil, además de estudiar trabajaba en una carpintería local. Se cree que el joven suicida, abrazó la lucha, tras la muerte de un primo en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad.

 

Adil Ahmad Dar se ha convertido en el tercer militante suicida, reclutado por los Jaish-e-Mohammad. El 31 de diciembre de 2017, Fardeen Ahmad Khan de 16 años, murió junto a tres milicianos presumiblemente pakistaníes tras penetrar el centro de entrenamiento de la CRPF en Lethpora, hecho en el que también murieron cinco policías.

 

A principios de 2000, Afaq Ahmad Shah, de 17 años, fue el primer suicida local al hacerse estallar, conduciendo un Maruti que estrelló contra la entrada del cuartel general de Badami Bagh, a las afueras de Srinagar, asesinando a 15 hombres del ejército.

 

El ataque del jueves parece confirmar las presunciones de muchos analistas locales que habían anunciado el recalentamiento del conflicto cachemir y el incremento de muertos en el sector para este año. En 2018, la cifra oficiales de muertos entre los diferentes organismos de la seguridad hindú alcanzó a 324, el más alto de los últimos diez años, mientras las bajas civiles, según grupos de derechos humanos, supera las ciento cincuenta.

 

El ataque contra la caravana policial ha puesto en jaque a la inteligencia india, ya que la ruta donde se produjo está permanentemente monitoreada y que prácticamente un novato, haya podido sortear los controles para por fin embestir el vehículo de trasporte policial, deja en ridículo a todas las fuerzas de seguridad e inteligencia del área.

 

Advertencias y advertidos

 

El peor ataque terrorista de la última década, sin duda cambiará la política interna india y sus cada vez más difíciles relaciones con Pakistán. India ha denunciado en repetidas oportunidades que ni el Jaish-e-Mohammad, ni otras organizaciones similares que se manejan en Pakistán con absoluta libertad, han sido perseguidas o neutralizadas. Eso está bien claro si se recuerda a Osama bin Laden y su refugio muy cercano a una escuela militar en la ciudad de Abbottabad en la provincia de pakistaní de Khyber.

 

Islamabad condenó el ataque, pero rechazó las acusaciones de ser responsable en algún grado de la acción de los terroristas en Cachemira.

 

El Primer Ministro hindú Narendra Modi, que en las elecciones de mayo se apresta a buscar su reelección, declaró “La sangre de la gente está hirviendo” y se ha juramentado con una respuesta demoledora al ataque del jueves.

 

Cómo para empezar, Nueva Delhi ha quitado a Islamabad el estatus comercial de “nación más favorecida (MFN)” y anunció tomar todas las medidas diplomáticas “para garantizar el aislamiento completo de Pakistán, de la comunidad internacional”. Medida que ya presentó en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la que fue bloqueada por China, hoy socio fundamental de Pakistán.

 

En 2016, después de un ataque contra una base del ejército, donde murieron 19 soldados India, dice haber infiltrado comandos especiales en la frontera para llevar a cabo una campaña de “ataques quirúrgicos” contra muyahidines, operaciones de las que nunca se conocieron los resultados concretos y los que Islamabad declaró inexistentes.

 

El Primer Ministro de Pakistán, Imran Khan, quien asumió en agosto pasado, prometió en su asunción “dar dos pasos hacia adelante, por cada paso de la India para forjar lazos amistosos”, sobrelleva ahora su primera crisis de importancia, quien había propuesto mantener conversaciones con la India, después de su elección de mayo.

 

Ambas naciones saben que el espiral de sus conflictos tiene un límite, ya que las dos son potencias nucleares y a nadie le puede interesar un conflicto de esas proporciones

 

Por otra parte, tras  el atentado se han vuelto a repetir acciones anti islámicas en diferentes regiones de la India, alentadas por el filo nazi Bharatiya Janata Party (BJP), (Partido Popular Indio) el partido del Primer Ministro Modi;  considerando que la comunidad  musulmana es la primera “minoría” religiosa del país con entre 160 y 180 millones de integrantes, se podría desatar un escalada de violencia difícil de sostener más allá de la voluntades políticas, en una caldera a la que no le dejan de echar más fuego.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

 

 

https://www.alainet.org/en/node/198259?language=en
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