Coronavirus, agronegocios y estado de excepción
- Opinión
Mucho se dice sobre el coronavirus Covid-19, y sin embargo, muy poco. Hay aspectos fundamentales que permanecen en la sombra. Quiero nombrar algunos de éstos, distintos pero complementarios.
El primero se refiere al perverso mecanismo del capitalismo de ocultar las verdaderas causas de los problemas, para no hacer nada sobre ellas porque afecta sus intereses, pero sí hacer negocios con la aparente cura de los síntomas. Mientras tanto los estados gastan enormes recursos públicos en medidas de prevención, contención y tratamiento, que tampoco actúan sobre las causas, por lo que esta forma de “enfrentar” los problemas se transforma en negocio cautivo para las trasnacionales, por ejemplo con vacunas y medicamentos.
La referencia dominante a virus y bacterias es como si éstos fueran exclusivamente organismos nocivos que deben ser eliminados, prima un enfoque de guerra, como en tantos otros aspectos de la relación del capitalismo con la naturaleza. Sin embargo, por su capacidad de saltar entre especies, los virus y bacterias son parte fundamental de la co-evolución y adaptación de los seres vivos, así como de sus equilibrios con el ambiente y de su salud, incluyendo a los humanos.
El Covid-19 que ahora ocupa titulares mundiales, es una cepa de la familia de los coronavirus, que provocan enfermedades respiratorias generalmente leves, pero que pueden ser graves para un muy pequeño porcentaje de los afectados, debido a su vulnerabilidad. Otras cepas de coronavirus causaron el síndrome respiratorio agudo severo (SARS por sus siglas en inglés), considerado epidemia en Asia en 2003, pero desaparecido desde 2004 y el síndrome respiratorio agudo de Oriente Medio (MERS), prácticamente desaparecido. Al igual que el Covid-19, son virus que pueden estar presentes en animales y humanos, y como sucede con todos los virus, los organismos afectados tienden a desarrollar resistencia, lo cual genera a su vez que el virus mute nuevamente.
Hay consenso científico de que el origen de este nuevo virus –al igual que todos los que se han declarado o amenazado ser declarados como pandemia en años recientes, incluyendo la gripe aviar y la gripe porcina que originó en México– es zoonótico. Es decir, proviene de animales y luego muta, afectando a humanos. En el caso de Covid-19 y SARS, se presume que provino de murciélagos. Aunque se culpa al consumo de éstos en mercados asiáticos, en realidad el consumo de animales silvestres en forma tradicional y local no es el problema. El factor fundamental es la destrucción de los hábitats de las especies silvestres y la invasión de éstos por asentamientos urbanos y/o expansión de la agropecuaria industrial, con lo cual se crean situaciones propias para la mutación acelerada de los virus.
La verdadera fábrica sistemática de nuevos virus y bacterias que se trasmiten a humanos, es la cría industrial de animales, principalmente aves, cerdos y vacas. Más del 70 por ciento de los antibióticos a nivel global se usan para engorde o prevención de infecciones en animales no enfermos, lo cual ha producido un gravísimo problema de resistencia a los antibióticos, también para los humanos. La OMS llamó desde 2017 a que “las industrias agropecuaria, piscicultora y alimentaria dejen de utilizar sistemáticamente antibióticos para estimular el crecimiento de animales sanos”. A este caldo, las grandes corporaciones agropecuarias y alimentarias, le agregan además dosis regulares de antivirales y pesticidas dentro de las mismas instalaciones.
No obstante, es más fácil y conveniente señalar unos cuantos murciélagos o civetas -a los que seguramente se les destruido su hábitat natural- que cuestionar estas fábricas de enfermedades humanas y animales.
La amenaza de pandemia es también selectiva. Todas las enfermedades que se han considerado epidemias en las dos décadas recientes, incluso el Covid19, han producido muchos menos muertos que enfermedades comunes como la gripe –de la cual según la OMS mueren hasta 650,000 personas por año globalmente. No obstante estas “nuevas” epidemias motivan medidas extremas de vigilancia y control.
Tal como plantea el filósofo italiano Giorgio Agamben, se afirma así “la tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno”.
Refiriéndose al caso del Covid-19 en Italia, Agamben señala que “el decreto-ley aprobado inmediatamente por el gobierno “por razones de salud y seguridad pública” da lugar a una verdadera militarización “de los municipios y zonas en que se desconoce la fuente de transmisión”, una fórmula tan vaga que permite extender el estado excepción a todas la regiones. A esto, agrega Agamben, se suma “el estado de miedo que se ha extendido en los últimos años en las conciencias de los individuos y que se traduce en una necesidad de estados de pánico colectivo, a los que la epidemia vuelve a ofrecer el pretexto ideal. Así, en un círculo vicioso perverso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla.”
- Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC
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