Durante la mañanera del 22 el presidente Andrés Manuel presentó las medidas que contiene el decreto que emitió el día anterior y que contempla 11 directrices que ejercerán las dependencias, organismos desconcentrados y empresas del Estado. El objetivo es generar un blindaje por 622 mil 563 millones de pesos para programas sociales por medio de la austeridad republicana que privará de aguinaldos a los directores generales y hasta el titular del Ejecutivo, así una parte sustancial del sueldo.

Como si lo anterior no fuera suficiente para la información y el comentario, de repente el delicado tema objeto de críticas de la burocracia sindical y la desdibujada oposición partidista, la voz presidencial derivó a una revisión de los medios de comunicación y algunas estrellas.

A pregunta expresa, López Obrador formuló críticas al desempeño de los medios, en particular a sus directivos, pero no a sus propietarios, en medio de la escalada del Covid-19. Pascal Beltrán y Ciro Gómez fueron de los criticados, pero no Olegario Vázquez Aldir, propietario de Imagen Televisión, Excélsior y facilitador de 3 115 camas hospitalarias durante un mes.

La tesis presidencial es que “No hay en México un periodismo profesional, independiente, no digo objetivo porque eso es muy difícil, pero ético, estamos muy lejos de eso. Es parte de la decadencia que se produjo.” Tiene razón, mas no parece ser el momento más adecuado, justo cuando la Cuarta Transformación requiere del concurso de todos para hacer frente a la emergencia sanitaria.

Los tiempos en política son importantes, explica con frecuencia AMLO y ahora parece olivarlo. Incluso la semana pasada el reportero Hans Salazar le sugirió abrir un espacio en las mañaneras para las noticias falsas, semejante al segmento Quién es quién en los precios. El tabasqueño de Macuspana respondió que no debían sobrevalorarse y parece rectificar ante la pregunta de Carlos Pozos Soto. Y ejemplificó: “Si yo aquí, en vez de gimnasia digo magnesia me tunden. No me estoy quejando, nada más tratando de analizar lo que sucede”.

Cierto, pero de allí a la lista que presentó de “los que nos defienden”, existe una distancia porque como bien apunta: “El buen periodismo es el que defiende al pueblo y que está distante del poder”. Sí, del económico y financiero, religioso y mediático, delincuencial y de cuello blanco.

El extremo de la visión presentada es que en La Jornada sólo localizó a un caricaturista identificado con su gobierno, cuando es al revés, Magú es un crítico sistémico de la 4T, pero no Fisgón, Helguera, Hernández y Rocha. O bien que el único de El Universal que “nos apoya” es el periodista –eso son los moneros– Helio Flores. Y que las páginas editoriales son monocolores.

Menos comprensible es la conducta presidencial rijosa si además registramos que en la misma mañanera reconoció: “No sé si lo han notado, pero veo que le han bajado (…) ya no hay tantas noticias falsas porque se les está revirtiendo, como que está teniendo un efecto búmeran. Si lo están haciendo de manera responsable bienvenido, qué bueno ese cambio de actitud”.

Así que es incompleta la explicación de los analistas que registran la compleja situación sanitaria y económica como la causante de los impertinentes juicios de AMLO, para desviar la atención estiman otras, o el analista de Aristegui Noticias que descubrió “la existencia del Cisen” que da seguimiento a las críticas al presidente. Y para qué cree este despistado que son las oficinas de Comunicación Social.

Tiene sus costos reducir sustancialmente la partida presupuestal para la pauta publicitaria en los últimos 17 meses, las prebendas para las estrellas del firmamento y los intereses materiales y políticos son diversos, contrapuestos.

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