El tsunami tecnológico y el viejo sueño humano

Los datos componen un recurso económico extraordinario, prácticamente inagotable, del cual las grandes corporaciones transnacionales obtienen formidables réditos.

02/07/2020
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Foto: lepeuple.be big data   lepeuple
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Con escasa o nula conciencia de lo que ocurre con los datos que, de una forma espontánea y hasta ingenua, proporcionan toda vez los millones de usuarios que acceden a una red o servicio de internet, éstos componen un recurso económico extraordinario, prácticamente inagotable, del cual las grandes corporaciones transnacionales obtienen formidables réditos, sin que se vean obligadas a retribuirle a aquellos el aporte que realizan a diario. En vista de esta nueva situación creada por la lógica del capitalismo, a nivel mundial se levantan voces exigiendo la imposición de mecanismos legales que controlen y restrinjan este derecho de facto por parte de las grandes corporaciones transnacionales, de modo que se protejan los derechos y la potestad de las personas sobre sus datos, tanto en lo que concierne a su condición individual como colectiva.

 

Todo esto indujo a Just Net Coalition a presentar el 25 de noviembre de 2019 un Manifiesto por la Justicia Digital durante la realización del Foro de Gobernanza de Internet, en la ciudad alemana de Berlín, sintetizado en la frase “Un llamado para que nuestro futuro digital nos pertenezca”. Sus Principios clave comprenden lo siguiente:

 

1. Todas las personas deben tener potestad sobre sus datos, `ya sea individual o colectiva.

 

2. Nuestros datos requieren protección contra el abuso.

 

3. Necesitamos las herramientas para controlar nuestros datos.

 

4. Los bienes comunes de datos requieren marcos de gobernanza adecuados.

 

5. La protección, el intercambio y la utilización de datos requieren nuevas instituciones.

 

 6. El trabajo que genera datos debe ir acompañado de derechos digitales.

 

7. Los datos deben procesarse cerca del punto de su origen.

 

 8. Los flujos transfronterizos de datos deben regirse a nivel nacional.

 

 9. Es necesario reivindicar las tecno-estructuras como espacios personales y públicos.

 

10. Deberíamos tener potestad sobre el software que utilizamos y poder controlarlo.

 

 11. Las infraestructuras digitales clave deben ser administradas como servicios públicos.

 

12. Las tecno-estructuras deben ser descentralizadas para un uso abierto, con interoperabilidad.

 

13. Los monopolios digitales globales deben desarticularse.

 

14. La datificación de las sociedades debe gestionarse democráticamente.

 

15. El desarrollo de los estándares digitales debe ser la responsabilidad de organismos de interés público.

 

16. La esfera digital debe ser gobernada de lo local a lo global.

 

Como se pone de relieve cada día, las tecnologías de información y comunicación (TIC) han constituido un gran avance en los últimos treinta años. Computadoras, teléfonos móviles y otros elementos similares les han permitido a muchas personas acceder a una conexión global, en tiempo real, conocer noticias ocurridas a miles de kilómetros de distancia, y compartir datos de su particular interés desde la comodidad del hogar.

 

Algunos califican dicho avance de tsunami tecnológico, del cual pocos perciben las posibles consecuencias que este tendría respecto a la concepción y el funcionamiento de las estructuras del modelo civilizatorio actual, a pesar de estar presente en la actividad cotidiana de la banca y de los mercados financieros; las transacciones con monedas digitales; y la utilización, entre otras cosas, de drones, satélites, big data, cámaras de vigilancia, aparatos de reconocimiento facial y diversos sensores acoplados con inimaginables bases de datos en manos de empresas y gobiernos, que hacen de la vida de cada ser humano un libro abierto, carente, prácticamente, de privacidad.

 

Apenas comienzan a analizarse sus impactos e implicaciones, cuestión que se extiende a la infraestructura digital que debiera existir en todo país, sobre todo en lo que respecta a África y nuestra América, donde la mayoría de sus poblaciones escasamente cuenta con servicios de internet; todo ello sin considerar el efecto de la radiación electromagnética en la salud de las personas, a lo que se añade el hecho de que se requiere extraer grandes cantidades de minerales necesarios para fabricar teléfonos celulares y demás artefactos de transmisión y recepción, presentes en ambos continentes, lo que incrementa la destrucción creciente de ecosistemas, suscitando conflictos de intereses políticos y comerciales diversos.

 

Para muchos, la infinidad de posibilidades creativas, recreativas y utilitarias que podría derivarse de las tecnologías de información y comunicación les anima a creer que el futuro podría ser algo mejor que el presente. No obstante, también suscita el temor reflejado en las distopías creadas por los autores de ciencia ficción con un mundo dominado por minorías despóticas que uniforman al extremo el pensamiento y el estilo de vida del resto de la humanidad, dándole la sensación y la convicción que no tienen otras opciones factibles, resignados a su condición y destino. Tal dualidad de criterios obliga, sin embargo, a fijar posiciones respecto a lo que ello significa.

 

La larga historia del sistema capitalista y de los usos dados a la ciencia y la tecnología en materia militar nos debiera prevenir respecto a sus efectos negativos, lo que impondría la necesidad de ejercer un mejor control. Lo que quedaría pendiente es saber hasta qué límite y cómo se haría. Lo segundo sería lograr que todos estos avances sirvan realmente para dotar a los seres humanos de unas mejores condiciones materiales de vida, en armonía con su entorno natural, las que, eventualmente, contribuirían a consolidar el viejo sueño humano de una emancipación integral.

 

 

https://www.alainet.org/en/node/207621?language=es
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