Haití y la Expedición de los Cayos: donde recomenzó la Independencia de Suramérica

El Presidente haitiano Alejandro Petion es “el autor de nuestra libertad”.  Lo dijo Simón Bolívar, que pasó tres meses en Haití organizando la incursión sobre Venezuela.

30/03/2021
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Simón Bolívar y Alejandro Petion
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Epígrafe

 

“En los años dolorosos en que nuestra patria andaba al acaso sobre los azares del mar, compendiada en los penates que Bolívar había jurado guardar, Petion representó el mejor apoyo que tuvo nuestro destino republicano…con la ayuda eficaz del ilustre Presidente haitiano, pudo armar el Libertador las expediciones que lo llevaron, contra el propio egoísmo de los jefes nativos, a consagrarse definitivamente a la obra de redimir, no sólo ya a la Patria sojuzgada sino a la América entera que buscaba su inquebrantable destino democrático…No traía armas y municiones solamente la expedición que zarpó de Los Cayos el 31 de marzo de 1816. En ella comandaba un pensamiento poderoso. Una idea ecuménica de igualdad inspiraba la mente del Héroe.” Mario Briceño Iragorry

 

 Introito

 

El Presidente haitiano Alejandro Petion es “el autor de nuestra libertad”.

 

Lo dijo Simón Bolívar, que pasó tres meses en Haití organizando la incursión sobre Venezuela. Siempre con la protección y atenciones de Petión; y siempre en la mira de sus detractores que no le daban tregua ni siquiera en esas condiciones de precariedad, donde todas sus posibilidades dependían del prestigio del Libertador, cuyo sólo nombre era aval suficiente de credibilidad.

 

El 7 de febrero se dio la reunión de los oficiales republicanos en el lugar de La Sabane. En Haití se habían concentrado seiscientas o más personas venidas de Venezuela y Cartagena. No todos los hombres se enrolaron en la expedición, por enfermedad o por tratarse de refugiados con sus familias. En la reunión Bolívar expuso la tesis de lanzarse primero por Venezuela donde el ejército realista estaba dispersado en un extenso territorio. El Coronel Juan Bautista Bideau, mulato francés de Santa Lucía, buen conocedor del oriente venezolano por su incorporación temprana a nuestra causa desde 1811, fue uno de los que argumentó a favor de la incursión con la mira puesta en Guayana. Este plan lo apoyaron Brion, Anzoátegui, Zea y la mayoría allí presente. Se le opusieron Bermúdez y los franceses Aury, Ducaylá y Coyot. Este Aury representó un escollo problemático, toda vez que traía un mando marino otorgado por Cartagena bajo la gobernación del propio Bermúdez.

 

I

 

La ruta a la Batalla de Carabobo comenzó en Haití.

 

En enero de 1815, a un lustro del inicio del movimiento independentista, Simón Bolívar acumula en su haber político-militar una experiencia de derrotas y hazañas tan intensa,  que va desde dos caídas de la República de Venezuela, la Campaña Admirable, dos exilios, guerras civiles en la Nueva Granada, y la obtención del título con que lo honró su país natal y lo sigue honrando la Humanidad.

 

En diciembre de 1814 acaba de prestar un nuevo servicio vital a la Independencia en la disidente Cundinamarca, trayéndola por la fuerza a la causa patriota por orden del Congreso de la Unión. Para ello contó con el ejército que Rafael Urdaneta logró conservar con la sabia retirada que dirigió desde los llanos de San Carlos de Cojedes en Venezuela, hacia territorio neogranadino por la misma vía que recorrió en 1813 cuando se conoció con Bolívar.

 

Enero 1815 Bolívar expone sus ideas en célebre discurso y traza un plan estratégico que requiere rapidez y contundencia de ejecución, porque las circunstancias pueden complicarse harto manera con la llegada de una poderosa flota que ha partido de Cádiz rumbo a reconquistar Suramérica.

 

Este plan consistía en marchar con un ejército reforzado sobre las plazas realistas de Santa Marta, Maracaibo y Coro, tomar e instaurar gobierno en Venezuela, destinando a Urdaneta a enfrentar a Calzada en Cúcuta, y a Serviez y Montufar ir sobre Popayán, desde donde avanza una importante fuerza enemiga; cumplidas estas metas, se debía ir rumbo al sur de la Nueva Granada –donde Nariño ha sido derrotado y apresado- para liberar Pasto, Quito y el Perú, si aún seguía en manos españolas.

 

En Cartagena se fragua un sabotaje crucial al plan bolivariano. La reincidencia obstruccionista del comandante y jefe político de la ciudad amurallada Manuel Castillo, que ahora suma las intrigas profesionales de Ducudrauy Holstein y el reconcomio de Bermúdez, se juntan para negar los recursos que el Gobierno de la Unión ha autorizado entregarle a Bolívar.

 

El Libertador, que viene de combatir a granadinos disidentes, hastiado de las divisiones entre hermanos de causa y decidido a no caer en la guerra civil, no desea actuar militarmente contra Cartagena; por cartas y a través de emisarios pide a Castillo un arreglo al que éste se niega tercamente; todo parece indicar que habrá confrontación, pero sobreviene una viruela entre la tropa de Bolívar, quien –guiado por su brújula de sabiduría e intuición- depone el mando castrense el 8 de mayo.

 

Decide exiliarse en el archipiélago antillano; su primer refugio es Jamaica, y hasta allí lo persiguieron sus enemigos. Llega a Kingston el 14 de mayo de 1815, donde despliega una intensa obra propagandística para ganar aliados; es obvio que sin los recursos mínimos necesarios para armar y sostener su ejército, no habría posibilidad alguna de victoria. No se amilana ni un segundo. Su producción intelectual que asombra en la distancia del tiempo por el carácter analítico y predictivo, queda plasmada en la antología epistolar de este hombre extraordinario que lo mismo hizo hazañas con la espada que con la pluma.

 

La famosa Carta de Jamaica es un documento fundamental de su Doctrina, que junto a los Manifiestos de Cartagena y Carúpano, y al Discurso de Angostura, sintetizan el ideario emancipador de Simón Bolívar: anticolonialismo y autodeterminación de los pueblos, igualdad instituida y practicada, y el establecimiento de repúblicas democráticas. Tal es el trípode de la gran reforma social que propugnó en su gesta.

 

Enterado de la incursión de Morillo sobre Cartagena, se propone ir a defender la libertad de esa ciudad, para lo cual contrató el barco La Popa y reclutó entre los patriotas que se hallaban en la isla; pero ya en altamar, siendo aproximadamente el 18 de diciembre, sabe la noticia de la rendición ocurrida el pasado día cinco del mismo mes. Nótese que aún sumergido en penurias personales, sin dinero ni cargo representativo alguno que lo favoreciera ante autoridades extranjeras, Bolívar no dejó de tomar la iniciativa, y tanto lo sabía el enemigo colonialista, que a fuerza de sobornos lograron captar asesinos y traidores en Jamaica dispuestos a intentar asesinarlo. El caso del esclavo Pío apuñalando su hamaca aquel 10 de diciembre, es ilustrativo de lo cercana que estuvo la muerte tras los pasos del héroe continental. El tal Pío –según algunas versiones- había sido captado por españoles que envió Morillo; otras voces especulan que se pudo tratar de una emboscada de los jefes patriotas que le disputaban el liderazgo. Sería éste uno de los tres fuertes atentados contra la vida del Libertador, de los que logró salvarse milagrosamente.

 

Habiéndose vuelto a Kingston, la emprendió para Haití, donde esperaba lograr el apoyo de Petión. Entre los oficiales que le acompañaban estaba el curazoleño Luís Brion, armador de embarcaciones a veces dedicadas al corso, que se enfiló en la causa republicana, llegando a realizar importantes servicios y desempeñar altas responsabilidades.

 

La evacuación de Cartagena rendida por las fuerzas de Pablo Morillo, resultó en un éxodo marino: en 13 buques se fueron más de un millar de personas hacia las islas Jamaica y Haití, algunos que seguían hacia Cuba zozobraron, muriendo muchos, donde casi fallece el futuro Mariscal de Ayacucho.

 

Al fin las circunstancias hicieron que los jefes de Cartagena –Bermúdez y Montilla, entre ellos- que unos meses atrás no lo quisieron recibir, menos apoyar, ahora venían donde él, derrotados, y otra vez El Libertador los montaría generosamente en la Barca de las Glorias, que fue su nave existencial en la Independencia: Mariano Montilla, en el suceso de Cartagena estuvo del lado de Castillo, igual que Bermúdez, saboteando el plan bolivariano que aseguraba tomar Santa Marta, y entrar a liberar Venezuela por Maracaibo y Coro.

 

El 25 de diciembre desembarca en los Cayos de San Luís, el 31 llega a Puerto Príncipe, y el 2 de enero de 1816 se entrevista con el presidente Petión. La generosidad del revolucionario haitiano se desbordó con los patriotas venezolanos. Entre él y Bolívar surge una empatía natural. Se comunican en francés, que El Libertador habla perfectamente. Charlan del momento histórico, de la abolición de la esclavitud, de los autores que encienden sus ideas.

 

El 31 de marzo de 1816 zarpa con destino a las costas orientales venezolanas la Expedición de Los Cayos.

 

Debemos a Paul Verna el listado de doscientos setenta y dos expedicionarios, que incluye oficiales de distinta graduación y expertos marineros que tripulan las naves, de los cuales 171 eran venezolanos, 33 neogranadinos, 20 franceses, 19 haitianos, 6 ingleses, 5 italianos, 2 curazoleños, 2 españoles, 1 escoses, 1 norteamericano y un polaco. Los once no identificados eran marinos haitianos embarcados a última hora.

 

Con Brion comparte Bolívar estas impresiones, y animado por los apoyos concretados le exclama: “Formémonos una patria a toda costa y todo lo demás será tolerable”. Ese era su objetivo fundamental. Le trasmitía así su intención de unir a toda la fuerza en el exilio, sin dejar a nadie por fuera, incluso aquellos que se habían mostrado en su rabiosa condición antibolivariana. Los dos mil fusiles con municiones que Petion le entregó necesitarían brazos que los empuñaran por la libertad de los pueblos que aún padecían bajo el yugo del Imperio Hispano.

 

II

 

Un resumen de aquél terrible momento nos ofrece Alberto Pinzón: “Pablo Morillo al mando de la expedición colonial desembarca el 29 de abril de 1815 en la isla Margarita, con lo que la situación se torna insostenible. El 8 de mayo de 1815 después de un acuerdo de paz, Bolívar accede a dejar su tropa en manos del oficial Florencio Palacio como lo exige Castillo y se embarca rumbo a Jamaica a donde llega solitario el 14 de mayo de 1815. Siete meses después, el 5 de diciembre de 1815, Cartagena cae en manos de las tropas españolas de Pablo Morillo después de un espantoso sitio que dura 106 días y Castillo muere ahorcado culpando en el cadalso a Bolívar de ello, por no haberle hecho caso”.

 

Para Baralt, la situación reinante el año 1815 en Venezuela, se caracteriza como “compleja en extremo debido a las terribles circunstancias económicas, políticas y sociales que se vivían, según lo reseñan los documentos, y la mayoría de autores y estudiosos de la época. Por un lado el bando patriota enfrentó en 1814 la derrota más importante de la lucha independentista con la perdida de la Segunda República. Al ocurrir este hecho, los principales cabecillas del movimiento huyeron al exilio. En los inicios del año 15, todo se había perdido. Con el caos reinante en la mermada población, la ausencia de los liderazgos de Simón Bolívar, Carlos Soublette, Santiago Mariño, entre otros, y el escenario de destrucción de la república, le permite al bando realista, asumir su triunfo pleno; sin embargo, al final comenzaba la retoma efectiva en todos los aspectos de la vida administrativa, política, económica y militar de la Capitanía General de Venezuela. Pero esta vez, dicha retoma estará englobada en una política de pacificación y reorganización del territorio, originada directamente desde el reino de España.”

 

La “expedición pacificadora” del Teniente General Pablo Morillo a Venezuela, “fue un proceso que se inició a partir del año de 1814 en España. Allí se había restituido en el trono al Rey Fernando Séptimo, que había asumido su mandato a partir de 1808, pero debido la invasión francesa de ese mismo año se retiró al exilio. Ese mismo año de 1814 “recibió Morillo su título de Capitán General de las provincias de Venezuela y General en Jefe del ejército expedicionario, en 14 de agosto”.

 

Y esos tiempos de derrotas siempre vienen acompañados de divisiones, señalamientos, resentimientos, creándose un caldo de cultivo para toda clase de intrigantes y saboteadores. Contra El Libertador los había hasta debajo de las charcas. Uno de ellos, muy activo, Luís Aury, corsario francés, presente en todas las conspiraciones contra Bolívar; a quien el Libertador despachó el 18 de enero de 1821 de esta forma: “Contra los esfuerzos de Usted y sin necesidad de sus servicios, se ha elevado la República de Colombia al estado de no necesitar de más corsarios que degraden su pabellón en todos los mares del mundo. En consecuencia podrá restituirse Usted a sus buques y llevárselos fuera de las aguas de Colombia”. 

 

Henri Louis Ducoudray-Holstein, aventurero nacido en Alemania, que, entre tantas manipulaciones historiográficas, se simuló la autoría de Bolívar de un panfleto que algunos oficiales venezolanos imprimieron contra Motilla en Los Cayos. El chisme provocó que el agraviado retara a un duelo al Libertador, que no se consumó por la intervención firme del jefe militar de Los Cayos, General Ignacio Marión. 

 

Las tensiones entre varios jefes militares que arrastraban viejas rencillas, cundieron en los momentos de ocio por la espera en Los Cayos. Hubo varios retos a duelo. Mariño retó a Brión, Ducoudray-Holstein a Soublette, Piar al Coronel Jugo. Bermúdez amenazó de muerte a Bolívar.

 

Un personaje disparatero lo fue el tal Rafael Diego Mérida, odiador acérrimo del Libertador, de quien Bolívar diría en noviembre de 1821, que “en Los cayos de San Luís estuvo casi disuelta la expedición que conduje a la Costa Firme el año de 1816, sólo por los manejos y tramas de Mérida. Separó y dividió a los jefes que la componían y fueron necesarios esfuerzos inauditos para lograr salir e ir a Margarita”.

 

Bolívar internalizó en Los Cayos una convicción fuerte que ya venía cultivando, pero que ahora se hacía vital: sólo la disciplina más férrea y la unidad de mando, serían las garantías de la victoria.

 

III

 

Conclusión

 

Una valoración histórica amplia, con los soportes documentales y precisión de los hechos, sigue siendo una tarea de la historiografía venezolana, que cuenta de entrada, con la importante aportación del historiador haitiano Paul Verne, en su obra “Bolívar y Patio”, la más completa investigación sobre esa relación trascendental para nuestra Independencia.

 

La Expedición de los Cayos –que realmente son dos- significa el relanzamiento de la Guerra de Independencia; con la particularidad, que se hace gracias a la solidaridad determinante con que auxilia a nuestra causa el gobierno revolucionario de Alejandro pepión en Haití. Sin esa ayuda decisiva de Petion, otra sería la historia.

 

En primer lugar los patriotas van a Haití porque saben que allí hay un territorio libre de dominación colonial. La reunión de Bolívar con Petion demuestra el prestigio y liderazgo del Libertador, única carta confiable a los ojos del revolucionario haitiano.

 

Bolívar por su lado tiene la mejor opinión sobre Petion. Se confían sus más secretas estrategias porque saben que están en la misma vía emancipatoria de pueblos y naciones. Petion lo aportó de su Haití liberada de la esclavitud a un Simón Bolívar que militaba de las ideas más avanzadas en la región latinoamericana y caribeña. El Libertador le prometió agradecer por siempre ese gesto en extremo generoso.

 

Ese apoyo haitiano a nuestra Independencia, que el Comandante Chávez tanto recordó e intentó reciprocar, lo fue todo en aquél momento de derrota y desesperanza, que sólo el espíritu irreductible del Libertador y la mano solidaria del Presidente Alejandro Petion, lograron convertir en el renacimiento del sueño bolivariano.

 

De Haití a Angostura, y de Angostura a la Inmortalidad. Esa es la Historia.

 

Yldefonso Finol

Historiador bolivariano  

 

 

 

 

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