Los acuerdos de 'libre comercio' no crearán trabajo, pero un dólar más competitivo sí podría hacerlo
14/05/2013
- Opinión
El Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP) es un acuerdo comercial muy especial. Es tan especial que los funcionarios del Gobierno que lo están negociando quieren mantenerlo completamente en secreto. ¡Es como un regalo especial de Navidad, así que quieren que sea una sorpresa! Y para asegurarse de que es una sorpresa, ellos ni siquiera dejarán que un solo miembro del Congreso vea lo que se está negociando. Sin embargo, a cientos de corporaciones se les ha dado acceso al borrador del texto.
A usted esto debe darle alguna idea de la agenda comercial de nuestro Gobierno. El presidente Obama dice que quiere crear puestos de trabajo a través del comercio, pero es más probable que este acuerdo haga que se pierdan puestos de trabajos aquí, y no que se creen. Borradores filtrados de distintas partes del acuerdo señalan, por ejemplo, que nuestros negociadores están tratando de aumentar la protección de patentes de las compañías farmacéuticas. Esto no va a crear puestos de trabajo, si bien puede hacer que nuestras grandes compañías farmacéuticas y sus accionistas se enriquezcan más.
Cuando nuestro Gobierno nos dice que tal acuerdo va a crear puestos de trabajo en los EE.UU., está diciendo que el acuerdo incrementará las exportaciones de manera más rápida que las importaciones. Por tanto, con respecto al TPP, ellos están diciendo que vamos a aumentar con mayor rapidez nuestras exportaciones a Australia, Brunei, Chile, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam –y ahora posiblemente a Japón– de lo que lo harán nuestras importaciones procedentes de estos países. Eso es poco probable. Nos prometieron lo mismo con el TLCAN hace dos décadas, pero no funcionó así en absoluto.
Es un hecho que lo más importante que nuestro Gobierno tiene que hacer para crear puestos de trabajo es estimular la economía invirtiendo más dinero. La demanda privada de bienes y servicios no se ha recuperado lo suficiente desde la Gran Recesión, por lo que todavía tenemos a más de 21 millones de personas sin empleo, con trabajos a tiempo parcial de manera involuntaria; o habiéndose rendido en la búsqueda de trabajo. Desafortunadamente, debido al poder de la ideología y los intereses, nuestro Gobierno va en la dirección equivocada, lo que debilita a la economía a través de la reducción del gasto público.
Existe una forma por la que podemos aumentar las exportaciones más que las importaciones, y es disminuyendo el valor del dólar de EE.UU. frente a las monedas de nuestros socios comerciales. Un dólar de menor valor significaría que nuestras exportaciones serían más competitivas, y las importaciones más caras. Esto reduciría nuestro déficit comercial, y eso, sin duda, crearía puestos de trabajo en el país, incluyendo trabajos en el sector manufacturero. Últimamente, nuestro déficit comercial se ha reducido –ha caído desde el 5.7 por ciento del PIB en su punto máximo en 2006, hasta alrededor del 3.6 por ciento en la actualidad. Pero esto es mayoritariamente debido a la Gran Recesión y a la débil recuperación desde que ésta terminó oficialmente hace casi cuatro años. Cuando la economía vuelva al crecimiento normal, las importaciones se dispararán, porque el dólar está sobrevaluado.
Por supuesto, nuestras corporaciones más poderosas se encuentran muy cómodas con un dólar sobrevaluado. A Wall Street le gusta, ya que mantiene la inflación más baja. A otras grandes empresas – y a Wall Street también– les gusta porque significa que pueden comprar cosas (y trabajo) más baratas alrededor del mundo. Al igual que con los acuerdos comerciales, las grandes corporaciones que dominan a nuestro Gobierno no se preocupan mucho por los puestos de trabajo o por si tenemos un sector manufacturero. Por esta razón usted no oye mucha discusión acerca de lo que le ha hecho –o continúa haciendo– el dólar sobrevaluado a nuestra economía y al empleo.
Nuestros oligarcas tienen la ilusión de ver a Estados Unidos succionando más rentas monopólicas de otros países –países que, cada vez más, son países en desarrollo– a través de una mayor protección de patentes y de la "propiedad intelectual". Sus grandes bancos también quieren apoderarse de los mercados de servicios financieros en el extranjero. Hay de por medio enormes sumas de dinero para el "uno por ciento", incluso si la economía nacional continúa débil, incluso si nuestra infraestructura y el sistema educativo se deterioran; y el empleo –aún más la obtención de un buen trabajo– sigue siendo escaso en casa. Esa es su agenda denominada de "libre comercio".
A usted esto debe darle alguna idea de la agenda comercial de nuestro Gobierno. El presidente Obama dice que quiere crear puestos de trabajo a través del comercio, pero es más probable que este acuerdo haga que se pierdan puestos de trabajos aquí, y no que se creen. Borradores filtrados de distintas partes del acuerdo señalan, por ejemplo, que nuestros negociadores están tratando de aumentar la protección de patentes de las compañías farmacéuticas. Esto no va a crear puestos de trabajo, si bien puede hacer que nuestras grandes compañías farmacéuticas y sus accionistas se enriquezcan más.
Cuando nuestro Gobierno nos dice que tal acuerdo va a crear puestos de trabajo en los EE.UU., está diciendo que el acuerdo incrementará las exportaciones de manera más rápida que las importaciones. Por tanto, con respecto al TPP, ellos están diciendo que vamos a aumentar con mayor rapidez nuestras exportaciones a Australia, Brunei, Chile, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam –y ahora posiblemente a Japón– de lo que lo harán nuestras importaciones procedentes de estos países. Eso es poco probable. Nos prometieron lo mismo con el TLCAN hace dos décadas, pero no funcionó así en absoluto.
Es un hecho que lo más importante que nuestro Gobierno tiene que hacer para crear puestos de trabajo es estimular la economía invirtiendo más dinero. La demanda privada de bienes y servicios no se ha recuperado lo suficiente desde la Gran Recesión, por lo que todavía tenemos a más de 21 millones de personas sin empleo, con trabajos a tiempo parcial de manera involuntaria; o habiéndose rendido en la búsqueda de trabajo. Desafortunadamente, debido al poder de la ideología y los intereses, nuestro Gobierno va en la dirección equivocada, lo que debilita a la economía a través de la reducción del gasto público.
Existe una forma por la que podemos aumentar las exportaciones más que las importaciones, y es disminuyendo el valor del dólar de EE.UU. frente a las monedas de nuestros socios comerciales. Un dólar de menor valor significaría que nuestras exportaciones serían más competitivas, y las importaciones más caras. Esto reduciría nuestro déficit comercial, y eso, sin duda, crearía puestos de trabajo en el país, incluyendo trabajos en el sector manufacturero. Últimamente, nuestro déficit comercial se ha reducido –ha caído desde el 5.7 por ciento del PIB en su punto máximo en 2006, hasta alrededor del 3.6 por ciento en la actualidad. Pero esto es mayoritariamente debido a la Gran Recesión y a la débil recuperación desde que ésta terminó oficialmente hace casi cuatro años. Cuando la economía vuelva al crecimiento normal, las importaciones se dispararán, porque el dólar está sobrevaluado.
Por supuesto, nuestras corporaciones más poderosas se encuentran muy cómodas con un dólar sobrevaluado. A Wall Street le gusta, ya que mantiene la inflación más baja. A otras grandes empresas – y a Wall Street también– les gusta porque significa que pueden comprar cosas (y trabajo) más baratas alrededor del mundo. Al igual que con los acuerdos comerciales, las grandes corporaciones que dominan a nuestro Gobierno no se preocupan mucho por los puestos de trabajo o por si tenemos un sector manufacturero. Por esta razón usted no oye mucha discusión acerca de lo que le ha hecho –o continúa haciendo– el dólar sobrevaluado a nuestra economía y al empleo.
Nuestros oligarcas tienen la ilusión de ver a Estados Unidos succionando más rentas monopólicas de otros países –países que, cada vez más, son países en desarrollo– a través de una mayor protección de patentes y de la "propiedad intelectual". Sus grandes bancos también quieren apoderarse de los mercados de servicios financieros en el extranjero. Hay de por medio enormes sumas de dinero para el "uno por ciento", incluso si la economía nacional continúa débil, incluso si nuestra infraestructura y el sistema educativo se deterioran; y el empleo –aún más la obtención de un buen trabajo– sigue siendo escaso en casa. Esa es su agenda denominada de "libre comercio".
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.
https://www.alainet.org/en/node/76063
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