Los niños de hoy son “nativos digitales”, es decir, desde que nacen están expuestos a las tecnologías de la información y la comunicación (TICs). Por ello es que se considera que los infantes desarrollan una “cultura de los medios digitales” con notable celeridad, lo que conlleva beneficios aunque, también muchos riesgos. Sin ir más lejos, se calcula que entre 1998 y 2004 el uso de Internet de parte de los niños creció mil 400%, cifra impresionante considerando que, en contraste, el crecimiento de la población con acceso a la red en el mismo período fue de 555% en el mundo. En este sentido es evidente que para los neonatos la aceptación de este medio es simple y llanamente espectacular.1
Internet ofrece muchas cosas positivas a los infantes, por ejemplo, diversión, interacción, información, complementa la educación y claro, ayuda a comunicar. Empero, los niños son particularmente vulnerables, puesto que están expuestos a información y contacto con personas extrañas que pueden causarles daño. Asimismo es de destacar que el tiempo que un niño o adolescente invierte frente la computadora, tableta y/o teléfono inteligente, se debe restar a la convivencia e interacción con su familia y entorno inmediato, lo que, al menos en parte, contribuye al sedentarismo desde temprana edad y a problemas de salud otrora considerados como de “adultos”, por ejemplo, la obesidad, la diabetes y hasta la hipertensión arterial.2
En este sentido, la presencia de los niños y los adolescentes en la red debe ser motivo de supervisión y escrutinio, amén de que también es importante educar a las nuevas generaciones en torno a las bondades y los riesgos de las TICs.
Hay que ser muy claros al respecto: los niños y los adolescentes tienen el derecho a la libre expresión, a la información y a la privacidad en línea. Sin embargo, por sus edades, capacidades, madurez y desarrollo, las consecuencias de navegar pueden ser muy variadas y no necesariamente positivas, por lo que es necesario proteger a los infantes en más de un sentido.
Los niños internautas
El sentido común ayuda a entender que la edad de los infantes es inversamente proporcional a la supervisión, por parte de los adultos, de sus actividades en la red. Es decir, entre más pequeños son los adultos desempeñan un papel central al introducirlos al mundo virtual, pero a medida que van creciendo, tienden a prescindir de la “asesoría” y/o supervisión, tema delicado considerando que así como la red cuenta con información útil y muchos mecanismos de entretenimiento en el más puro estilo lúdico, también hay personas al “acecho” que buscan aprovecharse de la poca madurez e inocencia de los usuarios más jóvenes.
En este sentido es importante hacer una revisión cronológica sobre el acercamiento de los niños a la red, desde su más tierna infancia hasta antes de que cumplan la mayoría de edad –que en la gran mayoría de los países ocurre a los 18 años. Comenzando con la edad preescolar que va de los 2 a los 6 años, hay dos momentos importantes: el primero, entre los 2 y los 4 años, cuando los pequeños dependen casi por entero de la guía de los padres para usar la computadora, la tableta o el teléfono inteligente. A esa edad destacan diversos productos educativos en la forma de programas de cómputo, juegos, etcétera, que le permite a los peques acercarse a diversos temas. Los pediatras y psicólogos infantiles refieren que a esa edad, los niños tienen una capacidad muy limitada para prestar atención a las actividades en línea, pese a lo cual las imágenes a las que pueden tener acceso en la red estarían en condiciones de contribuir a desarrollar capacidades cognitivas y a estimular su imaginación.3
Entre los 5 y los 6 años la situación cambia y los infantes optan por explorar ellos mismos la red, lo cual no significa que los padres y/o educadores deban dejarlos a su suerte. En esta etapa aprenden a leer y contar y están ávidos de desarrollar esas habilidades, interactuando con otras personas. En general suelen ser respetuosos y no cuestionan a las figuras de autoridad, aunque esta afirmación debe ser matizada en función de diversos factores socio-culturales que ciertamente influyen para que los niños se desenvuelvan de distinta forma.4 En cualquier caso, las tareas escolares, el desarrollo de relaciones amistosas en línea con familiares, compañeros de clase y otras personas, es la norma y ello puede tornarse muy absorbente en términos de tiempo, lo que, si no es debidamente controlado, podría interferir negativamente en el desarrollo de otros aspectos importantes en la vida de los peques.
Entre los 7 y los 8 años, los niños son más curiosos y suelen incursionar en ambientes como los chats, donde la supervisión de los padres es escasa. Muchos hacen esto a escondidas, aun cuando, como dijimos, no suelen cuestionar todavía a la autoridad de sus padres ni maestros. Empero, están empezando a “delimitar su territorio”, a tomar conciencia de su género, e intentan relacionarse con niños de mayor edad.
En el período comprendido entre los 9 y los 12 años, que corresponde al de la pre-adolescencia, el uso de Internet es creciente, y la curiosidad los empuja a ingresar a cualquier sitio y es cuando seguramente accederán a contenidos de sexo explícito, de cómo usar un arma, o bien de la manera más adecuada para fabricar una bomba, entre diversas posibilidades. Los cuerpos de los niños y las niñas están sufriendo cambios hormonales y, de no existir una guía adecuada de los educadores y los padres, quedan expuestos a información que los puede confundir, aislar, o en el peor de los casos, vincularlos a personas u organizaciones que buscan tomar ventaja de esa situación para fines de bullying, explotación sexual e, inclusive, tráfico de órganos. Aquí es donde más aflora la llamada brecha digital entre los niños de hoy y sus padres y maestros porque5 éstos últimos, en general no pertenecen a generaciones que nacieron “con un teléfono celular bajo el brazo”, sino que constituyen “migrantes digitales” Así, mientras que los “nativos digitales” son personas que nacieron a partir de 1995 y que a la fecha no rebasan los 20 años de edad, los “migrantes digitales”, por su parte, nacieron a principios de la década de los 60 y no rebasan los 55 años de edad en el momento actual. Se les considera “migrantes” porque si bien han sido testigos del vertiginoso desarrollo de las TICs y de su impacto en la vida diaria y profesional en años recientes, educación y formación se desarrolló con métodos más “tradicionales.” En este sentido, los “migrantes digitales” emplean computadoras, tabletas, laptops, netbooks, iPods, iPads, etcétera, pero subutilizan estos gadgets en términos de las tareas múltiples que pueden realizar. Los teléfonos inteligentes son empleados sobre todo para hacer llamadas y eventualmente para tomar fotos.
Los “migrantes digitales”, por cierto, son los principales usuarios de los wikis (i. e. Wikipedia), donde satisfacen muchas de sus necesidades de información, sea para ellos o bien para sus hijos, nietos y/o alumnos. Asimismo, su presencia en las redes sociales obedece a la curiosidad, o bien a una necesidad “inducida” por las circunstancias, puesto que sus hijos, sobrinos y/o nietos, todo el tiempo les hablan de Facebook, Twitter, Instagram, etcétera y de la importancia de hacer acto de presencia en ellos.6 En el mejor de los casos, los “migrantes digitales” intentan saber un poco más sobre esos ambientes virtuales que tanto fascinan a los infantes, aun cuando, para fines de guía y protección, el conocimiento que poseen sobre la red es limitado y en muchos casos, no saben cómo “encausar” a los más jóvenes a un puerto “medianamente seguro.” De ahí que los educadores, los psicólogos y otros especialistas insistan en la importancia de subsanar el “analfabetismo digital”, de manera que las nuevas generaciones puedan contar con una orientación y protección más especializada de parte de personas en las que estarían naturalmente llamadas a confiar y encontrar apoyo y ayuda en situaciones críticas.
El período comprendido entre los 13 y los 17 años, suele ser particularmente difícil para los adolescentes y también para sus padres y maestros. Parte del problema se explica de cara a la ya citada “brecha generacional”, la cual es patente desde el momento en que los infantes-adolescentes operan con notable fluidez las TICs, saben más sobre ellas, así como también acerca de los programas de cómputo y los videojuegos de moda, los que manejan con singular destreza. No es claro que el acceso a las TICs sea asumido como un medio –para apoyar las tareas de la escuela, para informarse de acontecimientos propios de esa edad, etcétera- sino como un fin en sí mismo. De hecho es preocupante observar que el aislamiento al que los infantes están expuestos en las sociedades modernas, los alienta a vincularse con “extraños” en la red, buscando reafirmar su identidad, por ejemplo, a través de la premisa de que “ser popular” es lo más importante.
Ahí está el caso del polémico cantante canadiense, Justin Bieber, quien formalmente ya es un adulto a sus recién cumplidos 19 años de edad, y de quien se dice, es la persona más popular en Twitter, con un total de 37 millones 547 mil 443 seguidores, superando a Lady Gaga con 36 millones 155 mil 93 al escribir estas líneas. Pues bien, un estudio publicado en el diario español ABC, revela que la mitad de los seguidores del joven Bieber son falsos.6 Siguiendo el ejemplo de este personaje, quien no se ha distinguido precisamente por actuar con prudencia ni madurez en fechas recientes, muchas jovencitas y jovencitos asumen que “lo de hoy” es ser “popular”, a cualquier costo. Parte del problema seguramente radica también en la irresponsabilidad que muestran los adultos al “comprar popularidad” a través de empresas que ofrecen elevar el número de seguidores que tienen en las redes, por ejemplo, para fines de autopromoción y electoreros. Triste ejemplo de empleo irresponsable de las TICs es el que dan los “migrantes digitales” a los más jóvenes. 7 La información disponible señala que si una persona en plena campaña electoral quiere elevar el número de “seguidores” para dar una imagen de “popularidad”, mil seguidores cuestan 20 dólares; 5 mil seguidores se cotizan entre 80 y 90 dólares; y contar con unos 25 mil nuevos fans, implica una erogación, en promedio, de 350 dólares.8
Amenazas para los niños en la red
Annie Cameron, una adolescente de 14 años de edad que vive con sus padres cerca de Chicago, es una niña aplicada en la escuela y tiene una buena relación con sus progenitores. El día del cumpleaños de Annie, sus padres le obsequian una computadora portátil y aquí es donde se gestará una terrible situación que cambiará su vida y la de su familia para siempre. Annie comienza a “chatear” a través de la computadora y a intercambiar mensajes de texto en su teléfono inteligente con “Charlie”, un individuo que afirma tener 16 años y que se convierte en su amigo y confidente. A medida que pasan los días, “Charlie” le revela que no tiene 16 años, sino 20. Un poco después, afirma tener 25 primaveras. Al principio, Annie desconfía de “Charlie”, pero la habilidad de éste lleva a que la joven confíe en él. Para Annie, la vida familiar la hace sentirse cada vez menos “atendida”, mientras que, en contraste, “Charlie” muestra interés en ella, por lo que la joven optará por depositar su confianza en ese “extraño” de la red. Los padres, por supuesto, no están al tanto de la situación. Tras tres meses de “chats” y mensajes de texto con “Charlie”, Annie accede a encontrarse con él en un centro comercial. Esta situación se vio facilitada por el hecho de que el hermano de Annie estaba por iniciar sus estudios de preparatoria, razón por la que los padres lo acompañaron a su nueva escuela.
Ese día, Annie acudió al centro comercial para un encuentro cara a cara con “Charlie”, quien resultó ser un hombre de unos treinta y tantos años. Una compañera de escuela de Annie presenció el encuentro. Annie manifestó su disgusto por el aspecto del hombre que a todas luces le había mentido acerca de su edad pero, pese a ello, “Charlie” logró convencerla de ignorar la diferencia de edades y la llevó a un motel, donde le obsequió ropa interior inapropiada para una menor de edad. Ella se puso esas prendas, mientras que “Charlie” comenzó a acariciarla, hasta que terminó abusando sexualmente de ella, además de que filmó todo este episodio de manera secreta.
Tras este traumático suceso, Annie modifica radicalmente su conducta. Se torna retraída, no habla con nadie y su mejor amiga de la escuela quien sospecha que tuvo relaciones sexuales con el hombre notifica sus preocupaciones a las autoridades escolares, que, a su vez, llaman a la Oficina Federal de Investigaciones (FBI). Los agentes de la FBI llegan a la escuela y se llevan a Annie en presencia de sus compañeros y maestros, a fin de iniciar una investigación que permita identificar a “Charlie”. Los padres de Annie están devastados, en particular el papá, quien inicia una investigación independiente y obsesiva para identificar al hombre que abusó sexualmente de su hija. La relación de Annie con sus padres se deteriora en extremo. Annie además, vive un período de confusión y le cuesta trabajo asumir que fue víctima de violación, dado que continuamente insiste en que la dejen en paz y en que “Charlie” la ama. A fin de identificar al agresor, la FBI pide a Annie que se ponga en contacto con “Charlie”, con quien tras varios intentos, inicia una conversación telefónica, pero el individuo se da cuenta de lo que ocurre y cuelga el teléfono antes de que las autoridades puedan rastrear su ubicación. Para ese momento, la FBI ya ha logrado corroborar que el ADN de varias chicas que padecieron violación en circunstancias similares a las de Annie, corresponde al mismo sujeto.
Annie quiere salir adelante tras esta traumática experiencia. Sin embargo, su historia ya ha sido ampliamente difundida por sus compañeros de la escuela, quienes subieron a las redes sociales fotos de Annie y/o montajes donde la muestran aparentemente desnuda o en imágenes y posiciones pornográficas. Annie llega al límite y regresa a casa, se encierra en el baño e intenta suicidarse tomando pastillas, pero su papá llega a tiempo y la ingresa al hospital donde le salvan la vida. Una vez que Annie se estabiliza, es llevada a casa donde despierta al día siguiente y se percata de que su papá está afuera, sentado a la entrada, pese a que el clima es en extremo frío. Ahí, padre e hija hablan de sus demonios e intentarán seguir adelante con sus vidas.
Pero esta historia no tiene final feliz. “Charlie” resulta ser un profesor de física en una escuela preparatoria de algún lugar, en Estados Unidos, y lo más grotesco es saber que es un hombre casado que tiene un hijo adolescente. El verdadero nombre de “Charlie” es Graham Weston, un individuo respetado por sus colegas y por la comunidad.
Este es el contenido de la película “Pérdida de inocencia” (el título en inglés es Trust), dirigida en 2010 por David Schwimmer, y que está basada en un guión de Andy Bellin y Robert Festinger. Cuenta con las actuaciones de Clive Owen y Catherine Keener, quienes encarnan a los padres agraviados, y de Liana Liberato, la joven que da vida a Annie de una manera muy convincente. Esta película, independientemente de sus méritos cinematográficos, apareció en un momento en que la preocupación en torno a la facilidad con la que los niños y los adolescentes pueden ser victimados por personas sin escrúpulos en la red, es creciente. Este filme aborda dos aristas de esos peligros: el grooming y el cyberbullying.
“Acoso” en la red
El “acoso” en la red expone a los jóvenes a situaciones potencialmente dañinas. Entre ellas se puede mencionar al sexting, el ya citado cyberbulling, y el grooming. Si bien cada una de estas agresiones se vincula con las demás, asumen características particulares. Así, el sexting se refiere al envío de mensajes con contenido erótico –videos y/o fotografías-, y suele ocurrir que quien envía dichos mensajes es un adulto que los produce y los distribuye a otras personas a través de teléfonos inteligentes. Los videos y/o las fotografía se refieren a menores de edad.
El cyberbullying o ciberacoso, en contraste, consiste en recibir maltrato y humillaciones por la vía de burlas, amenazas de parte de otros jóvenes y niños en la red, se trata de un acoso perpetrado por personas de edades similares a la de la persona agredida. Por lo tanto es una acción acosadora “entre iguales.” Tanto el acosador como la víctima se conocen y se relacionan en el mundo real.
El grooming consiste a grandes rasgos en la generación de lazos de amistad de parte de un adulto con un menor de edad, en aras de obtener una satisfacción sexual. Por regla general, en el mundo real la relación entre el adulto y el menor es inexistente, si bien el objetivo fundamental del acosador es obtener una cita con la víctima, a efecto de obtener favores sexuales tras un encuentro cara a cara.
Hay algunas variantes de estas formas de acoso, incluyendo el sexcasting basado en la grabación de contenidos sexuales a través de cámaras web y difundidos en correos electrónicos o redes sociales, y la sextorsion que consiste en amenazar a una persona con la divulgación de imágenes en las que la víctima se encuentra en una situación erótica, pornográfica, o manteniendo relaciones sexuales, tanto el sexcasting como la sextorsion pueden involucrar no solamente a personas adultas, sino ciertamente a menores de edad.9
Pero, ¿qué tan grave es el “acoso” en sus diversas modalidades en la red, y qué tan riesgoso es para los niños y los jóvenes? Al respecto, existen algunas estadísticas, que si bien tienen algunas deficiencias metodológicas, pueden ayudar a tener una idea un poco más clara de la magnitud de este desafío. De entrada, se calcula que solo el 15% de los adultos en el mundo conocen los hábitos que tienen sus hijos en Internet y en las redes sociales.10 En España, por ejemplo, existen estadísticas correspondientes a 2011 y 2012 que revelan que un 9% de niños entre9 y 16 años han visto, enviado o recibido mensajes con contenido sexual a lo largo de un año. Asimismo, por lo menos 5% de infantes en ese rango de edad, padecieron en algún momento, cyberbullying en un período de 12 meses. Por si fuera poco, las autoridades españolas señalan que el grooming ya es el delito más común que se comete en las redes sociales, y que en aquel país se producen 30 denuncias diarias en torno al mismo.
En América Latina y el Caribe, la empresa ESET, especializada en aspectos de seguridad cibernética, efectuó una encuesta en la que participaron 400 personas de 14 a 29 años de edad de toda la región a través de las redes. Esta encuesta que se dio a conocer en junio de 2012 reveló que el 36% de los interrogados fue víctima de algún tipo de acoso mientras navegaba. A propósito de los hábitos de quienes participaron, refiere que el 83% dijo ser usuario frecuente de la red y conectarse varias veces al día. El 16% señaló que aceptó reunirse con desconocidos en el mundo real tras el contacto inicial en el mundo virtual. Lo que es más, solo 11% de los niños y los jóvenes encuestados reveló que acudiría a sus padres si sufriera algún tipo de ataque. Si bien hay discrepancias importantes entre las distintas encuestas y estudios que abordan este fenómeno, un elemento afín es la problemática creciente emanada, por un lado, de la falta de supervisión, sea en casa o en la escuela, sobre los jóvenes a la hora en que se “conectan”, y la recurrencia del “acoso” en el mundo virtual en sus formas más variadas.11
Algunas recomendaciones
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), refiere que para hacer frente al desafío que supone salvaguardar la seguridad de los infantes en la red, hay que desarrollar, entre otras medidas:
La eliminación de la impunidad para los acosadores, lo que supone un arduo trabajo en las legislaciones internas y también una extensa cooperación internacional. El UNICEF refiere que tras revisar las disposiciones que penalizan las imágenes de abuso infantil en la red, de 196 países analizados, solo 45 cuentan con la normatividad adecuada, por lo que será importante armonizar las legislaciones a fin de evitar que los infractores emigren de aquellos lugares en que se les puede castigar a aquéllos en que gozan de impunidad.
La supresión de la disponibilidad y del acceso de imágenes de abuso infantil en la red, para lo cual es importante un trabajo conjunto de parte de los proveedores de servicios de Internet, al igual que la disponibilidad de mecanismos para filtrar y bloquear contenidos que pueden ser nocivos para los infantes y que están a su alcance fácilmente; y Educar a los niños y los jóvenes en torno a los beneficios y oportunidades que les ofrece Internet, advirtiendo también los riesgos que la red supone, de manera que ellos empiecen a valorar de manera apropiada e informada la problemática y coadyuven a su propia seguridad con el apoyo de educadores y padres.12
A nivel más local, es importante considerar las siguientes acciones:
Que en el hogar, la computadora esté en una zona común, donde su uso pueda ser supervisado, y que no se localice en la habitación del menor. Esto debe hacerse extensivo a los dispositivos móviles; Que los padres fijen horarios para administrar y controlar el tiempo en que los peques se mantienen conectados, dado que siempre es importante marcar límites a los hábitos que desarrollan;
Si el niño o el adolescente posee teléfono móvil o inteligente, es importante revisar las facturas, al igual que identificar los números y las personas a quienes llama o que se comunican con él, esto no en el ánimo de invadir la privacidad, sino de mantener la vigilancia para detectar cualquier situación sospechosa que pueda poner en peligro al menor de edad;
Tanto los educadores como los padres, deben aprender más sobre manejo y administración de las redes, incluyendo la privacidad, de manera que puedan guiarlos para que sean cuidadosos con la información que ponen en línea;
Los educadores y los padres deben alertar a los niños y jóvenes respecto a la importancia de evitar que publiquen información personal o de terceros, números telefónicos, fotografías, videos u otros datos relevantes en línea;
Fomentar la confianza entre educadores y alumnos, y también de padres a hijos, de manera que si se produce algún problema, sea más sencillo coadyuvar en su solución; y Evitar que acudan a una cita concertada a través de Internet, a menos que se conozca plenamente a la persona que lo (s) “invita.”
Afortunadamente existen en el mercado diversas opciones, aplicaciones y programas que ayudan a bloquear, restringir y/o filtrar el acceso a cierta información que podría ser nociva para los niños y los jóvenes. Hay también opciones como Netnanny (www.netnanny.com ), CyberPatrol (www.cyberpatrol.com ), Norton Internet Security (www.symantec.com ) y otras más que pueden apoyar a padres y educadores en esta ardua tarea.
Los pediatras, psicólogos y otros especialistas también sugieren que debe desarrollarse en el núcleo familiar y en la escuela la filosofía de “compartir Internet”, de manera que sea un instrumento gregario y no de aislamiento de los niños y los jóvenes. Para que “compartir internet” sea una iniciativa que cumpla con este fin, es muy importante que los padres y los educadores conozcan más sobre la red, de manera que puedan “navegar” con la responsabilidad y la madurez que esperan transmitir a los más pequeños.
Las TICs sin duda que pueden coadyuvar al desarrollo y al bienestar social, siempre que sean bien encausadas. Sus beneficios no están a discusión. En el Estado mundial de la infancia 2012, el UNICEF refiere que los jóvenes de todo el mundo usan las TICs para mejorar sus vidas, por ejemplo, en las ciudades. Así, algunos emplean sitios de redes sociales o sitios web comunitarios para coordinar servicios de vehículos compartidos, con la consiguiente reducción del tráfico de vehículos y otros problemas asociados al mismo.13 Las TICs también pueden emplearse para denunciar actos de violencia, de abuso de la autoridad, y para evidenciar situaciones problemáticas que requieren atención. Empero, sin una guía apropiada, los niños en la red corren el peligro de convertirse en “huérfanos digitales” abandonados a su suerte en un ambiente virtual en el que lamentablemente hay personas que apuestan a tomar ventaja de su vulnerabilidad para fines ilícitos.
En México hay un largo camino por recorrer. Las estadísticas refieren que nueve de cada diez niños en edades de 16 a 18 años, han presenciado pornografía en la red. Si se considera que en México hay unos 41 millones de internautas, de los que la tercera parte tienen entre 12 y 19 años de edad, la posibilidad de que sean víctimas de alguno de los ilícitos anteriormente descritos, es muy alta. Asimismo, la documentación de acciones de ciberpederastía con evidencias digitales se empezó a desarrollar a nivel federal apenas en 2009.
En 2011, la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal dio a conocer que mediante el monitoreo permanente de la red pública de Internet se formalizaron 15 denuncias ante el Ministerio Público relativas a delitos cometidos contra menores de edad, logrando, en febrero de ese año, la primera sentencia federal por el delito de pornografía de menores de 18 años. Previamente, en 2008, se creó al amparo de la Procuraduría General de la República (PGR) una fiscalía para delitos por violencia contra mujeres y trata de personas, y en todo ese tiempo y hasta 2012, solo dos personas fueron sentenciadas por almacenar digitalmente y distribuir de manera masiva, pornografía infantil. De hecho hay asociaciones encargadas de monitorear la proliferación de pornografía infantil en el mundo, que revelan que México ocupa el segundo lugar a nivel planetario como productor de pornografía al contar con un centenar de lugares en Internet con esos contenidos.14 Se requiere legislar en esa materia estableciendo asimismo regulaciones para las empresas que proveen servicios digitales en línea, lo que podría coadyuvar a castigar delitos en marcha y a prevenir otros tantos. En este sentido se requiere una estrategia integral para enfrentar ese “lado oscuro” de Internet, que para muchos de los niños es casi imperceptible, pero que los acecha y los torna vulnerables a los apetitos y perversiones de otros miembros de la sociedad.
Notas
1 Francisco Moraga M. y María de los Ángeles Contreras R. (abril 2005), “Los niños e internet. La visión pediátrica de la “nueva generación digital””, en Revista chilena de pediatría, volumen 76, no. 2.
2 Aun cuando es difícil de diagnosticar, toda vez que la presión arterial en los niños se modifica a medida que crecen, en menores de 10 años, es por lo general, una consecuencia de alguna otra enfermedad. A esto se le conoce como “hipertensión secundaria”. Desafortunadamente también pueden desarrollar hipertensión sin que se pueda establecer una causa precisa aunque con mayor frecuencia si padecen de obesidad, o si tienen un estilo de vida poco saludable como una dieta inadecuada y poca actividad física. Un hecho a destacar es que, hasta no hace mucho, la obesidad, la diabetes y la hipertensión, salvo excepciones, eran consideradas como enfermedades de “adultos”. Cabe destacar también, que los infantes están expuestos a un ambiente obesogénico, donde destacan factores como el aumento en las porciones de alimentos, el incremento de la densidad calórica de lo que se come también ha experimentado un considerable ascenso, amén de que el acceso a este tipo de productos se ve facilitado crecientemente tanto en las zonas urbanas como en las rurales. A ello se debe sumar el ingreso de las mujeres al mercado laboral, lo que reduce su disponibilidad de tiempo para estar en el hogar, de manera que los hijos fácilmente ingieren alimentos que no necesariamente contienen los nutrientes necesarios, amén de que además pasan mucho tiempo desarrollando actividades sedentarias como ver la televisión, usar la computadora, emplear videojuegos, etcétera. Aun cuando hay factores genéticos que elevan el riesgo de que los hijos de padres obesos también lo sean, lo cierto es que en el momento actual, las sociedades modernas en países como México, se enfrentan a parámetros poco saludables que más tarde que temprano están comprometiendo su calidad de vida.
4 Ibid.
7 El diario ABC señala que, por ejemplo, en tiempos electorales, los candidatos difícilmente podrían permitirse aterrizar en las redes sociales con un puñado ridículo de seguidores. Es por ello que muchos recurren a los servicios de usocial.net, seguidoresentwitter.net, comprarseguidores.net, seguidoresreales.blogspot.com, que son plataformas que se dedican a la venta de usuarios, algunas de las cuales han asegurado que es un nicho que vende muy bien, en todo momento, pero sobre todo cuando se aproximan elecciones. Véase Teresa Ródenas (04/7/2012), “Los políticos compran seguidores en Twitter y Facebook”, en ABC, disponible en http://www.abc.es/20120625/medios-redes/abci-compra-seguidores-facebook-twitter-201206211408.html
8 Ibid.
11 Ibid.
13 UNICEF (2012), Estado mundial de la infancia, Nueva York, Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, p. 63.
María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México