La Alianza del Pacífico o la otra integración
17/07/2013
- Opinión
Antes de comenzar la década de los '90, cuando el proyecto de integración neoliberal estaba diseñado para su beneficio, los Estados Unidos planificaron cuatro etapas de consolidación del mismo para América.
La primera fue la incorporación de la economía de Canadá a su modelo productivo, que se formalizó el 4 de Octubre de 1988.
La segunda se cristalizó con la creación del NAFTA (North American Free Trade Agreement) que entró en vigencia el 1º de enero de 1994 e incorporó a México y cuyos objetivos eran poder fomentar los intercambios comerciales y los flujos de inversión entre los tres países, mediante la eliminación paulatina de los aranceles (…) que pagan los productos para entrar a otro país y el establecimiento de normas que debían de ser respetadas por los productores de los tres países, entre otros. Los resultados en México de este tratado en rubros como el textil o la producción de materias primas agrícolas fueron devastadores en beneficio de las industrias y las corporaciones estadounidenses.
En la tercera, que comenzó en el año 2002, avanzaron fuertemente las negociaciones para poner en marcha Tratados de Libre Comercio (TLC) entre Estados unidos y varios países de América Latina: la gran mayoría del Caribe y América Central, como Colombia, Perú, Chile, Ecuador y Bolivia, entre otros.
El último paso de esa estrategia era la consumación del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) que significaba extender el NAFTA al resto del continente y que quedó abortada en la Cumbre de las Américas, de noviembre de 2005, cuando Néstor Kirchner, Lula, y Hugo Chávez, entre otros presidentes, se negaron a firmar la propuesta que llevó allí George Bush.
Desde ese momento los gobiernos del Mercosur comenzaron a construir un proceso basado en el fomento del trabajo y el mercado interno; de la integración productiva y el comercio intrarregional.
Luego del revés sufrido en Mar del Plata, el gobierno de Estados Unidos avanzó en consolidar los TLC que venía negociando.
En simultáneo, impulsa el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (Trans-Pacific Strategic Economic Partnership), que conformaron originalmente en enero de 2006 Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur, pero que con el correr del tiempo entró en negociaciones con otras ocho naciones: Australia, Canadá, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Perú y Vietnam.
Era evidente la intención de separar a China del polo que se estaba construyendo en el sudeste asiático.
Este proceso culmina en el año 2011 con la constitución de la Alianza del Pacífico integrada por Colombia, Perú, Chile y México.
Este acuerdo es en los hechos totalmente opuesto al Mercosur y al núcleo constitutivo de la Unasur, y viene a competir con el, ya que desconoce el rol del Estado en la economía, el fomento del mercado interno y el intercambio comercial dentro de la región.
Es evidente que Estados Unidos quiere disolver la fuerte unidad gestada en Suramérica que se va transformando en un polo de referencia y la quinta economía a nivel mundial, en un mundo multipolar que ya dejó atrás la bipolaridad y que hoy muestra el surgimiento de nuevos bloques económicos y políticos y una relativa debilidad de Estados Unidos. Por lo tanto, para cualquier estrategia imperial es fundamental disolver este marco de integración que la Unasur, y el Mercosur representan.
Es imperioso que nuestros gobiernos y pueblos no se dejen influenciar por estos "cantos de sirena", que tanta tragedia nos han producido. Y que las organizaciones sociales y partidos políticos respalden, claramente, este camino de transformaciones, y mejoramiento de la calidad de vida del conjunto de la población para no terminar como en Europa, que por hacer lo que le dicen desde los centros de poder del mundo, hoy vive el quiebre de sus economías, desocupación, recortes en la inversión en salud, educación y previsión social. Esto es lo que hoy está en juego.
Fuente: Tiempo Argentino, Edición: 17 de Julio de 2013
https://www.alainet.org/en/node/77767
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