Des-fujimorizar el Perú
16/11/2013
- Opinión
El Perú se ha visto sacudido por el escándalo desatado por el uso de ingentes recursos públicos para custodiar, casi con rango presidencial, a un operador del siniestro ex asesor de inteligencia Vladimiro Montesinos, actualmente encarcelado al igual que el ex dictador del que recibió órdenes.
El Presidente de la República, cuya imagen de debilidad y descontrol sobre los subalternos ya no tiene regreso, ha optado por deslindar públicamente y casi con desesperación de lo que llamó la “basura” montesinista. El fujimorismo, haciendo gala de la desvergüenza pública que constituye su programa político esencial, ha visto la oportunidad de oro para pretender traspasar el montesinismo al gobierno.
Pero más allá de la superficie de estos hechos y declaraciones, que parecen ahondar hasta el paroxismo la decadencia política peruana, lo que se revela es la subyacente herencia fujimontesinista encarnada en la propia institucionalidad del país.
En el contexto de la aguda violencia política y el descrédito de las ideas progresistas que dejó el trauma del terrorismo senderista hace ya dos décadas, se generaron las condiciones para que la dictadura de Alberto Fujimori y su oscuro asesor refundaran el Perú, su institucionalidad y su cultura política.
Los ejes fundamentales de esta refundación fueron un radical predominio de los poderes fácticos económicos y mediáticos, tanto internacionales como locales; una violenta expropiación de derechos a las mayorías, vía destrucción de derechos laborales y sociales; y una institucionalidad autoritaria que garantizaba, mediante la Constitución y la impunidad a la represión de la protesta ciudadana, la perpetuidad de este nuevo orden. Como elemento cultural que actuaba de “cemento” cohesionador de todo el sistema jugaba un rol fundamental la corrupción.
He ahí, en pocas palabras, la radiografía estructural del neoliberalismo peruano. Esa es la herencia institucional y cultural política que hasta hoy sustenta el predominio de la economía neoliberal en el Perú. Salvo el breve gobierno de transición post dictatorial de Valentín Paniagua, todos los gobiernos posteriores han asumido, aceitado y perfeccionado el andamiaje de esa maquinaria decadente y anti popular.
Por eso, más allá del escándalo mediático y los usos oportunistas que unos y otros pretenden del mismo, resulta objetivamente normal y natural que el gobierno Humala, que traicionó la esperanza de desmontar ese orden para optar por la continuidad neoliberal y del estado fujimorista, haya llegado a la última fase necesaria de ese camino: el montesinismo.
Des-fujimorizar la política y el estado peruano es la tarea pendiente. Y eso no se soluciona, como creen los actuales dueños del Perú, con toneladas de titulares confusos para desviar la atención.
Las fuerzas políticas progresistas necesitan comprender cabalmente y confiar en la dinámica de este proceso estructural subyacente, y encarar con decisión y a contramano de los poderes fácticos y la clase tradicional dirigente, esa tarea histórica de des-fujimorizar el Perú.
- Ricardo Jimenez A.
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