Modernidad y convivencias culturales
19/11/2013
- Opinión
Corea del Sur, como otras sociedades parecidas de Asia, es la convivencia de sus historias tradicionales, sus costumbres tradicionales, sus miradas y maneras de ver milenarias, con la modernidad, incluso más moderna. Aquí los gobernantes hablan coreano como todo el pueblo. En Bolivia los gobernantes hablan castellano; no aymara, no quechua ni guaraní. En Corea los gobernantes son coreanos, como todo el pueblo. En Bolivia, aunque cambian las cosas, los gobernantes muchos de ellos son todavía descendientes de extranjeros. No son de nuestras nacionalidades. En Corea desde sus clases altas, mantienen sus tradiciones e historia milenaria; en Bolivia sus clases altas son ignorantes de nuestras tradiciones e historias. Es decir, no tienen identidad con nuestras identidades. En Corea han adaptado y adoptado a la modernidad a su realidad, y como estrategia de sobre vivencia se han hecho muy competitivas; pero sin perder de vista su cultura, su identidad y fortaleza histórica. En sus sistemas educativos primero enseñan y fortalecen el coreano, y para entender el mundo después hablan inglés. En Bolivia, las clases altas y dizque “dirigentes”, primero imitan el inglés para balbucear sus contenidos, y olvidan como propósito colonial enseñar nuestros idiomas. Así nos debilitan y desestructuran desde siempre a nuestro país.
En Corea no hay contradicción entre modernidad y tradición histórica coreana. Han logrado la convivencia entre ambas maneras absolutamente distintas de ver las cosas. Se sirven de la modernidad en sus estrategias de Estado, porque aquí si hay Estado; en Bolivia estamos construyendo una posibilidad de Estado, a pesar de la monstruosa oposición de las mentalidades coloniales, de las clases altas y medias pro gringas. Esa convivencia tiene una prioridad: lo coreano. Primero fortalecer lo coreano. Primero darle alas a la cultura coreana. Sobre esa base, todo es posible. La cultura milenaria coreana está a flor de piel, a pesar de sus modernísimas pintas: en sus edificios, confortables viviendas, metros subterráneos, automóviles, etc. Sus letreros callejeros están en coreano, no interesa si nadie entiende nada. En Bolivia los letreros están en castellano, o inglés cuando se presume de “internacional”.
Pensar el mundo desde lo nuestro. Desde nuestras lógicas culturales, tecnológicas y sociales. Todavía desde la superficialidad, pero con alguna contundencia, veo que Corea mira al mundo desde lo suyo, desde sus lógicas, desde sus estrategias de Estado. Desde la prioridad de su pueblo, de su nación o naciones. En Bolivia la república nunca pensó desde nuestras realidades, y por supuesto nunca tuvo estrategias de estado, porque nunca hubo estado. Las clases altas extranjerizantes, nunca pensaron desde nuestros territorios, sino desde las coordenadas coloniales, con visiones absolutamente anti bolivianas, anti indígenas. Los resultados históricos son demasiado evidentes. Demasiado contundentes. Las “élites bolivianas” fueron tan inútiles en sus lecturas nacionales, y en sus brutales confusiones antropológicas e ignorantes maneras, que sólo pensaron en eliminarnos, en nombre del progreso y el desarrollo. Pero ni siquiera ellos mismos eran modernos, sino sólo de cáscara, de pinta y moda: los resultados son absolutamente contundentes. Hoy siguen debatiendo en su retraso mental, los mismos dilemas de sus traumas decimonónicos, cuando la mentalidad moderna occidental hace años también está cambiando, que sus postulados están siendo diagnosticados y re-pensados. Qué mala pata tuvimos, nos tocó unas clases altas analfabetas e ignorantes.
No idealizo a la sociedad coreana, pues, cómo no, tiene sus propios problemas. La contaminación ambiental con la industrialización, la destrucción de su hábitat y los desequilibrios sociales profundos, entre las clases más pudientes y los más pobres. Precios que deben pagar por las exigencias del desarrollo. Ya encontrarán en ello sus propios derroteros. Sólo advierto, como tantas veces, en esta ocasión desde la realidad coreana, que es posible la convivencia entre lo moderno y la tradición milenaria. Y varios de esos procesos y empujes dependen de sus dirigencias, de sus liderazgos y clases altas y medias. Pero en nuestro caso, son precisamente esas clases altas y medias los obstáculos para la modernidad, y luego para la recuperación de nuestros ancestros. Para ambos casos, estas clases “dirigentes bolivianas” son realmente un obstáculo mental y práctico. Sus fracasos históricos son una constante, una recurrente a lo largo de nuestra historia. No encuentran su camino, su identidad y su proyecto de clase. La ausencia de dirigentes y pensantes en sus filas es otra característica constante. Que como bloque son definitivamente el obstáculo más importante que tenemos, en nuestras construcciones o reconstrucciones de nuestras nacionalidades, y Estados por nuestros territorios.
Corea del Sur, Seúl, 19 de noviembre de 2013.
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