Brechas democráticas, de Finlandia a Colombia
12/05/2014
- Opinión
En 1907, fueron elegidas 17 mujeres al Parlamento de Finlandia, ratificando la aprobación de la igualdad en una democracia que 10 años más tarde se independizaría de Rusia y viviría en medio de dos guerras mundiales. El derecho a elegir y ser elegido ha sido un pilar de la igualdad política considerada como un bien cuidado y protegido por todos. La escogencia de quienes se someterán a la elección es de suma importancia. En otras también llamadas democracias, como la colombiana, en la práctica solo cuenta la opción de elegir, los candidatos son impuestos desde adentro de las maquinarias del poder en el poder, que reservaron ese derecho para los suyos.
Al parecer en Finlandia, cien años después, el poder sigue en manos de la sociedad, que cuando vota, aparte de elegir le reconoce legitimidad y respeto a cada uno de los 200 parlamentarios repartidos entre hombres y mujeres, procedentes de distintos partidos y orígenes, a quienes se les pide que aprueben las leyes, los tratados internacionales y distribuyan el presupuesto. En 2014 están representados en el parlamento 8 partidos separados por mínimas diferencias en el número de elegidos por partido. El más numeroso tiene 44 curules, el segundo 42, el tercero 39, el cuarto 35, lo que garantiza equilibrios reales al momento de tomar decisiones y evita peligrosas unanimidades y desconocimiento de las minorías a la hora de gobernar.
La preselección de candidatos es cuidadosa, las campañas no son vistosas, ni costosas y como lo describen algunos comentaristas, se trata más bien de informar a la población sobre los programas de cada partido que recibe el apoyo económico del Estado. Los electores no se sienten perseguidos por los candidatos. Después del primer escrutinio in situ, los resultados totales de las elecciones usualmente demoran una hora. En el Parlamento los proyectos presentados primero se abordan en plenaria y después se llevan a alguna de las catorce comisiones de trabajo legislativo, después son tratados nuevamente en dos sesiones plenarias, en la primera se someten al debate de totalidad y al examen detallado, luego se leen, revisan y aprueban. Las plenarias del parlamento son públicas y puede asistir quien quiera hacerlo. En los debates suelen estar ausentes las agresiones, acusaciones, acalorados intercambios de opiniones, escándalos y descalificaciones.
Los modos de acción de esta dinámica de la democracia están en relación con los demás componentes del sistema social. Los gobernantes no se destacan por astutos ni tienen afición por mentir, poner el Estado a su servicio o atacar a sus adversarios para destruirlos. La sociedad no se caracteriza por querer resolver las dificultades con violencia, no padece miedo, no sueña con matar al otro, disfruta el bienestar del otro, no es propensa a provocar daño, no se complace con el dolor ajeno. Es común la idea de buscar la tranquilidad y respetar al otro, de convivir con el vecino, de no dañar un país construido por todos y para todos.
Es uno de los primeros cinco países prácticamente sin corrupción, con menos de 100 homicidios por año aunque por cada dos habitantes hay un arma en casa. Conviven armónicamente el Rock Metal y el Tango. El ingreso económico por persona es de los más altos del mundo, igual que la atención a la salud. El gobierno nunca presenta sus logros en número de muertos, de bajas enemigas, ni encarcelados. La educación hace parte activa de esta realidad. En las pruebas PISA Finlandia ocupa uno de los primeros lugares. En matemáticas es quinta en Europa y sexta en la OCDE y las mujeres superan a los hombres. En lectura es primera en Europa y tercera de la OCDE. En competencia científica es primera en Europa y tercera de la OCDE. Pero además las diferencias entre los mejores y los peores resultados de sus estudiantes son mínimas. Se educa para destacar al colectivo, no al individuo, ni a la escuela o la región en particular como competidores solitario.
El secreto principal puede estar en que todo ser humano es respetado y se invierte en educación como principio básico de la democracia. Es un valor social el reconocimiento de que la buena educación es un derecho humano imprescindible garantizado por el estado de manera gratuita desde el preescolar hasta la universidad con igualdad de oportunidades. Como parte del derecho humano a la educación al profesor se le exige méritos de formación ética y profesional y se le ofrece la máxima admiración, respeto y reconocimiento social. Al estudiante se le cuida, se le protege. No se conoce de tensiones universitarias resueltas con agresiones policiales, ni de que a algún estudiante se le considere como enemigo o sea estigmatizado como delincuente. Aunque hay policía antidisturbios no hay detenciones de sospechosos de nada. El país entero aún se avergüenza porque por primera vez en su reciente historia hace pocos meses un policía mató por primera vez a un ciudadano.
Se enseña una educación para la paz con igualdad y derechos mediante cursos para la mediación de conflictos, la promoción del dialogo y la necesidad de cooperar y esforzarse por llegar al entendimiento mutuo usando como primera regla escuchar y respetar al otro y como segunda trabajar en equipo antes que competir.
Colombia no es Finlandia, es Colombia. Sin embargo sería un gran ejemplo democrático y una muestra de igualdad política y de anticorrupción que por razones éticas -solamente por razones éticas- y de educación democrática, los actuales candidatos a elegirse y reelegirse a la presidencia de la Republica dimitieran de su aspiración por respeto al poder del pueblo y autocensurando sus vínculos directos o indirectos con condenables y sistemáticas prácticas como mentir y engañar, realizar y consentir tramites privados o secretos con mafias, centros estructurados de espionaje, controles políticos a las cortes de justicia.
Si por un día jugáramos a ser Finlandia, podríamos usarlo para aplaudir la grandeza y buen ejemplo de los candidatos dimitiendo y de sus partidos pidiendo perdón. Realizaríamos otras elecciones con otros candidatos y usaríamos a plenitud el derecho a elegir y ser elegidos. Pensaríamos la democracia de otro modo, con otros apellidos, con otros partidos y necesariamente abandonaríamos la guerra, trataríamos de ser mejores que Finlandia. Sin miedos seriamos más nosotros, mas nuestros para pensarnos en paz, sin desigualdades, sin muerte.
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