El segundo Bacheletismo: condiciones y expectativas

19/05/2014
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Michelle Bachelet. Foto: Telesur
El 11 de marzo de 2014, Michelle Bachelet tomó posesión de la Presidencia de Chile por segunda vez. Bachelet se une así a la lista de tres mujeres mandatarias en Latinoamérica, la región del mundo que concentra la mayor cantidad de mujeres en las jefaturas de estado de sus países, indicando quizás una modernización social.
 
La mandataria entra en un momento tumultuoso para su país, pues el movimiento popular se expresa en agitaciones estudiantiles y sociales, con amplia aceptación en la ciudadanía frustrada ante una mejora económica reconcentrada y una sensación que lo económico predomina sobre todo otro valor social. Dicha situación hizo que el expresidente y millonario chileno Sebastián Piñera terminara su gobierno con niveles bajísimos de aceptación pública.
 
De acuerdo con el Plan de Gobierno actual, con Piñera se perdió fuerza y presencia en la región Latinoamericana, colocando las relaciones con los países vecinos en el eje rector del comercio por sobre el de la política, entendida ésta como la búsqueda del bien común. Por ello, la prioridad explícita del Gobierno de Bachelet busca fortalecer la integración de América Latina y Asia Pacífico y sobre todo en recuperar las relaciones de cooperación con Brasil y Argentina, y las vecinales con los países fronterizos.
 
No hay una clara prioridad del nuevo gobierno respecto a la Alianza del Pacífico, pues no desean antagonizar con otros proyectos de integración que tienen en marcha, empero el comercio entre estos países representa el 50% del total de Latinoamérica (Alianza del Pacífico, 2014).  La Alianza del Pacífico consiste, entre otras cosas, en tener representaciones comerciales comunes en Asia que han iniciado en Vietnam. Piñera firmó el último día de su gobierno el “Protocolo del Acuerdo Marco de la Alianza del Pacífico, que liberará el 92% de las partidas arancelarias del comercio en la región” (CNN Expansión, 2014) dejando pocos grados de libertad al nuevo gobierno para hacer algo muy distinto.
 
Chile quiere consolidar su posición como “país puerto” y “país puente” entre el Atlántico Sur y Asia Pacífico, así como ser mediador y promotor de las relaciones entre América Latina y los países del Sudeste Asiático. En 2013, tuvo un total de exportaciones con los países de la ALADI de 8,730 millones de dólares, e importaciones de 14 mil millones de dólares. Con el Mercosur, las exportaciones fueron de 4,400 millones y las importaciones de 7387 millones de dólares. (Véase ALADI, 2014).
 
Su intercambio comercial con las economías de la APEC en 2012 fue de $96,434 millones de dólares, desglosado en $50, 207 millones en exportaciones y $46,227 en importaciones. Es decir, 61.4% de las exportaciones chilenas son a estos países mientras el 58.1% de las importaciones provienen de los países de la APEC. Además, el 58.3% de la inversión extranjera directa en Chile proviene de las economías de la APEC, y el 26.8 de su inversión directa fue también en estos países (Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales, marzo 2014), centradas en Perú y Colombia.
 
De 2010 a 2013, firmó Tratados de Libre Comercio con Malasia, Vietnam, Hong Kong y un Acuerdo de Inversión con China. (Véase “Plan de Gobierno 2014-2018”, en http://bit.ly/190NbLz ).
 
Especialmente en la mira se encuentra China, su mayor socio comercial de exportación con el 23.3% del total, seguido por Estados Unidos con el 12.3%, Japón con el 10.7%, Corea del Sur con el 5.8% y Brasil con el 5.5%. Las importaciones vienen el 22.9% de Estados Unidos, el 18.2% en China, el 6.6% en Argentina y el 6.5% de Brasil (CIA Factbook, 2014). Esto último habla de la relevancia del TLC para Estados Unidos quien está recuperando un mercado perdido hace años. Los TLC que subyacen a la Alianza del Pacífico son preferencias arancelarias que recuerdan las preferencias imperiales que tan desesperadamente Estados Unidos quiso desmontar en la Carta del Atlántico de 1942 para desarmar el imperio británico. Sólo que ahora es a favor suyo.
 
La relación con China tiene varios obstáculos e impedimentos. El 75% de las exportaciones de Chile a China son cobre y los términos de intercambio no están mejorando conforme las importaciones chinas van adquiriendo mayor densidad tecnológica y las chilenas se mantienen en materias primas minerales y vegetales. De acuerdo con la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco, enero 2014), órgano desconcentrado del Ministerio de Minería, las tendencias del precio del cobre no serán las más beneficiosas para Chile. El promedio del precio del cobre de 2012 fue de US$360.5 c/lb, y para 2013 el promedio bajó a $332.1 c/lb aunque un terremoto en el país del sur ha incrementado los precios a inicios del 2014. Para este año, se espera que el precio del cobre tenga un rango de fluctuación de US$3 por libra.
 
Lo que está por verse son los grados de libertad del nuevo gobierno que al fin y al cabo, en su versión anterior firmó el TLC con Estados Unidos. Más allá de trabajar en la ampliación de un mercado ampliado suramericano, ¿podrá dicho país entrar en un comunidad de naciones con intereses similares? Han jugado a ser la Gran Bretaña de la Unión Europea, observador no participativo salvo en algunos puntos. La reversión chilena al esquema de integración regional fue el inicio del fin del Pacto Andino en 1977, apenas ochos años después de fundado. La firma del TLC con Estados Unidos fue el final de ese proceso de apertura. ¿Podrá Bachelet revertir esta política nacional? A su favor tiene que el crecimiento de las exportaciones a Asia se ha reducido y el eje está ahora en el consumo interno a través de mejoras salariales, al costo de mayores déficits externos. Si el mercado latinoamericano los ayuda, pragmáticamente virarán. Lo más alentador, sin embargo, está en la idea de comunidad política y las señales mandadas al exterior al tener reuniones dentro de CEPAL Santiago con el presidente de Uruguay, José Mujica.
 
De otro lado, el intento de cubrir la demanda ciudadana de recuperar la gratuidad de la enseñanza y mejorar la calidad de la educación junto con un programa público de pensiones para jubilados, expresión del límite real del programa privado de jubilación inventado por ellos, podría no verse contradicho por sus compromisos internacionales, en especial la Alianza del Pacífico, extensión del TLC con Estados Unidos. Lo cierto, es que de Chile, el país más estable de América Latina en términos de inflación y crecimiento, se puede esperar acciones determinantes, innovadoras y sagaces propias de su historia.
 
Oscar Ugarteche
Economista peruano, trabaja en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México. Miembro del SNI/Conacyt. Coordinador del Observatorio Económico de América Latina (OBELA) www.obela.orgy presidente de ALAI www.alainet.org
 
Aura Montañez
Miembro del proyecto OBELA, IIEC-UNAM.
 
https://www.alainet.org/en/node/85634
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