Polémica sobre derechos del niño
30/03/1998
- Opinión
Guatemala.- La situación política y social que vive Guatemala, después de la firma de la paz, acto
que puso fin al conflicto armado interno de más de tres décadas, es de una conflictividad muy
grave, lo que se expresa en la ingobernabilidad que actualmente se vive.
Los medios de comunicación han señalado, como fenómenos de la ingobernabilidad, los hechos
violentos de carácter delictivo o la toma de justicia por propia mano por parte de grupos de
vecinos, sin embargo hasta la fecha no se ha enfrentado la problemática de una manera clara y
consciente.
En este contexto, la polémica acerca de la vigencia o no del Código de la Niñez y la Juventud ha
trascendido el ámbito de los medios y se ha tomado la calle. Al respecto hay que ser muy claros:
La promulgación y puesta en vigencia de este Código es un elemento más para que nuestro país se
ponga al día en materia de vigencia de los Derechos Humanos, a fin de que el Derecho interno se
corresponda con el Derecho internacional.
Guatemala es uno de los 190 países que han ratificado la Convención Internacional sobre los
Derechos del Niño y por lo tanto debe adecuar su legislación en lo relativo a la niñez y la juventud
con las disposiciones de esta convención. Así fue como lo entendieron los diputados del Congreso
de la República cuando aprobaron el Código de la Niñez y la Juventud, el 11 de septiembre de
1996.
No obstante, el Gobierno de Guatemala no previó la logística necesaria para que este Código
entrara en vigencia de manera inmediata, por lo que se dispuso que se lo ponga en práctica recién
el 27 de marzo de 1998. Sin embargo, es posible que se lo prorrogue aún más producto de la
oposición manifiesta.
Desde su aprobación se comenzó una polémica que en los primeros meses del presente año tomo
carácter de enfrentamiento no declarado entre los que han participado en su elaboración y defensa,
entre los que incluyen ONGs que trabajan con niños, organizaciones y organismos defensores de
los Derechos Humanos, y sectas religiosas y sectores de marcada raigambre reaccionaria.
La polémica se ha politizado y aunque no se reconoce, en las instituciones religiosas opositoras se
hace referencia a cuestiones vinculadas al enfrentamiento armado que se creía ya superadas. Así
señalan, por ejemplo, que el Código es malo por su origen izquierdista o de carácter marxista
internacional.
Los desplegados de prensa pagados por los opositores al Código expresan odio y desinformación
y ponen al día los conflictos de la época de la guerra fría. Entonces el problema no puede verse
sólo como de desacuerdos en torno al contenido del Código, sino como conflictos no superados,
que, al menor pretexto, saltan y se expresan públicamente.
No mirar hacia atrás
Es cierto que las causas profundas por las cuales se desarrollo el conflicto armado interno se
encuentran latentes y que cualquier situación que lo permita llevarán a la sociedad a una
polarización, pero también es cierto que con la firma de la paz, aun cuando la gran masa de
población no haya participado directamente, el país ha iniciado un nuevo período de vida política.
Los amantes de la paz y la democracia apuestan a que este espacio se amplíe y aporte para que en
Guatemala efectivamente se vivan situaciones democráticas.
Bienvenidas las discusiones e incluso las polémicas, si esto nos permite avanzar y consolidar la
democracia, pero no se debe permitir que, bajo la fachada de oposición a determinadas medidas o
emisión de leyes, se esconda el aguijón de la guerra.
Para desterrar de una vez por todas el espectro del conflicto armado presente en la vida política
actual es necesario llegar a una altura para discutir y negociar, así como reconocer los valores y
juicios de otros sectores, sean estos políticos o de población civil, organizado o no.
Hay que desterrar del ejercicio político, la imposición y la falta de tolerancia para todos aquellos
que mantengan posiciones u opiniones contrarias, ya sean del sector gobernante o del mundo
académico. En la vida práctica o en la oposición política hoy tienen un papel que jugar, todos
podemos aportar a la construcción de una auténtica democracia. Lo contrario es volver al pasado.
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