Requiem al PT

24/02/2005
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Decididamente, no. Pero el proceso de acomodación del Partido de los Trabajadores (PT) a las exigencias de orden no ocurrió sin fuertes embates dentro del partido. Decididos a llegar al gobierno a cualquier costo, los actuales dirigentes del partido aplastaron a todos los que se colocaron delante de su camino. La victoria del pragmatismo desfiguró al partido. Las carreras individuales se sobrepusieron al proyecto colectivo. La organización del pueblo, que constituía la esencia de la vida partidista, fue abandonada, y el PT se volvió una simple maquina electoral, con todos los vicios de la política burguesa. Ese guiño a la derecha es todavía más grave si recordamos que el partido fue forjado en las luchas contra la opresión política y la explotación económica, convirtiéndose en un instrumento importante del pueblo brasileño en su caminar por la construcción de una sociedad justa y democrática. Impulsado por su aguerrida militancia, el PT creció y se consolidó como la principal fuerza política del Brasil, volviéndose el gran portador del sentimiento anticapitalista que brota de las terribles contradicciones de una sociedad en crisis permanente. Es inaceptable, por lo tanto, que en su gobierno no haya el menor vestigio de transformación social. Siguiendo al pie de la letra las recomendaciones del FMI, el gobierno Lula profundizó el neoliberalismo, transformando a Brasil en un paraíso de los grandes negocios. Bajo la consigna “todo por el capital, todo para el capital”, a los adinerados el gobierno ofrece ventajas tangibles: megasuperávits primarios, populismo cambiario, intereses estratosféricos, rigor salarial, reforma de la Previdencia, gigantescos saldos comerciales, Ley de Insolvencia, independencia del Banco Central, Parceria Público Privada, libertad para los transgénicos, complicidad con los “contratos ilegales” que sangran al erario y expolian a la población, opción preferencial por el agrobusiness, reforma laboral. Convertido a la filosofía del Banco Mundial, el gobierno del PT abandonó toda fantasía de combatir las desigualdades y eliminar la pobreza. Adhiriéndose a la lógica de las políticas compensatorias, que actúan sobre los efectos de los problemas sociales y no sobre sus causas, contentándose con reducir, dentro de las limitadas posibilidades presupuestarias, el sufrimiento del pueblo. Bajo la palabra de orden “tengan paciencia y confíen en mi”, a los descamisados Lula hace vanas promesas. Sin ningún fundamento, resucita el “mito del crecimiento” –hace mucho desenmascarado por Celso Furtado y Florestan Fernandes-. Con una mano, retira derechos sociales y, con la otra, distribuye fortuitamente las migajas de la recaudación fiscal, anunciando un puñado de programas sociales escuálidos, mal definidos y desarticulados (Bolsa Familiar, Hambre Zero, Programa de Crédito Fundiario (ex banco de la Tierra), Prouni, Farmacia Popular, etc.). La política externa, presentada como el frente más osado de la administración petista, disimula mal su servilismo a los cánones del orden global. En los foros internacionales, Lula fanfarronea y pide coherencia neoliberal a los países ricos. En los bastidores de la diplomacia, a cambio de un eventual puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU, negocia el envío de tropas a Haití para cumplir el triste papel de gendarme del intervencionismo norteamericano. La llegada de Lula a Planalto inició el último acto de desarme. A nombre de una supuesta “razón petista de estado”, comenzó un “vale todo”: alianzas políticas ilegales, masificación de las afiliaciones, acuerdos electorales con oligarquías retrógradas y corruptas, campañas electorales millonarias, atropellos al estatuto del partido, censura y expulsión de parlamentarios, cooptación e intimidación de los militantes, absoluta subordinación del partido a los intereses de Planalto. En fin, el PT completa sus 25 años con una grave crisis de degeneración política y moral. La ruptura con la tradición de lucha en defensa de los trabajadores obligó a la dirección a sofocar el debate democrático. Es inútil continuar luchando en las instancias del partido. El PT es irrecuperable. El tiempo del PT se acabó, pero el de las transformaciones sociales no. La recuperación de las luchas populares es más necesaria que nunca, pues, al contrario de lo que dice la propaganda oficial, nada se ha hecho para enfrentar a los responsables por las enfermedades del pueblo. En realidad, Brasil entra en la tercera década de estancamiento económico y grave crisis social. Estar libre de las amarras del PT es condición necesaria para combatir el ilusionismo lulista y derrotar la ofensiva neoliberal que acelera el proceso de reversión neocolonial y hace avanzar a la barbarie. Estar fuera del PT es condición necesaria para que comencemos, en abierto debate con todas las fuerzas comprometidas con el cambio social, la ardua tarea de reorganizar la izquierda brasileña. Plinio Soares de Arruda Sampaio Jr., economista. Es uno de los organizadores del manifiesto “Momento de Ruptura”, que conmina a la militancia petista a abandonar el partido.
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