Honduras y la contrarrevolución (anti)cubana
07/10/2009
- Opinión
La dictadura hondureña y sus patrocinadores se emplean a fondo para lograr el reconocimiento internacional de las elecciones del veintinueve de noviembre, fórmula mágica que supuestamente borraría los crímenes que ha cometido y el carácter ilegal e ilegítimo de sus actos. Que la OEA, la ONU y la Unión Europea envíen observadores y den como buenos unos comicios organizados por fascistas con candidatos presidenciales y un Tribunal Electoral golpistas. En apoyo a esta farsa han desfilado en los últimos días por Tegucigalpa varios legisladores estadounidenses de ultraderecha partidarios del gorilato. Pero la lista no estaría completa sin la presencia de los tres diputados de origen cubano por Florida: Ileana Ros-Lehtinen y Lincoln y Mario Díaz-Balart, los que de modo ostensible vivieron horas de auténtico éxtasis junto a los más relevantes personeros del régimen golpista. Es natural, ardientes admiradores de dictadores como Batista, Somoza, Trujillo y Pinochet: ¿en compañía de quiénes podrían sentirse más a gusto y recibir más apapachos que de los actuales inquilinos de la Casa de Gobierno en Tegucigalpa? Además, debe reconocerse, la oligarquía del país centroamericano siempre ha dispuesto un espacio generoso, sea para la contrarrevolución (anti)cubana o cualquiera otra de las fuerzas de ultraderecha del área. Por su parte, la extrema derecha de origen cubano de Miami le enfiló los cañones al presidente Manuel Zelaya en cuanto se percató de su proyecto de reformas sociales y su intención de ingresar al ALBA, de la misma manera que ha apoyado el golpe desde el primer día e, incluso, conviene recordarlo, varios de sus miembros, como Otto Reich y el propio embajador yanqui Hugo Llorens intervinieron en su preparación, denuncia formulada por Fidel Castro que nadie ha desmentido.
Esto dijo Ros-Lehtinen cuando se conoció la decisión de Zelaya de formar parte del ALBA: “Es una pena que un fuerte aliado de Estados Unidos, como es el gobierno de Honduras, vaya a firmar este acuerdo...el ALBA va en contra de los esfuerzos a favor de la democracia y los derechos humanos en la región”. ¡Democracia y derechos humanos!: no cabe duda, en estos temas es difícil superar el prontuario de la señora y sus compañeros de viaje a Honduras. Si alguien lo duda allí está incólume el bloqueo a Cuba, que tanto han hecho por recrudecer; las víctimas de su terrorista favorito Luis Posada Carriles, el secuestro del niño Elián González, el fraude electoral en Florida que llevó a George W. Bush a la presidencia, las agresiones a Palestina, Irak y Afganistán y sus acciones contra los movimientos populares y gobiernos progresistas de América Latina. Y es que, puede confirmarse en las actas del Congreso de Washington y en reportes de prensa, no hay fechoría del imperialismo estadounidense y del Estado hebreo que no haya contado con su respaldo incondicional.
La contrarrevolución (anti)cubana de Miami es uno de los grupos más reaccionarios existentes en el planeta, enemiga activa de todas las causas populares en el último medio siglo, periodo de tiempo en que ha actuado invariablemente como aliada de casi todas las acciones subversivas del imperio yanqui y sus grupos más extremistas: en la frustrada invasión de Bahía de Cochinos y las campañas terroristas contra Cuba, el asalto a las oficinas del Partido Demócrata en el edificio Watergate, la represión de los movimientos revolucionarios de los sesentas y setentas en América Latina, Asia y África, el escándalo Irán-contras , los planes desestabilizadores contra el presidente venezolano Hugo Chávez y, según muchos indicios, muy probablemente en el asesinato del presidente Kennedy.
Por eso es totalmente coherente con su historia y con documentados antecedentes que la extrema derecha cubana esté a la cabeza de los grupos políticos que en Estados Unidos y América Latina intentan impedir el retorno del régimen constitucional a Honduras y la frustración de los objetivos de justicia social del movimiento revolucionario que se gesta en el seno del pueblo. La resistencia hondureña vive una coyuntura amenazante y en que fuerzas políticas de distintos matices de la derecha pueden hacer el juego a los golpistas. Lo confirma la denuncia por Zelaya de una actitud complaciente de la OEA con el afán de la dictadura de seguir ganando tiempo para perpetuarse en el poder.
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