La vida entre dos realidades
12/03/2010
- Opinión
Para ser un país tan pequeño en tamaño y con una población de apenas 3,2 millones de habitantes, según el censo de 2005, Panamá podría ser un paraíso.
Esta joven nación reúne las características ideales para cualquier ciudadano del mundo en busca de un nuevo hogar: una creciente economía de servicios, una pluralidad cultural, un capital humano preparado, una democracia electoral vigorosa, un lugar seguro que dispone de todos los servicios médicos, donde la esperanza de vida es alta y la situación geográfica brinda oportunidades para todo inmigrante que arriba al istmo.
Su capital es una verdadera metrópolis, con rascacielos que asemejan el perfil de ciudades como Miami o Nueva York. De hecho, los distritos capitales de Panamá San Miguelito, Arraiján, Chorrera y la ciudad de Colón concentran 50 por ciento de la población total del país y 70 de la población urbana, según la Evaluación Común de País 2005 titulada Cerrando las brechas del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en ingles).
Sin embargo, el país vive dos realidades: la de la gente que tiene acceso a servicios y facilidades de la bonanza económica y la que no. "Los que tienen acceso se pueden ubicar entre los ciudadanos del primer mundo, pero los que no, se atienen a una realidad desigual y terrible", explica a SEMlac Laura Flores, representante auxiliar por el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) en Panamá.
Flores recuerda que 40 por ciento de los panameños viven en la pobreza, por lo que el eje temático de población y desarrollo es central para la oficina local de la agencia.
Precisamente, el primer Objetivo del Milenio de la ONU es la erradicación de la pobreza. En ese sentido, UNFPA ofrece apoyo a los procesos de encuestas nacionales, la recolección de información que ayude a crear una mejor base para incidir en las políticas públicas, "para que las mismas se diseñen de manera más científica y apuntando mejor a los problemas de la población", afirma Flores.
En su opinión, la creación del programa de la Red de Oportunidades del Gobierno nacional, al que UNFPA y ONU apoyan indirectamente, constituye un paso hacia delante para hacer visibles los problemas.
Igualdad de género y salud sexual
Promover la igualdad entre los géneros y autonomía de la mujer es el tercer Objetivo del Milenio, por lo que UNFPA labora a nivel comunitario en la creación de redes de prevención de violencia.
Esta agencia de la ONU también colabora en la creación de mecanismos para apoyar leyes nacionales, como la reciente revisión del actual código penal. "UNFPA apoyó el proceso para asegurar que el mismo no echara un paso atrás en cuanto a la protección de las mujeres contra la violencia doméstica; al menos se logró mantener lo que se tenía", explica Flores.
En cuanto a la igualdad entre géneros, la especialista reconoce que Panamá ha alcanzado logros concretos en el ámbito político: el país ya ha tenido una mujer presidenta y ahora otra candidata se perfila con buenas posibilidades electorales.
Sin embargo, aún hay diferencias marcadas entre el hombre y la mujer en el ámbito laboral, donde la remuneración del hombre a menudo supera la de la mujer y donde las empleadas en edad reproductiva pueden ser mal vistas a la hora de competir por un puesto, pese a que la ley las ampara bajo el fuero maternal, admite Flores.
"En un Estado moderno, la legislación no sólo protege a la mujer sino que le permite que pueda realizarse como madre de familia y como profesional con el apoyo de la sociedad", dice. "Hay que ir construyendo un tejido social para que las mujeres sientan que pueden tener sus hijos y continuar su carrera profesional", agrega. UNFPA también apoya procesos de legislaciones que exijan la igualdad entre géneros en el trabajo.
Más controversiales, lentos y agigantados son los avances en salud reproductiva, enmarcada dentro del quinto Objetivo del Milenio: mejorar la salud materna. Según Flores, la mitad de los esfuerzos de UNFPA son dirigidos a esa área, que vela por los derechos sexuales y reproductivos: que toda mujer crezca libre de infecciones de transmisión sexual, que cuente con insumos para prevenir enfermedades infecto-contagiosas y acceso al control de natalidad.
La reducción de la mortalidad materna, tanto en el embarazo como en el parto, es uno de los principales indicadores de salud reproductiva. En Panamá, 70 de 100.000 mujeres mueren en el parto.
En ese sentido, el proyecto de UNFPA en la comarca Ngobe Bugle en las provincias de Veraguas y Chiriquí incide directamente en ese indicador, donde la mortalidad materna asciende a 470 por cada 100.000 partos, casi el mismo promedio que el de Haití, el país más pobre de la región.
Esa reveladora cifra evidencia la dura realidad de las poblaciones indígenas en áreas rurales, cuya situación geográfica y falta de vías de comunicación y acceso a los servicios básicos las margina.
Entonces, la salud reproductiva se convierte en una bandera constante para UNFPA mediante entre otras acciones la promoción del uso de condones contra el contagio del VIH-sida y los embarazos no deseados, destaca Flores.
Se trata de una iniciativa puntual, ya que Panamá ocupa el tercer lugar de Centroamérica en el contagio y transmisión de VIH-sida. La población con mayor riesgo de contagio está entre los 15 y 24 años.
La epidemia del VIH-sida disminuye la productividad de la nación a largo plazo, "porque en 10 años, esos jóvenes serán la fuerza productiva del país y, al desconocer su condición de portadores y posible desarrollo de la enfermedad, probablemente no puedan entrar a la fuerza laboral", razona Flores.
Los estudios demuestran que las reducciones de fecundidad, natalidad y mortalidad provocan una coyuntural concentración de la población en edades económicamente activas, entre 15-64 años. Este denominado "bono demográfico" debe ser aprovechado para mejorar la distribución de los activos (tierra, capital, educación y tecnología), desarrollar capacidades y contribuir a mejorar la distribución de ingresos.
En ese sentido, la oficial de UNFPA confirma que la ignorancia y los tabúes son el mayor reto que afronta esta agencia para ayudar a resolver los problemas de la agenda social panameña. En la actualidad, la Asamblea Nacional debate un proyecto ley que propone actualizar la legislación vigente de salud reproductiva, que data de 1946. La misma apunta a lograr el acceso a los servicios de salud, a la información y a la educación sexual.
UNFPA aboga por la actualización de una ley de salud sexual y reproductiva moderna, extrapolando ejemplos de otras latitudes, brindando datos puntuales como el que uno de cada cinco embarazos en Panamá es adolescente porque no hay acceso ni a la información ni a los insumos de salud reproductiva y prevención de embarazo.
Flores reafirma cómo esta situación da pie al ciclo de pobreza. "No hay derecho que una niña de 11 años quede embarazada, con las consecuencias que eso trae. Si tienes a esta persona en un área rural indígena, que queda embarazada a los 11 años, ella jamás saldrá de la pobreza, pues le tocará cuidar a ese hijo y a otros que vengan, y quizás sea abuela a los 22 años. Si ella logra acceder a la educación o a un trabajo digno, podrá planificar los hijos que quiera y educarlos, de manera que la siguiente generación pueda avanzar", recalca.
Para el censo de 2010, UNFPA brindará apoyo asegurando que las variables de la gestión incluyan la perspectiva de género, visibilizando grupos tradicionalmente no visibles y sacando a la luz los problemas en diferentes poblaciones, en aras a desarrollar políticas correspondientes.
Además, este año UNFPA asesora al Centro de Investigación en Reproducción Humana del Instituto Conmemorativo Gorgas con la Encuesta Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, conocida también como Encuesta de Demografía y Salud, la primera este tipo desde 1984.
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