De un 5 de abril a una 5 de junio

19/05/2011
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Un 5 de abril de 1992 comenzó una dictadura, la misma que se coronó un 12 de septiembre con la captura de Abimael Guzmán, obra atribuida al dictador y su asesor, que realmente nunca supieron del operativo liderado por años por un grupo de valientes policías organizados alrededor del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) de la Dirección Nacional Contra el Terrorismo (DINCOTE). En esos momentos, dictador y asesor, Fujimori y Montesinos, vacacionaban en Iquitos y en su casa de playa, respectivamente.
 
Pocos recuerdan ya el “paquetazo” previo a estos hechos, formulado del modo más cruel y acallado bajo un conjunto de programas asistenciales tendientes a aplicar un modelo económico del que no chorreó progreso, sino, más desigualdad de la que aún hoy vivimos.[1] La que no genera una educación o acceso a la salud de calidad, sino, “a granel”, dejando de lado la calidad y por lo tanto, la efectividad. De éste modo tenemos hasta nuestros días, un modelo de desarrollo donde no todos y todas tenemos las mismas oportunidades y donde estas, cada vez se constriñen más a quienes lideran “faenones[2]” y acumulan poder.
 
Han pasado 19 años desde aquel entonces, aún podemos decir que, como pueblos, respecto a estos hechos, no aprendimos lo suficiente. Los grupos económicos que dominan la mayor parte de los procesos económicos y también políticos, no han sabido aprovechar la bonanza económica para dejar nuestro rol de país primordialmente ofertante de materias primas y mano de obra barata. Menos, han favorecido el desarrollo de una clase política institucional. Antes han dejado hacer y han dejado pasar procesos de narco-copamiento de las estructuras políticas, han favorecido un estado débil, sin capacidad de hacer frente a la corrupción y menos aún de reingeniarse para sacar adelante un “proyecto país”. Ahora, también la ciudadanía tenemos gran culpa en todo éste proceso. No hemos podido levantar una institucionalidad ciudadana capaz de exigir y hacer cumplir de manera cabal nuestros derechos fundamentales, sobre todo en todo lo referente al acceso a una educación y salud de calidad. Hemos permitido un modelo de desarrollo que privilegia los intereses de terceros y además, aún seguimos siendo un país lleno de prejuicios, que ningunea y cholea al otro.
 
Todavía llevamos tras de nosotros el mismo caldo de cultivo de desigualdad que dio pie a toda esa violencia que vivimos de los 80 al 2000. Prueba de ello, llegamos a un 5 de junio del 2009 y permitimos la muerte de policías y civiles en Bagua bajo los intereses de un Tratado de Libre Comercio, firmado a costa de un nuevo contrato, donde nosotros quedamos nuevamente bajo la política del “cholo barato” y donde solamente se benefician directamente un conjunto de inversionistas ligados a las trasnacionales; así, nuevamente esperamos el chorreo como esperamos que el Perú llegue algún día a un mundial de fútbol; nuevamente nos quedamos en un afán conformista y esperando que los “programas sociales” compensen lo que las nuevas tratativas económicas descompensarán.
Un 5 de junio, paradójicamente, día del medio ambiente, permitimos que Santiago Manuin, jefe del Comité de lucha por el Respeto de los Pueblos Indígenas de la Provincia de Condorcanqui – Amazonas, reconocido con el premio “Reina Sofía” por su trabajo en defensa de los derechos humanos y del medio ambiente, fuera herido gravemente por 8 balas de un fusil AKM mientras pedía a gritos Paz y que los efectivos de la policía detuvieran “el Baguazo” [3]. El mismo día que un grupo de nuestros policías moría en la Estación 6 en medio de una vorágine de violencia incontenible; el mismo día que cientos de personas sufrieron heridas graves que aún subsisten, como las de la niña Laydi Luz Montes de 7 años, alcanzada por una bala; tantos otros desaparecidos, nunca contados por ser ciudadanos sin nombre, sin acceso a documentos; tantas personas sufriendo en manos de una clase política y económica que considera a sus miembros como ciudadanos de primera y a otros, como sobrantes e instrumentos de la defensa de su muy particular bienestar.
 
De un 5 de abril fueron sentenciados 78 personas, de un 5 de junio 3. Pero de aquí no llega la justicia, la justicia no es necesariamente la sentencia a los culpables de hechos, de los cuales, muchos se salvaron, como la Ministra Mercedes Cabanillas y el propio presidente de la República. La justicia llegará cuando aceptemos que somos “un país de todas las sangres” cuando aceptemos la herencia de intelectuales como Arguedas y Carlos Iván Degregori; cuando reconozcamos a esos policías valerosos que sin armas pero con coraje e inteligencia, devastaron sin un disparo a las organizaciones terroristas; cuando aceptemos que somos un país eminentemente agrícola con una herencia milenaria que nos podría convertir en una gran potencia económica y en uno de los principales proveedores de productos orgánicos para el mundo; cuando aceptemos que todos y todas podemos frenar la violencia en todas sus formas sin necesidad de un Decreto 1095 [4].
 
Cuando tomemos éste camino, lo recorramos y asumamos las recomendaciones del por muchos olvidado informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) y lo actualicemos en la práctica desde el reconocimiento de los hechos del informe en minoría de los hechos de Bagua [5], tendremos esperanza.
 
Claro, en el camino aparecerán quienes que nos acusaran de “Perros del Hortelano”, “Huaqueros de la memoria”, “terroristas”; pero, como dice el dicho, diremos como el Quijote: “Deja que los perros ladren Sancho..., esa es señal que estamos avanzando”.
 
Notas
 
[1] Según los últimos estudios del Índice de Desigualdad, venimos siendo más desiguales. Ver: http://www.elcorreo.eu.org/?Las-dos-caras-del-Peru-en-el-ultimo-Indice-de-Desarrollo-Humano&lang=fr
[2] Si alguien aún no se enteró a qué se le llama faenón en el Perú, leer: http://www.desdeeltercerpiso.com/2008/10/el-faenon-petrolero/
[3]Más información de qué fue “el Baguazo” en: http://bagua_cvr.crearblog.com
 
- Jorge Arboccó Gallardo es antropólogo
https://www.alainet.org/es/active/46711
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