El conflicto educativo en Chile
La iniciativa está en los estudiantes
18/09/2011
- Opinión
El movimiento nacional que comenzó por una educación más inclusiva debate cuestiones que serán centrales para el futuro. Operaciones mediáticas buscan deslegitimar el proceso que cuenta con amplio apoyo social.
Al desnudo han quedado las deficiencias estructurales que trajo a la sociedad chilena el modelo neoliberal instalado durante la dictadura de Augusto Pinochet y consolidado durante los gobiernos de “la Concertación”, que nada hicieron por modificarlo.
Lo que queda hoy es un momento de quiebre determinado del movimiento estudiantil chileno en su esfuerzo por acelerar la articulación de fracciones oprimidas y el desarrollo de su organización, cuestión que han llevado a los estudiantes a tomar la iniciativa en la construcción política.
La educación constituye una de las áreas estratégicas de cualquier nación que pretender imprimir avances en su desarrollo social y económico, con vistas a un modelo de país más justo. También –y quizás por lo anterior- es que ese mismo campo, fue víctima primaria de los azotes neo-liberales que buscaron conseguir el efecto inverso, es decir convertirlo en el paradigma de la injusticia, la desigualdad, la exclusión y la opresión financiera, a través de un proceso de endeudamiento del que las mayorías jamás lograran escapar.
La actual lucha estudiantil en busca de reivindicaciones históricas fue desde sus albores apoyada por el conjunto de la sociedad chilena con clara conciencia de que también estos problemas afectan de manera directa a todos los ciudadanos.
Como era de esperar, la situación de protesta generalizada ha generado la desesperación de los sectores más conservadores, que, mediatizados por el gobierno chileno, expresan intereses de los agentes extranjeros que poseen en control de los recursos estratégicos del país, y que además han concebido y sostenido el proyecto pinochetista hasta el presente.
Uno de los casos que mejor pinta la situación descripta <="" b="">, utilizando como pantalla el accidente aéreo ocurrido en la isla de Juan Fernández donde perdieron la vida 21 personas.
Antes de la marcha, la presidenta de la CONFECH, Camila Vallejo, había remarcado que se trataría de una convocatoria dentro de un escenario particular, y respecto de la conmoción social provocada por el accidente ocurrido unas horas antes. “...Había que reafirmar mucho el carácter pacífico de esta convocatoria”, afirmó la dirigente estudiantil.
A pesar de no ser de las movilizaciones más numerosas, se produjeron una serie de incidentes con la policía. Si bien no hubo saldos lamentables, alcanzó para que la televisión chilena focalizara en esos episodios con una clara intención de que fueran instalados como la principal cualidad de la movilización estudiantil.
Por supuesto que está lejos de ser la violencia un factor central de la lucha que viene llevando adelante el movimiento estudiantil, pero tiene razón Vallejo cuando resalta que,“la mayor cantidad de minutos que se gastaba en imagen tenían que ver con los hechos de violencia de grupos minoritarios. Y no reflejaban el verdadero sentir de la marcha en cuanto su transversalidad, en cuanto a las demandas”.
A las operaciones de prensa se suman otro tipo de jugadas políticas como la infiltración de carabineros entre los civiles que participan de la movilización. De hecho la misma Camila Vallejo asegura haber escuchado a fuentes policiales y al Ministro del Interior confesar la participación de carabineros encubiertos para “garantizar seguridad”.
La presidenta de CONFECH menciona además la existencia de grupos lúmpenes que lejos de encarnar el espíritu de la movilización, aprovechan par a robar o generar actos de violencia.
Vallejo también destaca la presencia de un tercer actor compuesto por grupos de tendencia anarquista que utilizan la acción violenta como una herramienta política en contra del aparato estatal.
Si bien Camila Vallejo reconoce la inorganicidad de este tipo prácticas que deslegitiman una lucha de masivo respaldo social, no acepta la responsabilidad de generar “soluciones parches” que contenga a la violencia de estos grupos dado que es “el sistema en su conjunto” el primer violento con las personas.
Otro de los puntos principales del debate en torno a cómo avanzaren las protestas y reclamos es la articulación entre estudiantes y obreros que se ha manifestado la convocatoria de la Confech y la Confederación Única del Trabajo (CUT) a marchar en conjunto.
La acción conjunta de obreros y estudiantes representa una alianza estratégica que marca la maduración del proceso organizativo que está viviendo Chile, y en la que tanto trabajadores como estudiantes se sienten parte de la misma lucha y remarcan la vinculación entre las demandas sociales educativas y laborales o de salud; además de encontrar a un enemigo común de fondo.
Es de resaltar también que sean trabajadores del estratégico sector del cobre los que se movilizaron en apoyo al estudiantado porque implica la velada amenaza de poder frenar la capacidad de suspender la producción nacional y una de las principales fuentes de expropiación de recursos de las empresas transnacionales.
No es casualidad que en una mirada política de proyecto alternativo, los estudiantes crean en la posibilidad que justamente sea el sector del cobre el que se encargue de financiar a la educación pública. Y aquí hay dos elementos que entran en juego.
En primer lugar está el hecho de que para pensar en una educación gratuita e inclusiva se debe pensar en aumento de presupuesto educativo que tienda a mejorar las condiciones estructurales actuales de la educación superior.
El segundo factor radica en que la idea de pensar al cobre como fuente para financiar el aumento necesario del presupuesto educativo implica que su producción debe ser controlada por el estado nacional, y no por empresas de capitales extranjeros, como sucede actualmente.
En otro orden de cosas, tanto los dirigentes estudiantiles como los referentes sindicales identifican como problema a la baja participación política que existe en la sociedad chilena, situación enteramente ligada a una victoria continental que en lo cultural obtuvo el neo-liberalismo y que privó a los pueblos su principal herramienta para el cambio social.
La estigmatización de la práctica política como actos relacionados al negocio sucio y el interés espurio al servicio de una selecta “clase política” -término neo-liberal por excelencia-; el vaciamiento de los partidos políticos que constituían la estructura tradicional de participación política de la gente y el esfuerzo por instaurar la noción de que “participar” era simplemente acceder al voto electrónico en un programa de debate conducido por un periodista de la corporación mediática y no la lucha en la calle; son ingredientes del proyecto neo-liberal que justifica la escasa militancia orgánica activa actual.
Sin embargo los dirigentes sociales de Chile son optimistas en cuanto al cambio que se puede dar a partir de luchas tan concretas que no solo afectan al estudiante que se sienta en el aula, o al obrero que está en la mina, “sino a toda la familia” como resalta Vallejo.
La gran decepción, aunque no por decepción implica algo inesperado, se dio ante la negativa del gobierno chileno, encabezado por Sebastián Piñera, a ceder en cuanto a sus paradigmas políticos de cómo debe ser el sistema educativo chileno.
Estos sectores no se encuentran flexibles ante la posibilidad de resignar rentabilidad en el negocio educativo que practican en Chile desde los años de Pinochet en adelante, que implican el endeudamiento de la mayoría de la sociedad chilena, desde que un joven inicia sus estudios, prácticamente hasta que se jubila y lograr pagar los últimos centavos de los intereses del crédito otorgado.
Su postura es sólida en cuanto a mantener el paradigma neo-liberal de educación, y su concepción mercantilista de la misma, y no repensarla y rediseñarla como un derecho social al cual la población puede acceder con el solo hecho de desearlo para el desarrollo de las capacidades intelectuales y formarse en algún campo específico.
En lo anterior radica la principal contradicción y nudo del problema chileno. Se conoce el retroceso en cuanto a conquistas sociales que sufre la nación de O´Higgins con respecto a otras repúblicas de Sudamérica. La educación es un caso representativo de las discusiones de fondo que se dan en todo ámbito.
El debate aquí tiene como centro la “función social”: de la educación, de la salud, de la universidad, del estado mismo.
Muy acertado es el planteo de Hugo Fazio, economista chileno, en cuanto a la contradicción que implicaría para la universidad el hecho de ser financiada por empresas extranjeras. La misma “tiene un papel nacional”, que justamente tiene que ver con la formación de cuadros técnicos y académicos que luego llevarán adelante el proyecto de país que necesitan.
Es decir la Universidad debe ser concebida como una herramienta que impulse el desarrollo de las capacidades intelectuales del pueblo chileno. Que a través de una investigación anclada en un diagnóstico de los problemas estructurales de la comunidad, se proponga trabajar en conjunto con la misma para resolverlos, y por lo tanto, implicaría un previo trabajo de extensión y articulación entre universidad y comunidad.
Si el financiamiento es de las corporaciones económicas extranjeras, esto nunca podrá ser de esta manera, ya que quien financia también define el objeto de estudio. Por lo tanto, la investigación no atenderá problemas del interés de la sociedad como sería lógico para una institución pública, sino el interés corporativista.
Ciencia y Pueblo, son dos elementos centrales que el neo-liberalismo (y los proyectos colonialistas en general) siempre presentaron como polos opuestos de una antinomia. Sin embargo nunca pueden ser separados para un proyecto de justicia social, soberanía política y unidad continental. El desarrollo de uno implica la liberación del otro.
De la misma manera que la articulación de las luchas entre los profesionales en formación (o movimiento estudiantil) y los trabajadores es la única manera de derrotar al neo-liberalismo. Nadie duda de que un proyecto exprese los intereses de un 20 por ciento de la población (como mucho) y el otro a un 80 por ciento.
Lo que es necesario entender es que sólo en matemáticas ochenta siempre es más que veinte. En política, no necesariamente.
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