Injusta sentencia

12/11/2012
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Dediqué mi vida a Brasil, a la lucha por la democracia y al PT. En la dictadura, cuando nos opusimos arriesgando la propia vida, fui preso y condenado. Expulsado del país, me quitaron la nacionalidad pero seguí luchando y volví clandestinamente para mantener nuestra lucha.

Reconquistada la democracia, nunca fui investigado o procesado. Entré y salí del gobierno sin acumular patrimonio. Nunca practiqué ningún acto ilícito o ilegal como dirigente del PT, parlamentario o ministro de Estado. Pero la Cámara de Diputados me quitó la curul y, ahora, fui condenado por el Supremo Tribunal Federal sin pruebas porque soy inocente.

La pena a 10 años y 10 meses que la suprema corte me impuso solo agrava la infamia y la ignominia de todo ese proceso, que recurrió a recursos jurídicos que violan abiertamente nuestra Constitución y el Estado Democrático de Derecho, como la teoría del dominio de facto, la condena sin acto de oficio, el desprecio a la presunción de inocencia y el abandono de la jurisprudencia que beneficia a los reos.
Un enjuiciamiento realizado bajo la presión de los medios y agendado para coincidir con el período electoral en la vana esperanza de derrotar al PT y sus candidatos. Un enjuiciamiento que aún  no termina. No solo porque tenemos el derecho a los recursos previstos en la legislación, sino porque tenemos el derecho sagrado de probar nuestra inocencia.
No me callaré y no me conformo con la injusta sentencia que me fue impuesta. Voy a luchar incluso cumpliendo la pena. Le debo eso a todos los que creyeron y a mi lado lucharon en los últimos 45 años, que me apoyaron y fueron solidarios en esos duros años en la certeza de mi inocencia y en la comunión de los mismos ideales y sueños.
 
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