36 Asamblea General de la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil

12/05/1998
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"La sociedad brasileña se torna cada vez más desigual e injusta. Pasando graves privaciones, millones de brasileños son afectados en su vida y lesionados en su ciudadanía. A un salario crónicamente injusto se suma ahora el desempleo en proporciones espantosas y las amenazas a derechos laborales adquiridos a duras penas por los trabajadores". Tal señalamiento hace parte del mensaje emitido por la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil (CNBB, por sus siglas en portugués), al concluir su 36 Asamblea General, que se desarrolló del 22 de abril al 1? de mayo en Itaici (S.P.). Durante el cónclave, el análisis de la coyuntura ocupó un espacio importante para la definición de sus orientaciones pastorales. Del documento elaborado para tal propósito, en las líneas que siguen recogemos el punto referido a "Desafíos que enfrentamos hoy en Brasil" ?En qué dirección, en qué sentido se está transformando la realidad social brasileña? ?Qué efectos tuvo nuestra actuación, en cuanto a los cambios en los cuales nos empeñamos, en el sentido de contribuir para la construcción de una sociedad justa y fraterna? ?Todo el esfuerzo hecho por la Iglesia, en esa caminata, que fue recordada ahora por tantos hombres, mujeres e instituciones de buena voluntad, fue vano? Una realidad es hecha siempre de luces y sombras. Hay momentos en que vemos solamente lo que es sombrío, con dudas y peligros. Otros, en que identificamos luces apuntando hacia caminos para la superación de los problemas (...). Dificultades para una visión objetiva Pero, es difícil tener una visión objetiva de la realidad brasileña. Esta dificultad se debe a dos tipos de factores. De un lado, la propia realidad provoca un error de percepción. De otro, aquellos a quienes dimos el mandato para encontrar salidas para nuestros problemas, esto es, nuestros gobiernos, hacen todo lo que pueden para mantenernos optimistas. Un error de percepción, provocado por la propia realidad, se debe a su característica fundamental: la desigualdad social. Una parte de nuestra población vive bien, otra continúa pobre. El sector que vive bien es minoritario; el que vive mal, mayoritario. Hubo ya quien dijo que somos una Bel-India: combinación de una Bélgica desarrollada con una India subdesarrollada. Se trata de la característica común a los países del Tercer Mundo, inclusive la India. La verdad, cuando se habla de Brasil y de la India, es preciso primero saber de qué sector del país se está hablando. Un enorme mercado Lo que ocurre, y que nos engaña, es que nuestro sector minoritario que vive bien, o por lo menos relativamente bien, es enorme, y tapa al otro. Son 50 millones de personas, o sea, la población de un país entero, como por ejemplo Francia, una de las potencias del mundo desarrollado. 50 millones de personas permiten, por tanto, que una economía fuerte funcione. Dentro de esos 50 millones hay ya una gran heterogeneidad. La encuestadora Datafolha divide a los brasileños en cinco categorías significativas en la actual situación: las tres primeras están dentro de esos 50 millones: la "élite", correspondiente al 8% de la sociedad, que llega a tener título universitario; los "peleadores", que acceden a la condición de la élite, sin tener títulos, y que corresponden al 2%; y los "ni pobres ni ricos", con escolaridad y rentas medias, que llegan a ser el 14%. Las otras dos categorías de esa clasificación sería la de los "decadentes", con el 13%, y la de los "excluidos", que serían, ahora, el 62%. Pero, a pesar de la heterogeneidad, los 50 millones de "incluidos" ya conforman un enorme mercado. Hasta para los lujosos carros importados, y para que un número suficiente de aficionados al fútbol puedan pagar paquetes turísticos de 10.000 dólares para darse el placer de asistir a la Copa Mundo en Francia. Y como Brasil es campeón mundial de concentración de la renta, llegamos a tener la segunda flota en el mundo de yates particulares ejecutivos, a los cuales pueden acceder solo los muy ricos. Solo quedamos atrás de la flota de los Estados Unidos. Una realidad encubierta Ahora, si ese sector minoritario es enorme, el mayoritario -los "decadentes" que viven mal y los excluidos que sobreviven mal- es todavía mayor. Son 100 millones de personas -el doble- que también hacen parte de la población brasileña. Solo que nosotros no los vemos. Están desparramadas por las grandes ciudades, o en las periferias, en las zonas rurales desatendidas, en las llamadas "grutas" del interior. Los periódicos, las revistas, la televisión, la propaganda, llenan nuestros días, nuestros ojos, nuestra atención, se dirigen a los gustos y necesidades -de mayor o menor refinamiento- de esos 50 millones de bien acomodados y de situación media. En cuanto que los gustos de los otros 100 millones pueden ser manipulados a través de las novelas, los programas televisivos de bajo nivel y el fútbol. Más sus necesidades quedan desatendidas. Es una inmensa cantidad de hombres, mujeres, jóvenes y niños/as, que, reunidos, corresponderían a las multitudes "exhaustas y postradas como ovejas sin pastor", que merecieran la compasión de Jesús. Son 100 millones de personas cotidianamente olvidadas. De las cuales los más excluidos se encuadran en la categoría de los "inútiles para el mundo" de la Edad Media, o de los "desechables", como se dice en algunos países latinoamericanos. Todo pasa como si no existieran, porque se considera que no sería posible "integrarlos", en el corto plazo, al mercado de consumo constituido por los 50 millones. Mientras eso no ocurra, que sobrevivan con las migajas que consigan recoger... Muchos piensan así, mas no tienen el coraje de explicitar ese discurso. Así como hay quienes consideran ese sector de población extremedamente útil y no le olvidan en el momento de las elecciones: son millones de votos que darán el poder político a quien sepa, en ese momento, explotar sus carencias. Es también de allí que sale la demanda de empleo que permite mantener bajos los salarios. El optimismo oficial Los gobiernos, a su vez, con el peso del poderoso sistema de comunicación social que pueden accionar, también nos hacen "olvidar" esa parcela mayoritaria de nuestras sociedades. En verdad, excluyendo la necesidad barata que tienen aquellos que están en el poder de autopromocionarse, en la medida en que dependen de las elecciones para continuar en el poder, el discurso oficial -en particular del actual gobierno federal- es siempre positivo y optimista, fundado en tres mecanismos: uno resulta de su visión de ética; el segundo ligado a las opciones que toma; y el tercero que proviene de la dinámica del poder en general. En cuanto a la ética, se está hablando mucho de una exposición magistral recientemente realizada por el Presidente de la República en Brasilia, donde, hablando de manera improvisada, dejó escapar: "en la ética en la política, la verdad, la mentira, son partes constitutivas". Corrigió inmediatamente, empero no corrió el riesgo de perder su cargo, como ocurrió hace tiempo con un Ministro, en el famoso episodio de las parabólicas. Y dijo: "No, la ambigüedad, talvez, la mentira, no (...) Un hombre de Estado no puede decir todo lo que sabe, so pena de, al hacerlo, perjudicar al Estado, la nación y el pueblo. El está obligado a no decir. El hombre de ciencia está obligado a decir". La frase del presidente no causó todo el revuelo que se podía esperar. Fue interpretado como si estuviese solamente defendiéndose de críticas a su última reforma ministerial. Mas, él estaba, por lo menos, dándonos definitivamente el derecho de desconfiar de todo lo que nos diga. No habrá gobierno, en el Brasil, capaz de rescatar sólo las deudas sociales crecientes que cargamos. Pero enfrentar la verdad y llamar a la sociedad a una gran movilización para superar la pobreza y la miseria de una multitud de 100 millones de olvidados, exige coraje y firmeza. Churchill, cuando su país llegó a una situación extremadamente peligrosa ante el avance hitleriano, prometió a su pueblo inglés solamente "sangre, sudor y lágrimas". Mas no todos los dirigentes políticos tienen talla de estadistas. Un segundo mecanismo que hace que el gobierno logre ser siempre optimista, y trate siempre de descalificar a los llamados "derrotistas" -estamos ya acostumbrados a las contestaciones oficiales a cada declaración episcopal más contundente-, resulta de una opción política que escoge: la que nos somete, prácticamente sin condiciones, a las exigencias de la economía internacional y mantiene sobrevalorizado el Real, dadas, entre otras razones, a sus potencialidades electorales. Esa opción nos hace depender de los inversionistas extranjeros, pero sus dólares solo vienen a Brasil si nuestro gobierno, además de cooperativo, se muestra capaz de mantener un clima de estabilidad de las instituciones y tener todo bajo control. Cualquier señal de escasa confiabilidad hace que esos nerviosos capitales salgan fuera del país, tan rápidamente como aquí aterrizaron. Las estadísticas del Banco Central no pueden dejar que aparezcan los 100 millones de excluidos. Un tercer mecanismo resulta de un mal que padecen los que están en el poder y no dicen toda la verdad, por cinismo o por una lectura simplificada de la "ética de la responsabilidad" de Weber: de tanto tener que engañar, terminan auto-engañándose y comportándose como si estuviesen en el mejor de los mundos. Y muchas veces creen en lo que dicen... ?Brasilia no suele ser llamada la "isla de la fantasía"? El Brasil que tenemos que ver Por lo tanto, al analizar el Brasil en el que nos encontramos ahora, tenemos que escoger una opción: ?Qué Brasil vamos a "ver", y de qué perspectiva vamos a ver a Brasil? Si la Iglesia quiere ser la voz profética de los que no tienen voz -siguiendo nuestro camino, sin recelo de que nos contrapongamos al discurso del poder- tenemos que ver la realidad a partir de los 100 millones de olvidados, que es la realidad con la cual nuestros obispos, padres, religiosos y legos involucrados en las pastorales sociales, están en contacto permanente. No el de los palacios protegidos, sino al que está en nuestras comunidades rurales e indígenas, en la dureza de la vida en la periferia de las ciudades, en nuestras favelas, en los tugurios, en las calles de nuestras ciudades, en nuestras prisiones, nuestros hospitales públicos desequipados y degradados, en nuestras escuelas deterioradas. En la dura realidad de la droga, de la prostitución adulta e infantil, del trabajo esclavo y de la violencia policial, de los desempleados. Uno de los generales que nos gobernaron dijo, inadvertidamente, en los tiempos de auge del llamado "milagro económico": "la economía va bien, mas el pueblo va mal"... Es ese pueblo que tenemos que ver, es a ese pueblo que tenemos que servir. En el cuadro general vivido por ese pueblo, esto es, del lado negativo del Brasil de hoy, hay un problema clave y determinante: el desempleo. El problema central del desempleo La gravedad de la cuestión del desempleo del Brasil de hoy ya fue subrayada al escoger ese tema para la Campaña de la Fraternidad del próximo año. No es el caso de abundar aquí con datos estadísticos. El gobierno y sus críticos ya se enfrentan frecuentemente en torno de los números. Se comparan muchas veces índices que no pueden ser comparados. Diferencias en los conceptos del empleo, o una delimitación geográfica en la recolección de datos, llevan necesariamente a números distintos. Las estadísticas pueden, por tanto, ser trabajadas según los intereses de quien las divulga. El Manual de la Campaña, en elaboración, profundizará nuestro conocimiento de todos los aspectos de la cuestión. Lo que interesa, ahora, es señalar el hecho de que ese problema se va tornando cada vez más grave. Y esto es reconocido por la propia estadística oficial: la tasa de desempleo, en conjunto de las regiones metropolitanas, saltó de 3,9% en 1990 para situarse en el 8% en estos días. Y una institución, también oficial de Sao Paulo, indica que el desempleo abierto o disfrazado alcanzó en febrero, en aquella ciudad, "17,2%, un récord en la serie de esa investigación que se remonta a 1985". Y continúa aumentando. Se está produciendo una pérdida efectiva del poder adquisitivo de la población, como resultado del desempleo creciente. Aumenta el incumplimiento de contratos y los cheques sin fondos, así como las dificultades en pagar arriendos. Incluso ya se creó la categoría social a la que ya nos referimos: "los decadentes". El desempleo, por el mecanismo clásico de oferta de trabajo que supera la demanda, conduce aún más a bajar los salarios, ya estancados o congelados. Se diversifican las estrategias de sobrevivencia. El comercio informal crece en todas las ciudades, lo que se combina con el contrabando, al cual se asocian muchos de los encargados de controlarlo. Se abre la puerta a la violencia como modo de obtener lo que se necesita. El rentable tráfico de drogas amplía su presencia en las áreas urbanas y rurales, en las cuales el poder público desaparece. La ilusión de los mil tipos de lotería se combina con el deseo de ganancia fácil -con ejemplos ven de las llamadas "élites"...- y abre el camino para la instalación de casinos, bajo la presión también de los interesados en el lavado del dinero ilícito. Un país de desempleados es un país "del sálvese quien pueda". Ni la solidaridad, de la cual los pobres tantas veces dan testimonio, tiene condiciones de asegurar por mucho tiempo las tendencias desagregadoras del tejido social -comenzando por el núcleo familiar- que se tornan mas fuertes con el crecimiento del desempleo. Enfrentar ese problema es, por tanto, decisivo, si queremos revertir las tendencias negativas en la evolución de nuestro cuadro social. (...) Reforma agraria El bloqueo mayor para encontrar la solución del problema del empleo, es la bajísima prioridad dada por el gobierno a la Reforma Agraria. El Ministerio encargado de esa Reforma trató de demostrar su empeño en realizarla en un documento que llevó el Ministro al Vaticano. Por eso acaba de recibir una carta de estímulo del Santo Padre. Pero es preciso que tal estímulo lleve al gobierno brasileño a reflexionar sobre el nivel de exigencia señalado por el documento de la Comisión Pontificia Justicia y Paz sobre la Reforma Agraria. Se trata de una exigencia de justicia social, para que se cumpla la función social de la propiedad, atendiendo a la demanda de millones de personas desempleadas y a la necesidad de integrar millones de hectáreas improductivas al sistema de producción agrícola. Sin embargo el gobierno se dedica a dar respuestas puntuales, casi obstinadamente, a las acciones de ocupación, los así llamados "focos de tensión", llevando así al surgimiento de la "industria de la expropiación", por la cual se sobrevaloran propiedades a ser pagadas por el gobierno, en un momento en que el precio de la tierra se reduce sustancialmente. La lógica de la política económica vigente no solamente ignora la posibilidad de que se produzca a escala de la pequeña producción rural, sino que le lleva a desaparecer o refugiarse en la economía de subsistencia. Y no sorprenderá si llega a reducir el acceso al sistema de la Previsión Social Rural, conquista de la Constituyente que conforma, en la actualidad, un amplio programa de renta mínima dirigido a los pobres rurales. No se trata, evidentemente, de una tarea fácil. Entre nosotros se comenzó a hablar de Reforma Agraria en los años 40, con el fin de la dictadura de Vargas. Mas nada de consistente fue hecho desde entonces. La resistencia a la Reforma Agraria es fuerte y antigua, y al mismo tiempo que se modifica el perfil de algunos opositores, el latifundio resiste con todas sus armas, literalmente hablando. Sin embargo hoy nos encontramos con un panorama diferente: investigaciones muestran la aceptación de la Reforma por la mayoría de los brasileños que ya no se dejan asustar con el fantasma del comunismo internacional. Es grande el número de personas que superando la ilusión de la ciudad, se dispone a volver al campo. El MST (Movimiento sin Tierra) y el movimiento sindical rural, que organizan a los trabajadores que quieren trabajar la tierra y son los únicos movimientos sociales que hoy presionan efectivamente al poder, ganan una adhesión creciente de esos trabajadores y van conquistando la legitimidad de la lucha por el regreso a la tierra, inclusive incorporan, ahora, una enorme novedad al proceso: se muestran capaces de, en cuanto movimiento populares, organizar la propia producción de los asentamientos, que antes solo podía contar con un apoyo insuficiente de los organismos oficiales; y llegan a integrar la producción agrícola a la producción industrial. Por otro lado, es más barato, más saludable, más manejable crear empleos en el medio rural - inclusive con más interconexiones con el espacio micro-urbano que con la gran ciudad. La producción de los asentamientos puede ser una respuesta a las necesidades de productos de la canasta básica para todos los brasileños -entre los cuales están los 100 millones de olvidados-, sin que precisemos importarlos, como ocurre ahora. Brasil cuenta con una cantidad enorme de tierras improductivas; el aumento del número de pequeñas propiedades rurales, y de "los sin tierra", que pasan a tener algún rendimiento, llevan a aumentar el mercado consumidor interno del país, con repercusiones en el aumento de la producción y, por tanto del empleo, y con la inserción de los asentamientos en el espacio económico. Pero, a pesar de todas estas evidencias, nuestro Gobierno no vincula la Reforma Agraria al problema del empleo en el país. Es revelador el hecho de que, entre las doce directrices de la Guerra al Desempleo, declarada en una reunión ministerial del 10 de marzo, no haya una palabra sobre la Reforma Agraria. En lo que se refiere al desempleo en el mundo rural, se refuerza un programa teóricamente dirigido al fortalecimiento de la agricultura familiar, y se decide apoyar la fruticultura -en general practicada por grandes empresas... Las perspectivas internacionales Sobre esas perspectivas internas poco promisorias, las internacionales son todavía mas preocupantes. Como si no bastase la imposición, por el proceso de globalización, de un liberalismo económico que olvida a las legiones de los excluidos y poco se preocupa de la desaparición de empleos, un monstruo ahora se levanta amenazando a países ricos y pobres: el ultraliberal Acuerdo Multilateral de Inversiones, AMI. Ese acuerdo está en discusión desde 1995 en la OCDE, organismo que reúne a las 29 naciones, entre las cuales están las más ricas del planeta. El Director general de la Organización Mundial de Comercio -OMC-, Sr. Renato Ruggiero, dice sobre el AMI: "Estamos escribiendo la Constitución de una economía mundial unificada". Extrañamente, esa "constitución" estaba siendo escrita secretamente, por así decir. En febrero de este año se filtró la información sobre su contenido y el periódico "Le Monde Diplamatique" publicó un artículo de un director de una ONG norteamericana de defensa de los ciudadanos. Su título: "el Nuevo manifiesto del capitalismo mundial". En la presentación del artículo, el periódico dice: "Es preciso volver a los tratados coloniales de lo más leoninos para encontrar, como en ese Acuerdo, una presentación con tanta arrogancia dominadora de los derechos imprescriptibles del más fuerte -en el caso de las transnacionales- y las obligaciones draconianas impuestas a los pueblos". El artículo inicia con el siguiente planteamiento: "se imagina un tratado de comercio autorizando a las empresas multinacionales y a los inversionistas a procesar a los gobiernos -en cortes internacionales escogidas por las empresas- para obtener compensaciones financieras por causa de políticas o acciones de esos gobiernos que tendrían como efecto la disminución de sus lucros". Y prosigue: "No, no se trata de la intriga de una novela de ciencia ficción sobre el futuro totalitario del capitalismo. Es solamente una de las causas de un Acuerdo que está por ser firmado, pero que se lo mantiene reservado". En los términos del Acuerdo, cualquier "pérdida de oportunidades de lucro sobre una inversión sería un tipo de perjuicio suficiente para dar derecho a la indemnización del inversor". El artículo prosigue: "se puede imaginar que un mecanismo de ese tipo tendrá por efecto paralizar toda acción gubernamental dirigida a proteger el medio ambiente, preservar recursos naturales, garantizar la seguridad y las condiciones de trabajo y orientar las inversiones al servicio del interés colectivo". Según el Acuerdo, todo lo que pretenda disminuir la rentabilidad de las empresas es posible de ser "cobrado" a los gobiernos. Así, movimientos de protesta, de boicot, las libertades sociales, la Reforma Agraria... No viene al caso detallar aquí ese proyecto de Acuerdo, pero hay una serie de otras cláusulas, igualmente peligrosas, como la duración de las obligaciones contraídas en él: veinte años. Lo que importa es que, amarrando inicialmente a los países ricos, este será en seguida propuesto a los pobres, en el estilo duro y directo de "tomarlo o dejarlo". Quien se someta, recibirá inversiones - evidentemente en las condiciones impuestas por el Acuerdo. Quien no se someta... El texto está prácticamente listo, aunque la versión que la OCDE fue obligada a divulgar contenía todavía un gran número de artículos "en discusión". En septiembre/octubre de este año se realizará una nueva ronda de negociaciones, y el Acuerdo podría ser, en breve, firmado si nada resulta de los movimientos de protesta que comienzan a surgir. El Gobierno brasileño ya venía, silenciosamente -pues hay verdades que precisan ser omitidas, según su ética- participando en las negociaciones como observador, juntamente con otros cuatro países: Argentina, Chile, Hong Kong y la República Eslovaca. Y las autoridades ya dieron a entender que no sería malo que firmemos ese Acuerdo... Tal vez no estarán preparando un regalo de amigo secreto... Aprobado, el AMI terminará con nociones tales como la del interés público y la soberanía de las naciones e instituirá como fuerza avasalladora la dictadura explícita del capital en todo el mundo. Ahí entonces podremos olvidar definitivamente -o por veinte años- nuestros 100 millones de excluidos, guardando evidentemente la esperanza de que un desarrollo comandado por el capital internacional nos cree un día todos los empleos de los que ya estamos tan necesitados.
https://www.alainet.org/es/articulo/104308
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