La Academia y la política económica
05/02/2004
- Opinión
La Universidad de Chicago abriga desde la post guerra un
grupo de economistas que fue drásticamente apartado de la
vida administrativa y política por el atraso de las ideas que
defienden, por su falta de realismo y por la imposibilidad de
transformar en políticas efectivas sus tesis académicas,
basadas en la filosofía económica el siglo XVIII.
En 1973, el gobierno fascista de Augusto Pinochet, apoyado en
una concepción ultra-reaccionaria de lo económico y lo
político, entregó el destino del pueblo chileno a estos
académicos desprestigiados de la escuela de Chicago, que
podían actuar con plena libertad, a partir de una situación
de tierra arrasada, lograda a través de un golpe de Estado
sangriento y un régimen de terror permanente.
Ya hemos explicado en otras oportunidades cómo la economía
chilena pudo, a pesar de las políticas económicas absurdas a
que fue sometida, aprovecharse de la nacionalización del
cobre, de la reforma agraria y de la distribución del
ingreso, todas ellas realizadas en los gobiernos reformista
de Eduardo Frey y revolucionario de Salvador Allende.
A pesar de esto y de las graves crisis por la cual pasó
Chile, que regresó a la condición de exportador de productos
básicos, un enorme trabajo de marketing logró presentar esta
política como ejemplo a ser seguida. La Sra. Thatcher y el
actor Ronald Reagan se encargaron de llevar hacia las
economías centrales estas políticas consideradas exitosas.
Claro que, los desmoralizados economistas del Fondo Monetario
Internacional, que no lograban encontrar apoyo en ninguna
parte, se adscribieron a las ideas monetaristas de los
académicos de Chicago, ahora defendidas como tesis por los
jefes de gobierno de Estados Unidos y Gran Bretaña, y las
transformaron en obligación contractual de los países
endeudados con la serpiente monetaria de la década del 70 y
el fantástico aumento de la liquidez mundial proporcionada
por los petrodólares.
Con el tiempo, a pesar del fracaso de los gobiernos Thatcher
(que hizo retroceder a Inglaterra de quinta a sexta y hoy
novena potencia mundial) y Reagan (que llevó a Estados
Unidos al mayor déficit fiscal y comercial de la historia,
convirtiéndolo en el mayor deudor mundial, después de haber
sido el principal país acreedor del mundo, sin hablar de la
terrible crisis económica de 1989 a 1992 que cerró el
gobierno de su vicepresidente George Bush) estas doctrinas
académicas se convirtieron no solamente en doctrina económica
oficial de varios países sino en un "pensamiento único" al
cual nadie podía contradecir.
Se trata de un caso en el que tesis académicas, cuya
aplicación ha sido siempre muy discutible por su total
desacuerdo con la realidad, se transforman en doctrina de
Estado, sobre todo por el fracaso de las fórmulas keynesianas
que habían hegemonizado el pensamiento económico entre la
segunda Guerra Mundial y la crisis del dólar de 1972, y la
crisis del estalinismo, confundido siempre con el destino del
socialismo que los ultra liberales de la escuela de Chicago
siempre identificaron con los keynesianos y los estalinistas.
Al mismo tiempo, los defensores de este ultra liberalismo,
reunidos cada año en Mont Pèllerin, en Suiza, consiguieron
expandirse hacia varias universidades y obtuvieron respaldo
en los Bancos Centrales de varios países hasta convertirse
en un universo teórico similar al papel que representaron en
la Edad Media los escolásticos, que se identificaron con la
burocracia eclesiástica, convirtiéndose en la pesadilla de
los nuevos aventureros burgueses que rompían con el
inmovilismo medieval y abrían camino hacia la moderna
revolución científica y tecnológica que se alió a la
revolución comercial patrocinada por el capital comercial y
financiero que rompió con la clase media.
Estos señores conseguían probar que el sol giraba en torno de
la tierra, que la tierra no era redonda sino plana, y otras
tantas barbaridades que impedían el avance de la humanidad.
De la misma forma, estos señores consiguen hoy en día
introducir en la cabeza de la gente, sobretodo de los
políticos temerosos de romper las estructuras burocráticas,
que el pretendido rigor monetario es más importante que el
crecimiento económico, que la inflación es la enemiga
principal de la economía, que a pesar del enorme crecimiento
de la productividad no podemos aumentar el tiempo libre de
los trabajadores y las políticas sociales que subsidian a
los jubilados y a los niños y los jóvenes estudiantes.
Raras veces en la historia, el pensamiento académico, de
calidad bastante discutible, dicho sea de paso, tuvo tanta
influencia en las políticas, particularmente la política
económica, que condiciona todas las otras políticas al
determinar la distribución de los recursos públicos. En
realidad, a pesar de no poder hacerlo muy coherentemente, los
ultra o neoliberales han tomado claramente el partido de los
intereses financieros dominantes en el mundo actual.
De manera audaz, sacrifican sus tesis básicas siempre que
entran en choque con los intereses dominantes del sector
financiero. Han sabido convertir ciertas ecuaciones básicas
de la economía neoclásica en instrumento de terror
intelectual. En nombre de ellas, logran justificar siempre
el aumento de las tasas de interés, la expansión de las
deudas públicas en sustitución a la emisión de moneda, el
libre comercio, siempre moderado por los subsidios a los
sectores políticos con los lobbies más fuertes, al mismo
tiempo que insisten en el carácter monopolista y
corporativista de los sindicatos, exigiendo políticas
laborales que los debiliten y que debiliten los derechos
laborales alcanzados en los períodos de expansión económica y
reforma social, como el welfare state de los años dorados del
capitalismo post segunda guerra mundial.
Los años de hegemonía neoliberal significaron un aumento
gigantesco de los desequilibrios económicos mundiales,
siempre a favor del capital financiero, de la concentración
del ingreso y de la distribución de la renta mundial, de la
exclusión social y del aumento de la pobreza.
América Latina y África fueron las regiones del mundo que se
sometieron realmente a las políticas neoliberales. Ellas
abrieron sus mercados, fortalecieron sus monedas cuando
obtuvieron reservas construidas a partir de la suspensión del
pago del servicio de las deudas externas a fines de los años
80, generando, en consecuencia, enormes déficit comerciales,
que buscaron compensar el aumento de las tasas de interés
pagadas internamente "para detener la inflación y para atraer
capitales del exterior". En consecuencia se transformaron en
prisioneros del capital de corto plazo y debilitaron sus
políticas públicas a favor del endeudamiento fiscal y del
aumento del pago de intereses.
Los hechos comprobaron aquello que cualquiera buen economista
sabía: las políticas monetaristas llevarían a nuestros países
al aumento de la dependencia, la concentración y la
exclusión. Sobre estas discusiones recomendamos nuestro libro
sobre La Teoría de la Dependencia: Balance y Perspectiva.
Un poco de conocimiento académico hubiera evitado el desastre
económico al cual se sometió Latinoamérica en los últimos 20
años, condenada a la estagnación económica y a la pérdida de
poder en el comercio y la economía mundial.
Y no hablemos de África que se ahogó en el hambre y la
violencia tribal como resultado inevitable de las políticas
del FMI y del Banco Mundial que la hizo retroceder a la
condición de exportadora de materias primas, que destruyó sus
universidades recién creadas y que la entregaron a los
intereses del capital de corto plazo mientras destruían sus
primeros esfuerzos para la construcción de sus Estados
nacionales, después de la victoria contra los colonizadores.
Pues bien señores, después de todo esto, ¿que conclusión
podríamos sacar? Que el academicismo del pensamiento
neoliberal, que apoyan las políticas del FMI, del BIRD y sus
acólitos, bajo la inspiración del tesoro estadounidense, es
el gran problema para la ejecución de políticas económicas
realistas que nos permitan incorporar la revolución
científico tecnológica que ha logrado una gran expansión de
la economía mundial en los
últimos años.
El desarrollo económico es la única política realista en la
coyuntura actual. Para que funcione se necesita, sobre todo,
que se bajen las tasas de interés mundial. Lo que viene
ocurriendo sistemáticamente desde los años noventa, excepto
por los arbitrarios intentos de los bancos centrales,
dominados por neoliberales, de contener el crecimiento y una
inflación inexistente. A partir del año 2003, frente al
fracaso de sus políticas de aumento de las tasas de interés,
que condujeron a la recesión mundial, se ven obligados a
bajarlas drásticamente.
Está pues muy claro dónde están los "académicos" o más bien
los "escolásticos" y dónde están los pragmáticos y
teóricamente más correctos. Hace poco el presidente Lula hizo
afirmaciones absolutamente contrarias a estos análisis. Para
él los "académicos" son los empresarios, que lo apoyaron
electoralmente y ahora critican duramente sus políticas
encuadradas en los principios del FMI, los economistas de
las más diversas orientaciones que apoyaron al PT y a las
fuerzas que los eligieron, los inversionistas que aplauden
sus políticas de "estabilidad fiscal" pero no invierten
dinero en el país hasta que bajen las tasas de interés y
vuelva el crecimiento.
Y los "políticos" y "realistas" son un equipo de tecnócratas
recién egresados o recién adheridos al neoliberalismo, que
buscan aplicar los manuales que aprendieron en las
universidades estadounidenses y las eternas recomendaciones
del FMI a la compleja realidad brasileña. Yo recomendaría al
compañero Lula que revisase su concepto de lo que él llama
despectivamente "académico". Y pase a escuchar aquellos
empresarios, políticos y dirigentes sociales que lo apoyaron
en las últimas elecciones. Estoy seguro que él y el pueblo
brasileño ganarían mucho con esta corrección de enfoque.
* Theotonio Dos Santos es profesor titular de la Universidad
Federal Fluminenses, coordinador del REGGEN, Cátedra y Red de
la UNESCO y de la UNU sobre Economía Global y Desarrollo
Sostenible.
https://www.alainet.org/es/articulo/109351?language=en
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