Reconstruir la sociedad
05/01/2007
- Opinión
La recuperación de la sociedad debe ser el objetivo del año 2007 que acaba de comenzar. El reconocido sociólogo francés, Alaine Touraine, explicaba en un reciente artículo, Al rescate de la sociedad, aparecido en la revista Foreign Policy que es necesario recuperar lo social frente a la globalización económica en la que nos encontramos inmersos. Y así, recuperar el diálogo y la convivencia entre los pueblos.
Tras la II Guerra Mundial, dice Touraine, el sistema económico en todo el mundo estuvo dominado por el Estado. Este orden perduró durante 30 años. Después se impuso el neoliberalismo, movimiento opuesto al anterior, donde el mercado era quien dictaba el camino. Hoy, el “recapitalismo” es el movimiento dominante. El francés denuncia que vivimos en un mundo en el que se eliminan los controles, las leyes sociales, el papel de los gobiernos y la capacidad de la movilización social. Es la globalización económica.
La era de la información sólo ha llevado a la globalización de la pobreza y la mundialización de la producción, el comercio y los sistemas financieros, que mantienen el status quo. Estamos ante la primera oportunidad para acabar con la pobreza. Existen recursos naturales suficientes para los más de 6.000 millones de personas que poblamos el planeta. Sin embargo, la redistribución de la riqueza es hoy aún una quimera y mil millones de seres humanos pasan hambre.
La cultura de masas y la ruptura de la sociedad son, para este sociólogo, otras de las graves consecuencias que ha traído consigo la globalización. Ha dejado de existir un sistema de control político y social de la economía, que ha pasado a ser el único motor de nuestras vidas.
A todo ello hay que sumar la “guerra contra el terrorismo” que Occidente está librando desde los atentados del World Trade Center en Nueva York. Las guerras y la religión se han convertido, según Touraine, en los dos grandes temas de debate de la opinión pública. Pocos hablan ya de investigación, de salud o de desarrollo. La guerra y la “lucha de religiones” ocupan las portadas de los grandes diarios de todo el mundo y las “discusiones de café” giran en torno a ello. De reojo, miramos a Oriente Medio, como si allí estuviera la solución. La jugada final.
Para acabar con este círculo, cuyo fin es la destrucción del ser humano, el francés propone recuperar lo social. Dos son las maneras, aunque sólo una lleva al éxito. Por un lado, está la recuperación del individuo dentro de un grupo donde existe una identidad común, es decir, una comunidad. El problema viene cuando al resaltar los elementos homogéneos de los individuos que forman esa comunidad, se dejan fuera a todos aquellos que las comparten, a las minorías. Esto lleva a la exclusión y a la confrontación. La única comunicación posible en este contexto es, dice Touraine, la comunicación violenta con bombas, atentados, etc., que nos lleva a una situación similar a la que hoy estamos viviendo.
Por ello, el autor defiende la recuperación de la vieja tradición europea que afirma la existencia de unos derechos individuales universales y habla de la supremacía del bienestar de la ciudadanía por encima de la propia comunidad. Esos valores universales deben ser los que dominen frente a lo particular. Para conseguirlo es fundamental reconstruir la opinión pública para que acepte más diversidad y se difuminen los límites de la exclusión. Conocer al otro, “reconocerse”, es la fórmula de la convivencia en paz. El respeto a la libertad del otro y saber cuáles son los límites de nuestra propia libertad son elementos esenciales para que la democracia avance.
La recuperación de lo humano, de la persona, hará que dejemos a un lado las diferencias y las cifras macroeconómicas. La persona ha de volver a ser la medida de las cosas.
- Ana Muñoz es periodista.
Tras la II Guerra Mundial, dice Touraine, el sistema económico en todo el mundo estuvo dominado por el Estado. Este orden perduró durante 30 años. Después se impuso el neoliberalismo, movimiento opuesto al anterior, donde el mercado era quien dictaba el camino. Hoy, el “recapitalismo” es el movimiento dominante. El francés denuncia que vivimos en un mundo en el que se eliminan los controles, las leyes sociales, el papel de los gobiernos y la capacidad de la movilización social. Es la globalización económica.
La era de la información sólo ha llevado a la globalización de la pobreza y la mundialización de la producción, el comercio y los sistemas financieros, que mantienen el status quo. Estamos ante la primera oportunidad para acabar con la pobreza. Existen recursos naturales suficientes para los más de 6.000 millones de personas que poblamos el planeta. Sin embargo, la redistribución de la riqueza es hoy aún una quimera y mil millones de seres humanos pasan hambre.
La cultura de masas y la ruptura de la sociedad son, para este sociólogo, otras de las graves consecuencias que ha traído consigo la globalización. Ha dejado de existir un sistema de control político y social de la economía, que ha pasado a ser el único motor de nuestras vidas.
A todo ello hay que sumar la “guerra contra el terrorismo” que Occidente está librando desde los atentados del World Trade Center en Nueva York. Las guerras y la religión se han convertido, según Touraine, en los dos grandes temas de debate de la opinión pública. Pocos hablan ya de investigación, de salud o de desarrollo. La guerra y la “lucha de religiones” ocupan las portadas de los grandes diarios de todo el mundo y las “discusiones de café” giran en torno a ello. De reojo, miramos a Oriente Medio, como si allí estuviera la solución. La jugada final.
Para acabar con este círculo, cuyo fin es la destrucción del ser humano, el francés propone recuperar lo social. Dos son las maneras, aunque sólo una lleva al éxito. Por un lado, está la recuperación del individuo dentro de un grupo donde existe una identidad común, es decir, una comunidad. El problema viene cuando al resaltar los elementos homogéneos de los individuos que forman esa comunidad, se dejan fuera a todos aquellos que las comparten, a las minorías. Esto lleva a la exclusión y a la confrontación. La única comunicación posible en este contexto es, dice Touraine, la comunicación violenta con bombas, atentados, etc., que nos lleva a una situación similar a la que hoy estamos viviendo.
Por ello, el autor defiende la recuperación de la vieja tradición europea que afirma la existencia de unos derechos individuales universales y habla de la supremacía del bienestar de la ciudadanía por encima de la propia comunidad. Esos valores universales deben ser los que dominen frente a lo particular. Para conseguirlo es fundamental reconstruir la opinión pública para que acepte más diversidad y se difuminen los límites de la exclusión. Conocer al otro, “reconocerse”, es la fórmula de la convivencia en paz. El respeto a la libertad del otro y saber cuáles son los límites de nuestra propia libertad son elementos esenciales para que la democracia avance.
La recuperación de lo humano, de la persona, hará que dejemos a un lado las diferencias y las cifras macroeconómicas. La persona ha de volver a ser la medida de las cosas.
- Ana Muñoz es periodista.
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
https://www.alainet.org/es/articulo/119430?language=en
Del mismo autor
- Ciudades para todos 14/11/2014
- No podemos esperar 30/10/2013
- Una sociedad para todos 03/10/2013
- Cuando trabajar se convierte en pesadilla 04/07/2013
- Un mundo peligroso 06/06/2013
- Delito de solidaridad 09/05/2013
- Con hambre no se aprende 02/05/2013
- Naturaleza eres tú 25/04/2013
- Comida que nos envenena 21/03/2013
- A la espera de un retorno 01/03/2013