Nos manipulan

28/05/2007
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Dependientes y libres

Los humanos podremos parecernos a un rebaño, pero no somos un rebaño. Que lo seamos es lo que buscan los mastines de la cosa pública. Ellos conocen muy bien las leyes de los comportamientos gregarios; las claves para dominar con el menos costo posible.

 El hombre tiene el privilegio de ser libre, aun cuando infinitud de veces ignore que es  esclavo de sí mismo y de la sociedad. Y es que llegar al ejercicio de una libertad personal no es nada fácil: nos amaestra la gran dependencia en los primero años de la vida y se nos van agarrando querencias emocionales que no podemos controlar.

En nuestra sociedad  el esquema es bien simple: la realidad se interpone entre nuestro yo y el gigantesco poder informativo. El problema está en saber quién se apropia de ella, pues la apropiación señala el comienzo de la ocupación.

 Nos estamos moviendo entre repugnantes invasores de la intimidad, que aspiran a hacernos muñecos de sus deseos.  El miedo a la soledad  -ese hueco inquietante- hace que busquemos refugio en una excesiva dependencia de la autoridad que nos confiere  seguridad.

Apropiación de la realidad

Dependencia y autonomía son dos polos dialécticos  del ser humano: cómo hacerse persona  entre creencias, filosofías e  intereses contrapuestos. El reto tiene varias salidas: obediencia, anarquía, autonomía.

Podemos ser autónomos o dependientes (manipulados), pero la cuestión está en saber si hay un punto en el que se decide lo uno o lo otro. Yo creo que  lo hay y es  aquel en  que se hace la recogida de la información. La información debiera ser exposición  de la realidad, simplemente. La realidad habla por sí misma y no hay mejor  manera  de interpretarla que presentarla tal cual es.

Lo que pasa es que a nadie, o a casi nadie, se le ofrece  directa la cara de  la realidad; cuando creemos apresarla, hay otros que  ya la han apresado –los dueños del poder mediático-, y nos  la muestran perfilada con colores del propio interés e ideología.  

Los hechos y los disfraces
La vida política, especialmente ahora en nuestro país (España)  es un escenario-reflejo de lo dicho. Tomen el hecho  que quieran. Esos hechos tienen un ser propio, que nadie puede negar. Pero la ideología partidista los tergiversa a su conveniencia. 
 
Ciertamente me voy a referir a la manipulación del PP, por estar hoy en el candelero y ser la más   comentada por todos. Para el PP entrar a discutir   los hechos no vale, ni es  productivo; lo mejor es recurrir al ataque y negarlos punto por punto. Hay que hacerlo aunque  sea  injusto y sea una clara mentira. La estrategia debe ser ejecutada por todos. Cuanto más, mejor. Eso puede calar.

El atentado del 11-M es un hecho superclaro del terrorismo islámico. Las elecciones de marzo del 2003, ganadas por el PSOE mediante decisión soberana y mayoritaria del pueblo, es un  hecho superclaro. La ilegal, injusta e inmoral  participación de España en la guerra de Irak por el presidente y gobierno de entonces es un hecho superclaro.  La votación en secreto en el Parlamento para aprobar o no la guerra de Irak,  que dio como resultado que ni un solo diputado del PP disintiera de la voz del jefe, es un hecho superclaro. La frustración, el rencor  y la voluntad del PP, con Aznar a la cabeza, de no aceptar la derrota de las elecciones, es un hecho superclaro.

El acierto de Zapatero,  presidente del Gobierno, de sacar  las tropas españolas de Irak es un hecho superclaro. El carácter democrático y moral de las Leyes promulgadas por el actual Gobierno: LOE, Matrimonios Homosexuales, Igualdad entre Hombres y Mujeres, Inmigración y Políticas de normalización, Dependencia y  Estado de Bienestar, etc. son hechos superclaros.

Son hechos superclaros el ajuste y aumento de las Pensiones, el descenso progresivo del desempleo, el crecimiento de la economía, la real y consensuada imparcialidad de la televisión pública, la superaumentada  participación de la mujer en puestos directivos de la vida política, etc., etc. Hecho superclaro es la voluntad del  Gobierno, aprobada por el  Parlamento, de  abrir negociación con ETA para acabar con la violencia y erradicar de una vez por todas  toda amenaza, extorsión, agresión, secuestro y muerte en el País Vasco. 

Pues bien, aún siendo así,  no hay que dudar en negar los hechos, uno a uno.

Aunque es mentira, que nadie ceje de repetir que Zapatero es  un débil, un insustancial, un ignorante, un descerebrado en política, un rompedor de España, un juguete de los terroristas etarras, un vendido,  un enemigo declarado de la religión católica y de los valores sagrados del matrimonio y de la familia,  un urdidor de leyes injustas e inmorales, un desastre para la imagen de España en su política exterior, un colmo de desaciertos,  con nada  bueno y mucho malo. Zapatero es el responsable de todo, el tirano democratizado, el tonto elegido por más  de doce millones de españoles engañados, hay que acabar con él, destruirlo, enfangarlo, es el anti-cristo.

 Vale todo: lo importante es hacerlo oír  en el más alto, medio y bajo nivel,  hasta que mucha gente acabe por gritar lo que le dicen.

 De esta manera, el miedo, la inseguridad, la sinrazón se cobijan bajo el paraguas paternalista de Rajoy, Acebes y Zaplana;  y se cohesionan bajo  la vengativa y bien planificada conspiración.

Lo malo es que se ha instaurado este estilo como la cosa más natural. Quienes desde fuera contemplan lo que ocurre en nuestro país se quedan pasmados de la serie de barbaridades que  se dicen contra  el presidente del Gobierno.  ¿En dónde  puede presentarse el espectáculo deprimente del Senado, cuando el presidente, requerido por la oposición, accede a responder y se le recibe con pataleos, rechiflas y denuestos?

Las razones ocultas. Los hechos son superclaros,  los disfraces  también. Es, pues, indispensable hurgar un poco y descubrir lo que, bajo tanta bulla, hay de verdadero.

Zapatero será lo que se quiera,  pero pertenece al terreno de lo obvio el estilo respetuoso, dialogante, humilde y a la vez firme,  que aplica  para lograr un gobierno  apoyado por la mayoría. No discrimina; no se encierra castigando a quien no le secunda o no le cae bien; tiene claro que su responsabilidad es gobernar con todos y para todos. Y lo hace. Y es un mérito indiscutible. Como indiscutible es el aguante que ha demostrado ante tanta y tan zafia agresividad.

Lo descrito no encuentra explicación  con decir que la gente está convencida.  Obedece a otro tipo motivaciones. Vienen de atrás. Los pueblos tienen su historia y el pasado  pesa mucho en el presente. Nos acompaña un hecho fundamental: La Iglesia  de cristiandad o del nacionalcatolicismo siempre anduvo de mano del capitalismo y de la derecha. Se habló de la herejía de “cristianos por el socialismo”, pero nunca de la  herejía de “cristianos por el capitalismo”.  El socialismo era ateo, anticlerical, laicista, perseguidor  de la Iglesia y marginador de la Religión. Pretendía arrinconar a la Iglesia  y borrar toda huella de Dios en la sociedad. Su meta era sustituir a la Iglesia con una nueva doctrina, unas nuevas leyes, unos nuevos valores y un nuevo credo.

Y, desgraciadamente, es el leimotiv que siguen repitiendo algunos altos dirigentes de la Iglesia.

 El Vaticano
II reconoció que la Iglesia, atrincherada en la Edad Media, resultó en buena parte  antimoderna, anacrónica, incompatible con la libertad y el progreso, obstaculizadora de la democracia y de los derechos humanos.

Ahora, el socialismo está en el poder  y sigue queriendo implantar democráticamentre su programa. Pero los fantasmas siguen: “es un peligro, se dice,  para la Iglesia, una degradación ética, una claudicación de la unidad y esencia de España”.

Con naturalidad, ambas derechas, la política y eclesiástica,  se entienden y colaboran  para combatir a un enemigo que es común.  El PP pierde el poder y la Iglesia perdería su monopolio ideológico  dominante. Creyentes y no creyentes estamos desti-nados a entendernos como personas y ciudadanos que comparten  una fe común, -la fe en el ser humano- y la perspectiva  de un auténtico gobernante se muestra en  establecer leyes que regulen una justa convivencia para todos,  la cual no es posible sin  aplicar para todos una ética común y unas leyes comunes, garantizando que cada religión ofrezca  lo que quiera, pero siempre  sobre la base de respetar  el estatuto constitucional de obligatoria vinculación para todos.

Hoy son tiempos nuevos, sin  privilegios ni discriminaciones, con vuelta a la casa común de la dignidad humana, de la razón, de la libertad, del respeto y confianza mutua, del cumplimiento de la ética común.        Las religiones, naturales y legítimas,  se erigen sobre esa base común y están en su derecho el ofrecer  valores, promesas  y  horizontes específicos que consideren importantes para una mayor felicidad del hombre.

Pero libremente.

- Benjamín Forcano es
Sacerdote y teólogo
https://www.alainet.org/es/articulo/121437
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