Resistir en el Siglo XXI ¿Hacer posible lo imposible?
- Opinión
El siguiente escrito es una reflexión sobre la actitud estratégica central frente al poder saturante-monológico-imperial que cruzará este siglo XXI: resistir. Decía Walter Benjamin que la esperanza nos vendrá de los que no tienen esperanza, en América Latina, resistir, detenta la posibilidad de construir lo imposible. Es la matriz de articulación de los diversos en movimientos sociales que gesten nuevas formas de producir nuevo(s) mundo(s).
Franskenstein pierde los mapas
Luego de la caída del Muro de Berlín y la descomposición abruta del bloque soviético nos vimos ante un nuevo mundo desprotegidos de todo referente; habíamos perdido los mapas. El corto siglo XX que habíamos sepultado tras nosotros dejaba un sinsabor de progreso y muerte: una espiral creciente de tecnologización y desgarramiento de ser cada día menos felices con lo que resultábamos ser.
Nuestra civilización ha creado una tradición específica, tal vez, incluso, carente de precedentes, la tradición de la innovación, es la tradición que se niega a si misma, la única conocida que para ser real tiene que hacerse irrepetible a cada paso; es en sí la tradición de lo nuevo.
El mundo es un lugar diferente del que se presentaba en los finales del siglo XIX, los cambios en la estructura han provocado gran inestabilidad y soledad en aquellas regiones condenadas a la exclusión por su incapacidad de cambio; en todo caso los limites de la desigualdad hoy no tiene un horizonte visible, ¿quién puede afirmar que nunca tocará la miseria y su angustia? “No solo los vividores de la abundancia se sienten amenazados” (Galeano, 1996:154), inmersos en una realidad de un mundo excluyente, segmentarizado y polarizado, donde el miedo y la desesperación aterrorizan, incluso, al sector mas marginal de todos; y es que una economía basada en los libres flujos de capital y una tecnología capaz de moverlos de un punto a otro del globo en cuestión de segundos faculta el surgimiento de sub-mundos donde: el hambre, la miseria y la tristeza conviven y desgarran a sus pobladores.
¿Soñar?
¿Quién tiene derecho a soñar con un futuro mejor?, nadie o muy pocos; debe recordarse que hoy en día nuestros sueños
no son producto del inconsciente, pertenecen sobre todo al mundo conciente, pero no el conciente individual, es ante todo producto de los intereses del sistema, es decir, ya no soñamos por nosotros mismos, se nos enseña que soñar, como hacerlo, y peor aun se escoge quien tiene la posibilidad de soñar en una esperanza.
El mundo se convirtió en un lugar donde algunos disfrutan de la fast life mientras la mayoría teme ser absorbida por la fuerza de la subducción a un Tercer mundo - mucho más cerca o ya convertido en Cuarto y en vísperas de lograr el apelativo de “Quinto” – que de salir de la miseria que agobia y mata a millones de seres humamos en los inicios de este milenio:
“La sociedad civil, la sociedad política y la sociedad comunitaria son los tres reinos en los que nos movemos, son también, a veces, los tres polos o extremidades contradictorias que nos desgarran, sus tensiones son las nuestras, su destino es el nuestro y el de nuestro albedrío”. (Giner, S 1987:43).
En este nuevo panorama, la “sociedad civil” es el reino de las voluntades privadas, individuales o colectivas, así como el de la desigualdad, la clase social y el interés de cada cual, el proceso de modernización abrió las puertas para la individualización de los actores sociales con lo cual el reino de la sociedad civil se transformo en un escenario de depredación: sólo el más fuerte, el más adaptable y el más rentable podrán continuar en el juego de la tecnificación y la sabiduría que engendran los procesos de modernidad. En si, es posible plantear ahora la idea de que “el hombre moderno, liberado de los lazos de la sociedad – lazos que a la ves lo limitaban y le otorgaban sentido – no ha ganado libertad en el sentido positivo de la realización de su ser individual” (Fromm, E 1966:10).
¿A qué tememos?
En nuestros vorágines destinos fragmentarios y paleados por el “pensamiento único” (neoliberal) cabe preguntarse ¿a qué tememos?, ¿por qué tememos?, ¿para qué tememos? El nodo para comprender nuestros miedos y el sometimiento a situaciones límite e insostenibles (tal cual el neoliberalismo y la globalización) reside en el “poder” saturante-monológico-imperial. El poder en la vida cotidiana, es ante todo, un conjunto de relaciones complejas adaptables que clasifican a los individuos en categorías, los designa en su propia identificación (etiqueta), les impone una ley de “verdad”: acciones sobre las acciones de otros.
En la transición entre siglos se hace magnánimo el desgarramiento de los líderes mundiales obsesionados en su propia glorificación. “Los de abajo”, los excluidos, los sudacas, los desechables, los antihombres, los desplazados: hombres, niños, mujeres, jóvenes, creyentes, sidosos, etc: se están soñando. Desean construir, alcanzar y comunicar la altura de seres humanos que ellos desean y no la impuesta verticalmente por FMI, PNUD, OMC, USA, ALCA, etc.
¿Por qué es posible hablar de miedo a la libertad?, dentro de un contexto volcado hacia el futuro, obsesionado por él y donde ciframos nuestras bienaventuranzas la libertad necesita de estructuras de las cuales librarse, estas estructuras representan, por así decirlo, el derecho a la inaccesibilidad de un estado de conciencia colectiva, puesto que la libre actividad de los ciudadanos en busca de sus intereses plasma sus intenciones personales convirtiendo de este modo el egoísmo en una virtud y en un bien apreciable para la consecución de mis ideales. El mundo moderno es el mundo de los intereses simplemente humanos y estos no responden a instintos considerablemente nobles, es de este modo en si un mundo de “libertad mundana” (Giner, S 1987:55) es la implementación de mis propios intereses sin importar los que puedan determinar otras fuerzas, ya sean imaginarias o reales. “La utopía de la sociedad civil concibe al hombre representándose solo a sí mismos: sus interese son solo suyos.” (Giner, S 1987:55). En este contexto, las golpizas, encarcelamientos, persecuciones, burlas, etc contra los “globalofóbicos” responden al deseo de mantener el poder de objetivar y controlar a los subalternos “cholos de mierda” que no deben, pueden, necesitan ser sólo estar.
¿Babel?
El ser humano para ser y estar en el mundo debe combatir al menos desde tres ejes matriciales: una economía política (cubrir necesidades materiales básicas), una economía libidinal (gratificación, búsqueda felicidad, plenitud) y una capacidad autoatribuida de crear, apropiarse y comunicar el sentido plural de su existir. Cuando no logra esto, su desgarramiento le lleva a niveles de nihilismo y esquizofrenia estructural colectiva.
Si bien, como acusábamos al comenzar el presente ensayo “se han perdido los mapas” y somos presa de la incertidumbre y la perplejidad, luego del hito de Chiapas 94 y de la gestación del Movimiento de los Sin Tierra en Brasil (que reúne a campesinos, gay-lésbicas, CEB con lo que queda de la TLL, etc) nace una esperanza, nace una utopía.
Las utopías convocan las fuerzas humanas en pos de un mejor futuro, en pos de la plenitud, en pos del paraíso perdido. El “ángel de la historia” nos indica si dichas utopías son de “círculos sacrificiales” o si son creadoras de vida. Perseguir cualquier utopía implica un nivel de sacrificio o autosacrificio. La anti-utopía del “Realpolitik” del neoliberalismo globalizante implica el sacrificio mayor nihilista autodestructivo que capacidad humana haya vivenciado. Para luchas contra este Júpiter que devora a sus hijos, es preciso que todos los diversos seres humanos del mundo con sus dioses, sus representaciones y sus “ser y estar” en el mundo luchen. Se “articulen” y se sueñen alternativa o fuera del sistema mundial de aniquilamiento denominada: globalización neoliberal.
¿Por qué Babel es una ruptura con la tradición de miedo a la libertad?
En si, ¿que significa miedo a la libertad?, según Erich Fromm el hombre al conquistar la supremacía sobre el resto del mundo – animales y materias productivas – fue libre de todo yugo. Pero esa libertad le dio miedo, porque quedo solo: solo frente a lo desconocido y catastrófico, solo frente a lo conocido y lo hostil, y lo mas preocupante solo frente al hombre. Todo tenía que deberse a si mismo. El miedo a la libertad es en realidad miedo a la responsabilidad; ante esta situación el hombre se vio obligado a crear mitos, explico lo inexplicable, invento dioses favorables y desfavorables que lo premiaran y lo castigarán, pero que fueran responsables – en su lugar – de sus actos. Se hizo preguntas se invento respuestas, en si el hombre no tuvo el valor, ni el coraje de enfrentarse a su grandeza, no quiso estar solo, no quiso ser su propio amo. Tuvo miedo, un miedo horrible de su libertad, y procuró zafarse de la obligación de decidir[1].
La perplejidad, el vértigo, la desesperación de no poder enfrentarse a una fuerza superior que parece ser eterna, el capitalismo informacional, el auge de la globalización destruyeron todos los ideales que se planteo el ser humano. Estamos presos de un sistema que mata o desprecia a lo improductivo,
“en realidad bien podría decirse que presos estamos todos, quien más, quien menos. Los que están en las cárceles los que estamos afuera, ¿Están libres los presos de la necesidad, obligados a vivir para trabajar porque no pueden darse el lujo de trabajar para vivir?, ¿y los presos de la de la desesperación que no tiene trabajo ni lo tendrán condenados a malvivir a los zarpazos? y los presos del miedo, ¿no estamos todos presos del miedo?... los de arriba y los del medio y los de abajo: en sociedades obligadas a sálvese quien pueda, aterrorizadas por los manotazos de sus náufragos, estamos todos presos: los vigilantes, los vigilados, los elegidos y los parias” (Galeano, E 1996:154).
El miedo a la libertad remite exclusivamente a ese miedo de enfrentarse a la sociedad. A una sociedad desigual, injusta, donde solo los rentables sobrevivirán, el miedo de enfrentarse solos al mundo y de enfrentarse a lo que ellos construyeron, la tecnología, la virtualidad real y el cuarto mundo los espanta, el miedo a la libertad es exponerse a un innumerable esquema de posibilidades de acciones y no poder escoger, pues están destinadas para los auto programables, lo que es más admirable es la acción de los seres libres bajo la mano divina; libremente esclavos operan a la vez voluntaria y necesariamente; hacen realmente lo que quieren pero no alteran el orden de su creación
“en el pánico, pánico de vivir, pánico de caer crían a sus hijos.... en la ciudad del futuro que ya esta siendo presente, lo teleniños vigilados por sus niñeras electrónicas, contemplarán la calle desde el balcón o la ventana: la calle prohibida por la violencia, o por el pánico a la violencia, la calle donde ocurre el siempre peligroso y a veces prodigioso espectáculo de la vida”. (Galeano 1996:156).
El Babel de Porto Alegre
Quizá no puede uno pasar inadvertido el hecho de que en la confluencia sociohistórica de la última década del nuevo carácter de los “movimientos sociales”, éstos hayan no sólo luchado de manera convincente y logrando grandes luchas y abriendo brechas de esperanza, sino, además gestado, desplegado y comunicado todo un arsenal de representaciones y mitologías de esperanza. Por ello, su gran utopía mítica es el “El Babel de Porto Alegre” donde sesionó el Foro Social Mundial que implicó su legitimación y la articulación planetaria de la esperanza.
Nuestro siglo veintiuno como bien lo acusaba Huntington será la gran guerra de occidente capitalista-neoliberal-globalizante contra el resto del mundo babélico de sudacas, mujeres, de gay-lésbicas, de creyentes radicales, de los ladinos de mierda, de los soñadores de la alternativa, de los que desean y sueñan ser la historia. Será el siglo de la esperanza de los de abajo y el siglo de los asesinos de saturno.
Será un siglo duro, difícil. Un siglo donde el hombre por fin se atreve ya desde hoy consigo mismo: ultima soledad del ser. Expectativa y esperanza. Autoproductor de su existencia o de su destrucción. Se descubrirá a sí mismo solo, enfermo, niño, castrado, angustiado. Pero desde allí y sólo desde allí será capaz de correr tras la esperanza de ser y estar en el mundo. Como afirma Gallardo: “cuando yo hablo de realismo político, yo digo, construyamos lo que haya que construir para permitir que esto pase. Y si eso es imposible, pues construyamos lo imposible. Hay que construirlo y es un desafío”.
Bibliografía
- Giner, Salvador (1987) El destino de la libertad. Editorial Espasa-Calpe, Madrid.
- Fromm, E (1966) El miedo a la Libertad. Editorial Logos, Medellin, Colombia.
- Marcuse, H. (1968) Eros y civilización. Editorial Seix Barral, Barcelona.
Javier Torres Vindas
Sociólogo y Linotipista
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