Democracia paritaria
21/11/2007
- Opinión
La visita del presidente electo, Álvaro Colom, a Chile, no pudo ser más oportuna para nosotras. Tiene en ese país un buen referente por emular, en relación con la necesaria equidad por la que clama nuestro país, que apenas está conociendo que ese también es un derecho humano fundamental sin el cual el desarrollo no será factible.
Pocas referencias escuchamos del entonces candidato de la UNE durante su campaña en relación con las mujeres. Seguramente quedaron diluidas en el mar de ofertas electorales, pero estamos atentas a las primeras decisiones que vaya asumiendo el mandatario en relación con los aspectos que nos atañen, que en el área rural contribuyeron con su voto para que ocupara la silla presidencial.
Talvez una primera señal podría ser la composición del Gabinete, en donde aseguró que habría inclusión de mujeres e indígenas. Por supuesto que, aunque ambicionamos llegar a ese momento, por ahora no esperamos paridad en su integración.
Los sueños tienen su momento para hacerse realidad y así sucederá con el ideal de miles de mujeres congregadas hace 11 años en Pekín, que esperaban que en el 2005 existiera en el mundo una “democracia paritaria”, lo que implica que los puestos de decisión sean ocupados paritariamente por hombres y mujeres de manera igualitaria. No sucedió así, pero la demanda sigue siendo legítima.
Igual importancia tendrá el fortalecimiento y apoyo financiero a la Secretaría Presidencial de la Mujer (Seprem), un incuestionable logro del movimiento de mujeres, así como la continuidad y efectivo cumplimiento de la Política Nacional de Promoción y Desarrollo de las Mujeres Guatemaltecas, por parte de todas las instituciones públicas.
El anunciado ministerio de la familia, proyecto de la esposa del presidente, no puede sustituir a esta institución, pues equivaldría a un retroceso que este país no puede darse el lujo de permitir.
Tampoco es aceptable que la Seprem quede como un simple adorno. La nueva administración, si verdaderamente tiene planes de combatir la pobreza y la desigualdad, debe promover el mejoramiento de la situación de las mujeres que constituyen la mitad de la población.
Según un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en la historia de América Latina han existido 429 ministras, el 56 por ciento de las cuales fue designado en los últimos 10 años. Es tan grosera la disparidad que la ONU, sobre la base del análisis de las tendencias de crecimiento de mujeres en cargos de poder, reveló que “de mantenerse el ritmo promedio actual, las mujeres alcanzarían iguales proporciones de representación que los hombres en aproximadamente 500 años”.
Pero, volviendo a nuestra realidad, los resultados electorales no pueden ser más elocuentes: 19 de 158 diputados son mujeres, y seis alcaldesas de las 332 corporaciones municipales, lo que demuestra la legitimidad de las demandas desatendidas y los enormes esfuerzos que hay que continuar haciendo para hacer efectiva la plena participación política femenina.
Y, para más señas, los datos ofrecidos por María Teresa Zapeta, titular de la Defensoría de la Mujer Indígena (Demi), la desigualdad expresada en términos generales se acentúa en el caso de las etnias; solo cuatro mujeres indígenas ocuparán una curul en el siguiente período, lo que equivale al 2.53 por ciento del total de congresistas y, en el caso de las alcaldías, solo hay una indígena entre las seis electas, o sea, 0.02 por ciento del total.
Por eso, el presidente Colom, sus asesores, ministros y quienes tienen en sus manos las decisiones estratégicas de su partido, deben tomar en cuenta estos resultados y asumir su responsabilidad con la democracia.
- Ileana Alamilla es colaboradora de ALAI.
Pocas referencias escuchamos del entonces candidato de la UNE durante su campaña en relación con las mujeres. Seguramente quedaron diluidas en el mar de ofertas electorales, pero estamos atentas a las primeras decisiones que vaya asumiendo el mandatario en relación con los aspectos que nos atañen, que en el área rural contribuyeron con su voto para que ocupara la silla presidencial.
Talvez una primera señal podría ser la composición del Gabinete, en donde aseguró que habría inclusión de mujeres e indígenas. Por supuesto que, aunque ambicionamos llegar a ese momento, por ahora no esperamos paridad en su integración.
Los sueños tienen su momento para hacerse realidad y así sucederá con el ideal de miles de mujeres congregadas hace 11 años en Pekín, que esperaban que en el 2005 existiera en el mundo una “democracia paritaria”, lo que implica que los puestos de decisión sean ocupados paritariamente por hombres y mujeres de manera igualitaria. No sucedió así, pero la demanda sigue siendo legítima.
Igual importancia tendrá el fortalecimiento y apoyo financiero a la Secretaría Presidencial de la Mujer (Seprem), un incuestionable logro del movimiento de mujeres, así como la continuidad y efectivo cumplimiento de la Política Nacional de Promoción y Desarrollo de las Mujeres Guatemaltecas, por parte de todas las instituciones públicas.
El anunciado ministerio de la familia, proyecto de la esposa del presidente, no puede sustituir a esta institución, pues equivaldría a un retroceso que este país no puede darse el lujo de permitir.
Tampoco es aceptable que la Seprem quede como un simple adorno. La nueva administración, si verdaderamente tiene planes de combatir la pobreza y la desigualdad, debe promover el mejoramiento de la situación de las mujeres que constituyen la mitad de la población.
Según un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en la historia de América Latina han existido 429 ministras, el 56 por ciento de las cuales fue designado en los últimos 10 años. Es tan grosera la disparidad que la ONU, sobre la base del análisis de las tendencias de crecimiento de mujeres en cargos de poder, reveló que “de mantenerse el ritmo promedio actual, las mujeres alcanzarían iguales proporciones de representación que los hombres en aproximadamente 500 años”.
Pero, volviendo a nuestra realidad, los resultados electorales no pueden ser más elocuentes: 19 de 158 diputados son mujeres, y seis alcaldesas de las 332 corporaciones municipales, lo que demuestra la legitimidad de las demandas desatendidas y los enormes esfuerzos que hay que continuar haciendo para hacer efectiva la plena participación política femenina.
Y, para más señas, los datos ofrecidos por María Teresa Zapeta, titular de la Defensoría de la Mujer Indígena (Demi), la desigualdad expresada en términos generales se acentúa en el caso de las etnias; solo cuatro mujeres indígenas ocuparán una curul en el siguiente período, lo que equivale al 2.53 por ciento del total de congresistas y, en el caso de las alcaldías, solo hay una indígena entre las seis electas, o sea, 0.02 por ciento del total.
Por eso, el presidente Colom, sus asesores, ministros y quienes tienen en sus manos las decisiones estratégicas de su partido, deben tomar en cuenta estos resultados y asumir su responsabilidad con la democracia.
- Ileana Alamilla es colaboradora de ALAI.
https://www.alainet.org/es/articulo/124364
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