Las transnacionales explotadoras del Congo y sus ejércitos depredadores

08/12/2008
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Sentir en la propia mejilla el golpe dado a la mejilla de otro, esté donde esté, es andar junto al Che Guevara en cualquier rincón del mundo en que ocurra una injusticia. Hoy en el Congo las transnacionales cometen miles de injusticias.  El Che fue precisamente en 1964 al Congo, recién liberado del colonialismo belga pero dominado neocolonialmente por las transnacionales estadounidenses y europeas, para enfrentar -junto a los patriotas congoleses- las injusticias que allí se cometían por Joseph Mobutu, líder golpista antilumumbista y también por sus aliados en la zona de Katanga, donde la existencia de grandes riquezas naturales constituían -como hoy también constituyen-  las principales presas de las empresas transnacionales, explotadoras del Congo y de sus ejércitos capitalistas depredadores.
 
Luego de más de cuarenta años, golpes tras golpes de las transnacionales y de sus ejércitos sobre las familias congolesas demuestra que estas deben ser apoyadas también desde el exterior,  y ello reclama nuestra atención y nuestra total condena a tales actos y a quienes con sus medios de comunicación tratan de confundir y mediatizar la verdadera relación causal entre los fines de las transnacionales y los conflictos llamados étnicos, cuando de lo que se trata es de conflictos sociales promovidos por los capitalistas, en los cuales las necesidades de reproducción de la vida (hecho económico) y los intereses y acciones de los grupos y clases que dominan o son dominados (hecho político) están en la base de cualquier enfrentamiento que bajo la forma étnica o religiosa quieran encasillarlos los medios de comunicación capitalistas.
 
Numerosas muertes de niños, mujeres y ancianos están ocurriendo en los territorios africanos de la región fronteriza donde convergen la República Democrática del Congo, Ruanda y Uganda, así como por los desplazamientos forzosos de familias africanas congolesas y por las violaciones de mujeres a manos de hombres armados, miembros de fuerzas irregulares, que además de enfrentarse entre ellas, se enfrentan también indistintamente a las fuerzas de las Naciones Unidas y al Ejército de la República Democrática del Congo. Son acciones indignas y contrarias a los altos principios que deben prevalecer en las relaciones humanas, ya sea en actividades políticas o militares, y sea con el fin que sea, máxime cuando por el medio están los niños, las mujeres y los ancianos.
 
Desde la desintegración del campo socialista hacia 1990 que significó un cúmulo de oportunidades aprovechadas por los gobiernos estadounidenses y europeos respecto a África, comenzaron a surgir en las tierras africanas, desde el extremo sur hasta el norte mediterráneo,  conflictos "interétnicos" hacia el sur del Sahara y conflictos "religiosos" en los países islámicos que han tenido mayor o menor duración según la orientación política de los gobernantes en cada país. En aquellos con gobiernos más dependientes del capital occidental o menos decididos a transformar profundamente sus economías y sociedades, los conflictos sociales han marcado la pauta, una de las formas utilizadas por el neoliberalismo en África para poder ejercer el poder imperial al menor costo posible. En ese caso se encuentran -entre otros muchos de África-  los tres países fronterizos: Congo, Ruanda y Uganda. Y todo esto se agrava, sobre todo en el caso del Congo debido al esquema de colonización empleado por el Rey Leopoldo y sus sucesores centrado en dar en concesión a los monopolios europeos todo el extenso territorio de la Cuenca Congolesa de una extensión dos veces mayor que Venezuela. Francia haría lo mismo con su parte del Congo denominados colonialmente Congo Leopoldville y Congo Brazzaville respectivamente. De manera que en esos territorios, hay poderosísimos intereses monopólicos e imperiales que deciden -por ahora- el curso de los acontecimientos en esa región. Valga recordar que en el Congo se ha producido más del 80% del cobalto que ha consumido Estados Unidos en los últimos cincuenta años y han muerto más de tres millones de personas en las llamadas guerras del Congo entre 1996 y 2003.   
 
Desde la Patria de Simón Bolívar y desde estas tierras de la América Latina y el Caribe, herederas de la valiosa sangre africana que se unió con la indomable estirpe indígena y con la sangre de los criollos de origen europeo, expresamos nuestra solidaridad con los hermanos africanos y con las víctimas de las guerras promovidas por las transnacionales capitalistas que desde hace casi dos siglos vienen saqueando y expoliando al continente africano con particular desprecio hacia los seres humanos que habitan en la zona oriental de la República Democrática del Congo y en torno a los Grandes Lagos.
 
Las transnacionales continúan explotando a la población de muchas maneras, entre ellas mediante el intenso trabajo en las minas de diamantes y de minerales (cobalto, oro, columbita, tantalita) para la carrera armamentista y para las industrias de alta tecnología, en la pesca de especies altamente rentables en Europa, o mediante la contratación para formar ejércitos privados al margen de la ley y bajo una guía de antivalores de crueldad y avasallamiento, lo cual ha generado todo un gran trasiego comercial de armas y equipos de guerra. Y todo ello, sobre la base de la propiedad privada de las tierras usurpadas mediante la fuerza militar a los originarios de allí quienes sólo quedaron con sus fuerzas de trabajo para venderlas como única opción por miserables salarios que siempre fueron la mitad o menos de los salarios pagados al hombre blanco por el mismo trabajo. Ahí -en esa relación asimétrica- pudiéramos encontrar uno de los principales factores de la inestabilidad social que sufre África.
 
Por otra parte, y resulta crucial preguntarse ¿qué tipo de fuerza o potencia pudo haber estado detrás de la voladura con un misil del avión donde volaban el Presidente de Ruanda (Habyarimana) y el de Burundi (Ntaryamira) -con la exactitud precisa de información de inteligencia satelital- que vino a desencadenar la segunda guerra  del Congo en 1994 y a la postre, la masacre de más de 800 mil tutsis o hutus moderados? ¿qué reportes de pérdidas materiales industriales o mineras de las transnacionales se ha escuchado o leído en este actual recrudecimiento del conflicto congolés?. Sólo desplazados y muertes de personas. Algo típico de los conflictos sociales capitalistas donde los actores principales cuidan más a las propiedades que a los humanos.
 
¿Deberíamos ser simples observadores del actual conflicto congolés o sujetos activos de solidaridad en estos albores socialistas del siglo XXI?
 
Hacemos nuestras las ideas de Patricio Lubumba y las defendemos, noble hijo de África, quien a los pocos meses de haber sido electo Primer Ministro del Congo (K) en 1960 murió vilmente asesinado en enero de 1961 por quienes, como hoy, se prestan a servir a los intereses de las potencias imperiales. Lubumba llamó a la unidad, llamó a la solidaridad entre los africanos, llamó a la paz con dignidad y hasta a la conciliación con el heredero belga y éste -sin embargo- en alianza con la CIA, lo sentenciaron a muerte, porque también Lumumba estaba decidido acudir a la ayuda de la URSS. Por ello, Lumumba merece todo nuestro respeto y admiración eterna y más, en esta hora de angustia, de dolor y de muerte en el país por el cual él dio la vida. También,  defendemos al insigne estadista africano ghanés Kwame Nkrumah que durante varios años estuvo señalando y construyendo el camino del socialismo y de su desarrollo integral  para vencer los obstáculos neocoloniales en condiciones de la "independencia" alcanzada y que cuando trató de aliarse a la R.P.China, las fuerzas proimperialistas le dieron un golpe de Estado que sumió al país en un baño de sangre y varios procesos revolucionarios vecinos se debilitaron. Con el conflicto del Congo puede detenerse el ritmo del proceso revolucionario angolano, el zimbabwano, el mozambicano, el sudafricano y el namibio, por citar sólo cinco casos con grandes atractivos para las transnacionales.
 
Precisamente, en el actual conflicto social en el Congo y en su solución, ha vuelto a surgir con mayor fuerza que antes la alternativa externa china que pudiera socavar el omnímodo poder de las transnacionales capitalistas en esa región, tal y como lo ha hecho en otras zonas africanas de menor envergadura estratégica. Ante tal situación, debemos reconocer  -como lo han hecho más de cuarenta Jefes de Estado de África, la amplia mayoría- el apoyo de la República Popular China al desarrollo de los pueblos africanos, ofreciéndoles créditos con bajas tasas de interés y pagaderos a largo plazo, tecnologías para la explotación energética y becas de estudio para más de treinta mil africanos -entre otras facilidades- con lo cual contribuye al desarrollo endógeno de esos países.
 
Debemos elevar nuestras voces y extenderlas por todos los medios para apoyar moralmente a los pueblos africanos a contrarrestar, neutralizar y eliminar el poderío de las transnacionales y de sus socios capitalistas de África pues es la única forma de comenzar a construir la paz duradera que se requiere para lograr un desarrollo endógeno como lo desean los pueblos africanos, pues es algo intrínseco y esencial de sus culturas, esa fuerza que hace posible y real la resistencia de un pueblo ante sus agresores.

 

- Ernesto Wong Maestre es Profesor del Seminario África de la Escuela de Estudios Internacionales de FACES-UCV 1999-2008 y Asesor del Presidente del Grupo Parlamentario Venezolano del Parlatino.

Fuente: Barómetro Internacional
http://www.barometro-internacional.org/

https://www.alainet.org/es/articulo/131352?language=en
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