Primavera social en España
19/05/2011
- Opinión
Miles de personas se congregaron en una manifestación convocada por “Democracia real, ya”, movimiento que se ha ido transformando por el aporte de miles de ciudadanos indignados.
Éramos unas decenas de miles, camino de la Puerta del Sol. Lo que nos unía era la reacción contra los graves problemas que ha traído la desastrosa gestión de una globalización, que está aquí por las nuevas tecnologías y la revolución de las comunicaciones.
Pertenecíamos a los más variados estratos de la sociedad: jóvenes, medianos y mayores; profesionales, empleados y autónomos; hombres y mujeres, algunas llevando niños; universitarios, obreros, trabajadores y algunos académicos. De los más diversos medios sociales, unos en paro, otros con trabajos precarios y muchos sin acceso a una vivienda digna o expulsados de sus casas por los bancos e hipotecas con cláusulas leoninas que les habían camuflado.
Pero todos movidos por la pasión por la justicia social, por la libertad ciudadana, por los derechos fundamentales garantizados en la Constitución, y por un Estado de Bienestar Social que, por primera vez en la historia, habíamos conseguido. Veíamos amenazados sus cuatro pilares: educación universal obligatoria y gratuita; seguridad social para todos los ciudadanos; derecho a unas pensiones dignas para jubilados y personas mayores. La Aplicación de Ley de Dependencia a las personas discapacitadas, que en muchas Comunidades autónomas se habían negado a poner en práctica.
Cinco millones de personas están en paro, familias enteras no perciben salario alguno; se cedió a las inicuas presiones del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y del Central de la Unión Europea; un gobierno socialista se arrugó antes las exigencias de recortes salariales, congelación de pensiones, supresión del impuesto de transmisiones, fraude fiscal, sociedades financieras de inadmisibles privilegios fiscales, burbuja inmobiliaria que no pagaron sus responsables. Cajas de Ahorro, Bancos e Instituciones financieras han sido “rescatadas” por el Estado con el dinero de todos los ciudadanos; extravagantes misiones militares en otros países y en otros mares con desorbitados gastos…
Todo esto colmó de indignación a los ciudadanos más afectados y reaccionamos poniéndonos en marcha para reclamar los derechos fundamentales y el respeto a la dignidad ultrajada.
Una reacción general, no antisistema, sino contra esta forma de sistema político envilecido por la corrupción, la descalificación y el escándalo entre los políticos, incapaces de aportar propuestas alternativas viables.
Y por un desencanto general que nos ha llevado a una reacción firme, organizada y pacífica que se extiende por todos los medios a otras ciudades, estamentos, españoles en el extranjero y personas afectadas por este estado de cosas que amenaza con llevarnos al caos.
Admiramos la primavera árabe, aunque las circunstancias sociopolíticas y económicas no son las mismas. Es un viento de libertad y de justicia social que recorre un mundo interrelacionado.
No queríamos el trato padecido por Grecia, Irlanda, Portugal y que amenaza a otros miembros de la Unión Europea. Admiramos el talante y la decisión de los islandeses.
Resonaba en nuestras almas el derecho a la resistencia ante el tirano. Aunque este no llevase coronas ni mitras ni atributos feudales. Sabemos quienes son los tiranos de nuestros días, por difuminados que sean sus contornos y por la suplantación de las ciudadanías por organismos de presión, lobbies sin alma y por la obscenidad e impudicia de sus representantes.
Cuando un pueblo padece la opresión de los poderes de los “mercados”, tiene derecho a alzarse contra el tirano. Este derecho se convierte en deber cuando padecen los más débiles, los ancianos, los niños, la juventud, las familias en sus variadas manifestaciones y no se respetan las libertades de conciencia, de reunión, de expresión y de elección.
La historia demuestra que la fuerza puede llegar a ser justa cuando es necesaria. La manifestación pacífica no puede comprender la colaboración, ni siquiera pasiva, con el opresor. Hay momentos en la historia en los que no alzarse contra el opresor nos convierte en sus cómplices.
Para no padecer la vergüenza de que nuestros nietos nos pregunten cómo, habiendo podido tanto, nos atrevimos a tan poco.
El movimiento del 15-M se extiende sin cesar. Aquellas decenas de miles hoy se cuentan por centenares de miles y la participación a través de las redes por millones de personas que ya nunca podrán alegar que no sabían lo que está sucediendo.
Respetamos el Estado de Derecho, las leyes establecidas, las consultas electorales. No hemos permitido ser manipulados por ningún partido o facción política, ideología o fanatismo. Respetamos a las Juntas Electorales, pero les recordamos que estas movilizaciones nada tienen que ver con unas elecciones municipales ni con el ejercicio del derecho al voto, al que animamos con nuestra conciencia ciudadana.
Pero nuestro vuelo es más profundo, más amplio y de envergadura inmensa.
Anexo
Manifiesto ‘Democracia real, ya’
Somos personas normales y corrientes. Somos como tú: gente que se levanta por las mañanas para estudiar, para trabajar o para buscar trabajo, gente que tiene familia y amigos. Gente que trabaja duro todos los días para vivir y dar un futuro mejor a los que nos rodean.
Unos nos consideramos más progresistas, otros más conservadores. Unos creyentes, otros no. Unos tenemos ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos… Pero todos estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico y social que vemos a nuestro alrededor. Por la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros… Por la indefensión del ciudadano de a pie.
Esta situación nos hace daño a todos diariamente. Pero si todos nos unimos, podemos cambiarla. Es hora de ponerse en movimiento, hora de construir entre todos una sociedad mejor. Por ello sostenemos firmemente lo siguiente:
* Las prioridades de toda sociedad avanzada han de ser la igualdad, el progreso, la solidaridad, el libre acceso a la cultura, la sostenibilidad ecológica y el desarrollo, el bienestar y la felicidad de las personas.
* Existen unos derechos básicos que deberían estar cubiertos en estas sociedades: derecho a la vivienda, al trabajo, a la cultura, a la salud, a la educación, a la participación política, al libre desarrollo personal, y derecho al consumo de los bienes necesarios para una vida sana y feliz.
* El actual funcionamiento de nuestro sistema económico y gubernamental no atiende a estas prioridades y es un obstáculo para el progreso de la humanidad.
* La democracia parte del pueblo (demos=pueblo; cracia=gobierno) así que el gobierno debe ser del pueblo. Sin embargo, en este país la mayor parte de la clase política ni siquiera nos escucha. Sus funciones deberían ser la de llevar nuestra voz a las instituciones, facilitando la participación política ciudadana mediante cauces directos y procurando el mayor beneficio para el grueso de la sociedad, no la de enriquecerse y medrar a nuestra costa, atendiendo tan sólo a los dictados de los grandes poderes económicos y aferrándose al poder a través de una dictadura partitocrática encabezada por las inamovibles siglas del PPSOE.
* El ansia y acumulación de poder en unos pocos genera desigualdad, crispación e injusticia, lo cual conduce a la violencia, que rechazamos. El obsoleto y antinatural modelo económico vigente bloquea la maquinaria social en una espiral que se consume a sí misma enriqueciendo a unos pocos y sumiendo en la pobreza y la escasez al resto. Hasta el colapso.
* La voluntad y fin del sistema es la acumulación de dinero, primándola por encima de la eficacia y el bienestar de la sociedad. Despilfarrando recursos, destruyendo el planeta, generando desempleo y consumidores infelices.
* Los ciudadanos formamos parte del engranaje de una máquina destinada a enriquecer a una minoría que no sabe ni de nuestras necesidades. Somos anónimos, pero sin nosotros nada de esto existiría, pues nosotros movemos el mundo.
* Si como sociedad aprendemos a no fiar nuestro futuro a una abstracta rentabilidad económica que nunca redunda en beneficio de la mayoría, podremos eliminar los abusos y carencias que todos sufrimos.
* Es necesaria una Revolución Ética. Hemos puesto el dinero por encima del Ser Humano y tenemos que ponerlo a nuestro servicio. Somos personas, no productos del mercado. No soy sólo lo que compro, por qué lo compro y a quién se lo compro.
Por todo lo anterior, estoy indignado.
Creo que puedo cambiarlo.
Creo que puedo ayudar.
Sé que unidos podemos.
Sal con nosotros. Es tu derecho.
José Carlos García Fajardo
Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del CCS
https://www.alainet.org/es/articulo/149843?language=es
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