Viajes imaginarios o de cómo endulzar lo amargo con papelón

09/10/2011
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Huele a molienda y a negro sudao.
 
Aroma a tabaco y a tregua en el sexo furtivo que plasma el pintor en óleo de cacaos coloridos sobre madera (1). Naturaleza dormida en que velo el reposo del negro pero ráfagas de viento me llevan a parajes más acaíta de los olvidos como hoja que vuela y queda atascada en la proa de un galeón condenada a navegar con los desalmados lobos de mar viento en popa y a toda vela. Vuelvo a Gorée (2) con las aves de rapiña que llegaban juntas a la misma hora de aquel siglo y cargaban en sus encorvados picos el negro fruto de la cacería.
 
El patio derrama sol sobre el cacao.
 
Vuelvo en silencio
 
Hoja testigo mudo
 
Muda la hoja en la proa del galeón.
 
Voy a puerto en aquella isla y regreso de nuevo a mi tierra, nudo en garganta, hoja afirmada en la proa del galeón. Voy al pasado de la maison de les escleves (3) y vuelvo al presente barracón de desmemorias. Y aquí sigue oliendo a molienda y a negro y a sexo. La hoja inadvertida sigue el ritornelo en la proa del galeón.
 
Humea el café recién tostao.
 
Aroma a tabaco y a un alto en la escena reciente. Naturaleza muerta en que tú velas mi sueño al tiempo que la brisa me lleva a parajes más allaíta de los olvidos, por eso me ves quietecita. No te angusties, déjame así. Voy a aquella isla del pasado, a la casa donde se abría el camino sin retorno pero no debes preocuparte, llevo aquí mi radiecito de pilas como recomiendan los tipos de la protección civil, también llevo mi pintura de labios no vaya a ser cosa que la necesite y el libro de los muertos por si me hacen alguna pregunta en el camino.
 
Llevo caña papelón pal endulzao.
 
Caña sin fuete.
 
Vuelvo en silencio
 
Hoja testigo mudo
 
Muda la hoja en la proa del galeón.
 
Yo te veo desde aquí adentro y me gusta como lloras quedamente sobre mi pecho pa no despertarme. Provoca acariciar tu cabeza testaruda pero ya no puedo ¿No entiendes que morí...? Encontré de nuevo la embarcación de los honorables repugnantes caballeros de la compañía inglesa francesa holandesa portuguesa de tráfico de esclavos hacia América, los mismos que han izado velas sin reparar en la hoja incrustada en la proa del maldito galeón.
 
Déjame así desnuda, las almas no usan trapos.
 
Déjame así color café color cacao color papelón.
 
El humo color tabaco se disipa.
 
Huele a café huele a cacao huele a caña color papelón, sin látigo...
 
Huele a negro sudao.
 
Huelo a silencio.
 
Testigo mudo en la proa del galeón.
 
Si quieres ayudar en algo, envuélveme tu amor en un bojotico, me daría mucha pena dejar que se disipe en nubes de más allá o más acá del olvido. Ponme además un poco de tu calentura y los suspiros de jinete cuando cabalgas hasta la cumbre del arrebato donde un largo espasmo rebota las almas hacia el lado de los recuerdos.
 
Hazme un favorcito más: Limpia los ceniceros atiborrados de espera y apaga la luz.
 
¿O no te parece que el neón callejero es suficiente?
 
Notas
 
1 El Cacao, óleo sobre madera del pintor venezolano Pedro Centeno Vallenilla.
 
2 Isla de Gorée, en Senegal, el más activo centro comercial de personas esclavizadas desde el siglo XVI hasta que se abolió la trata en el siglo XIX.
 
3 Maison de les escleves, casa de los esclavos, centro de almacenamiento, clasificación y distribución; se conserva una como museo en la isla de Gorée
 
* Publicado en la revista A PLENA VOZ, N° 69, Caracas, septiembre 2011
Versión digital en www.elperroylarana.gob.ve
https://www.alainet.org/es/articulo/153165

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