Sobre el conflicto armado y otras polémicas

08/04/2012
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“Si me matan el país se vuelca y las aguas revueltas demorarán 50 años para regresar a su nivel normal”
Jorge Eliécer Gaitán.
 
En Colombia el conflicto armado ha degenerado a tales niveles que terminó por ser instrumentalizado por el Estado y por el Imperio. Por ello la oligarquía mantiene el conflicto. No le interesa acabarlo, lo necesitan y usan, de muchas formas. Es una verdadera trampa de violencia en la que el pueblo coloca los muertos y los capitalistas obtienen pingues ganancias.
 
Es nuestra obligación buscarle una salida porque la Paz – así sea parcial y limitada en medio de un Estado neoliberal – nos coloca en un terreno más favorable para derrotar a la oligarquía. El escenario actual, en donde las fuerzas revolucionarias son identificadas – a ojos del pueblo – con narcotraficantes, criminales, terroristas, etc., no es el más óptimo para hacer una política democrático-nacionalista de amplio espectro.
 
Habría que revisar los escritos de Lenin en donde siempre se opuso al uso de la violencia que no estuviera ligada a una estrategia de masas. Él rechazaba todo intento de estimular por medios terroristas al pueblo. Nunca fue pacifista pero entendió que el camino del terrorismo individual o aislado de un verdadero movimiento, no era el mejor camino para la revolución.
 
Es evidente que la oligarquía siempre supo que asesinando a Gaitán iba a desencadenar – como el mismo lo previó[1] – décadas de guerra fratricida (controlada, manejable, manipulable), y que esa guerra iba a jugar a favor de sus intereses, a la manera de una “vacuna” contra la verdadera insurgencia popular que amenazaba su poder. El pueblo que se expresó en las urnas con Gaitán, se hubiera podido expresar con Camilo Torres, lo hizo con Gustavo Rojas Pinilla (triunfo que no fue más contundente por las vacilaciones del mismo general), y lo vino a reiterar en las elecciones de la Asamblea Constituyente de 1991.
 
¿Qué la oligarquía es criminal? Lo sabemos. El problema no es sólo ese. Es que nosotros hemos sido ingenuos. Si hubiéramos sido efectivamente conscientes de esa criminalidad no hubiéramos dado “tanta papaya”[2], como la hemos dado con todos esos excelentes líderes como Gaitán, Camilo, Bateman, Pardo Leal, Jaramillo Ossa, los hermanos Calvo, Pizarro, Antequera, etc., etc. Hemos ido a la “guillotina oligárquica” diciendo siempre que es criminal pero SIN CUIDAR DE VERDAD A NUESTROS DIRIGENTES.
 
Ejemplo de cómo cuidar a los líderes nos lo han dado los cubanos con Fidel y ahora los venezolanos protegiendo a Chávez.
 
Precisamente nos matan a los líderes para obligarnos a “enmontarnos”, para después reprimir a sangre y fuego tanto a quienes se lanzan a la lucha armada como a quienes se quedan en la civilidad resistiendo la “democracia restringida”, que ellos han sabido utilizar pero que nosotros no hemos sabido enfrentar. Allí está una de las claves a superar en este momento de la vida del país, y por ello, es fundamental entender el círculo vicioso en que nos hemos dejado “entrampar”.
 
Porque ellos hacen la trampa pero es nuestro deber dilucidar la naturaleza de esa trampa, superarla teóricamente, desenmascararla y derrotarla prácticamente.
 
Debemos recordar que una insurrección armada nunca ha triunfado en donde la democracia burguesa se ha dado las mañas de engatusar al pueblo. Las insurrecciones populares siempre han triunfado frente a gobiernos absolutistas y dictatoriales (Francia 1789 y 1871; Rusia en 1917; Cuba, Nicaragua, etc., etc.), y siempre han estado precedidas de campañas civilistas, pacíficas, o incluso institucionales para poner contra la pared a los gobiernos, obligando a la burguesía a violar su legalidad, desenmascarando la “democracia” en que se arropan con la práctica de sus “falsas elecciones democráticas”.    
 
Acordémonos que los bolcheviques hicieron durante la 1ª guerra mundial una fuerte campaña por la Paz y que se esforzaron durante mucho tiempo para demostrarle al pueblo que ellos eran verdaderamente demócratas – dado que tuvieron la sapiencia de mantener en la mente del pueblo a los Soviets como la forma más perfeccionada de la democracia del pueblo y para el pueblo, y siempre se la contrapusieron a la falsa democracia burguesa –.
 
Y así mismo, Fidel Castro fue candidato a la Asamblea Legislativa de Cuba y sólo cuando le demostraron al pueblo que era imposible llegar al poder por las vías pacíficas, se lanzaron a una guerra insurreccional que tenía entre sus tareas INMEDIATAS, la de ser un gobierno para el pueblo y para TODA la Nación (tenían calibrado el sentir del pueblo y sólo “andaban” cuando sentían que el pueblo en verdad los seguía).
 
La estrategia de la Guerra Popular Prolongada (incluyendo la guerra de guerrillas) no fue nunca una estrategia que se correspondiera con nuestra historia ni con las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales de nuestro país, y por ello, esa falsa guerra prolongada ha terminado siendo FUNCIONAL a los intereses de la oligarquía y del imperio [En Colombia las insurrecciones habían sido de corto plazo y todas eran canalizadas hacia la institucionalidad, por eso se recordaba con sorpresa y dolor la “guerra de los mil días” (1899-1901)].
 
No debe haber dudas en justificar la rebelión campesina de carácter espontáneo, pero ésta debía ser elevada por las fuerzas revolucionarias a un nivel más alto de lucha. Ser canalizada hacia una estrategia verdaderamente revolucionaria, y no al revés, dado que lo que se hizo en Colombia fue que los revolucionarios se pusieron al frente de un alzamiento campesino que en los años 60 ya iba en declive, y a la “cola” de esa rebelión campesina se quiso hacer una guerra revolucionaria que a pesar de que se decía que era “prolongada”, la mayoría de dirigentes y combatientes la pensaban a “corto plazo”.
 
Ahora nos toca desembarazarnos de nuestros errores. Sé que es bien difícil pedirles a combatientes de tantas décadas que se entreguen miserablemente. Lo más importante es que ellos entiendan que el mantenimiento del conflicto, en los términos en que está, le conviene a la oligarquía y no a los trabajadores y al pueblo. Si ellos – los insurgentes – interiorizan esa verdad, van a saber qué hacer, buscarán la forma de salir del criminal embeleco en que estamos entrabados. El pueblo les agradecerá ese gesto de grandeza, que aunque tarde, sería en verdad muy valioso para el futuro de nuestras luchas.
 
De lo contrario, sin esa conciencia política claramente potenciada, Colombia tiene todas las condiciones estructurales – geográficas, conflictos locales y regionales, riquísimas materias primas, economía del narcotráfico, problemas étnicos, desempleo y miseria, intereses geo-estratégicos, y muchos más factores – para continuar en guerra por lo menos otros 100 años.       
 
Este planteamiento se presenta para el debate. A pesar del respeto que le tengo a los combatientes – de todas las tendencias de izquierda –, se qué en la decisión de “hacer la revolución por la vía armada” tomada en los años 60s, hubo mucho de infantilismo de izquierda, “espíritu calenturiento”, entusiasmo desmedido, falta de análisis objetivo, y por ello, ayudamos a “armar la trampa de la guerra fratricida”, sin pensar en las consecuencias futuras.
 
Es historia sí, pero es una historia que si no es entendida, asimilada en toda su dimensión, con el más absoluto espíritu autocrítico, entonces, los “sentimientos históricos” se le van a atravesar a la “razón histórica”[3], y vamos a seguir por las mismas. ¡Que ello no ocurra!
 
Popayán, 9 de abril de 2012
 
[1] Discursos de Jorge Eliécer Gaitán.
 
[2] “Dar papaya”: Término usado en Colombia para definir el descuido o indolencia que se convierte en oportunidad o ventaja para el contrario o enemigo.
 
[3] Ver: Ensayo sobre Historia.
 
https://www.alainet.org/es/articulo/157043
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