Los trabajadores colombianos y el pacto inter-burgués

16/09/2016
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Sólo el análisis de clase nos permite observar el comportamiento de los diversos sectores que componen una sociedad, identificar sus expresiones políticas e interpretar sus acciones y discursos. Una cosa es lo que se dice y otra la que se hace. Muchos representantes de esas clases, como lo demuestra la historia, lo hacen sin saberlo, sin ser absolutamente conscientes de lo que hacen. Pero lo hacen. Diferenciar las clases de quienes los representan es muy importante ya que al interior de esas clases se manifiestan diversas influencias culturales, ideológicas y políticas.

 

El pacto de Paz entre las FARC y el gobierno que encabeza el presidente Santos, es un convenio entre el imperio global (no sólo los EEUU), la burguesía transnacionalizada, la burguesía burocrática y un sector de la burguesía emergente surgida durante los últimos 40 años en zonas de colonización y regiones marginadas del país, pero que hoy tiene presencia en ciudades y otras regiones de Colombia. La mayoría de los grandes terratenientes y la gran burguesía agraria entendieron que el acuerdo no afectaba sus intereses y apoyan el proceso de paz. Algunos sectores como los empresarios cañeros y grandes cafeteros se muestran evasivos no por intereses económicos sino por enfoques políticos y discrepancias puntuales.

 

Al igual que en el pacto de 1991, en lo fundamental, los trabajadores y la pequeña burguesía empobrecida (incluyendo los pequeños y medianos productores del campo y de la ciudad) son sectores excluidos (por un lado, mejor!) pero son los que finalmente sufrirán los impactos negativos que causa la aplicación efectiva del programa acordado. El segundo paquete neoliberal que ya está en marcha al igual que el primero implementado durante estos últimos 25 años, significará una mayor explotación de los trabajadores, la profundización del despojo de nuestros recursos naturales y un retroceso material y espiritual para las grandes mayorías de la población y la Nación.

 

El imperio en alianza con la burguesía transnacional tendrá vía libre para profundizar las reformas que le crean mejores condiciones legales y laborales para invertir en la “nueva economía” (agroindustria, turismo, industria) como le llama el ministro de Hacienda. La burguesía burocrática, pretende con este acuerdo mantenerse a la cabeza del Estado y cobrar el encargo al gran capital con contratos, burocracia y corrupción. Y la burguesía emergente (antiguos campesinos ricos de zonas de colonización) se integrará al mercado global. Todo lo anterior a la sombra de mínimas inversiones sociales en las zonas azotadas por la guerra.

 

Antes de continuar es importante aclarar lo siguiente: la terminación del conflicto armado entre las FARC y el Estado colombiano es un hecho positivo. La sociedad y los diversos sectores sociales podrán manifestarse y actuar sin tener la traba y la carga de esa guerra. Sin embargo, cada actor de ese acuerdo y cada sector social lo tratarán de aprovechar en su beneficio presentándolo como un logro de toda la sociedad, de la nación y hasta de la humanidad. Esa es la realidad política. Y precisamente por ello, es importante analizar el contexto y sus verdaderos contenidos.

 

Es indudable que las FARC nacieron de la resistencia campesina-indígena y fue una expresión del “gaitanismo armado”. Ese era su fuerte y explica que las actuales FARC no puedan abandonar, por lo menos en su discurso, los intereses de quienes les dieron vida. Pero, así mismo, se puede observar como a partir de 1983 la naturaleza de las FARC cambia y a medida que pasaban los años se acrecienta su evolución hasta llegar a representar, en lo esencial, los intereses de esa “burguesía emergente” que es la fuerza social y económica dominante y determinante en esas regiones.

 

Eso se demuestra principalmente en las transformaciones ocurridas en la concepción de la guerra. Sus métodos y procedimientos cambiaron. Ello las llevó a enfrentarse con los campesinos ricos y medios de regiones donde no tenían la influencia original, convirtiéndose en una especie de ejército de ocupación. Su “fiebre insurreccional” los llevó a partir de 1994 a atacar con violencia a amplios sectores de la sociedad colombiana y en esa dinámica fueron presa de la estrategia imperial que desde la década de los 80s los empujaba a la degradación de sus filas y acciones. Su poder económico –obtenido de gravar con impuestos la economía del narcotráfico– las convirtió en una fuerza militar importante pero con una base social y política muy precaria. Todo ello permitió que el imperio instrumentalizara su lucha.

 

¿Es inevitable que lo previsto por los estrategas del imperio global logre su objetivo? No, no es inevitable. Pero se requiere reaccionar rápido y pronto. Para eso se hacen los análisis. ¿Cuál es la actitud que –hasta ahora– muestran otros sectores de la población? ¿Cómo se expresan? ¿Cuáles son sus manifestaciones políticas? Es muy importante para los trabajadores y sectores semi-proletarios de la pequeña-burguesía identificar esas expresiones para trazarse una estrategia e impedir que el plan imperial se concrete en toda su dimensión.

 

Lo que podemos observar en primera instancia es que un sector de los trabajadores, sobre todo del Estado, que son liderados por las cúpulas de las centrales obreras, y de las clases medias, influidas fundamentalmente por la izquierda, se muestran ilusionadas con que la inserción de las FARC en la vida civil y su participación en la lucha política legal desencadene una dinámica democrática que sirva para tomar como punto de partida los Acuerdos de La Habana para avanzar en la democratización de la sociedad y el Estado colombiano. Es la misma actitud asumida durante y después de la convocatoria de la Asamblea Constituyente en 1991.

 

Eso está bien y es posible hacerlo. Todo depende de la estrategia que se impulse. ¿Qué ocurrió después de 1991? Que la dirigencia surgida del M19 (AD-M19) se alió, no sólo con la burguesía burocrática (Gaviria, Samper, Serpa) sino que creyó ingenuamente en las buenas intenciones de la burguesía transnacional que estaba en ese momento en pleno proceso de crecimiento (Gómez Hurtado) y se dejó cooptar y utilizar del establecimiento oligárquico mientras se profundizaba la guerra y se desarrollaba la ofensiva neoliberal sobre la economía, el trabajo, el territorio y las riquezas humanas y materiales. Fue el resultado de la ilusión de impulsar una “apertura democrática” con quien no les conviene ese proceso. Lo sabotearon desde el principio y lograron corromper en el camino a algunos de sus integrantes.

 

Ahora vemos que nuestra izquierda –en su gran mayoría– ha privilegiado la alianza con la misma burguesía burocrática mientras menosprecia las manifestaciones políticas de un sector de la burguesía (antigua y emergente) que ha levantado como una de sus principales banderas la lucha contra la corrupción política-administrativa (Fajardo, Claudia López, otros). Esa burguesía que llamamos “decente” porque no quiere seguir pagando impuestos para que sean robados por los corruptos, apoya el proceso de paz pero se ha deslindado –tímidamente– del gobierno de Santos y puede ser un buen punto de apoyo para empezar a quebrar o debilitar (políticamente) la fuerte alianza inter-burguesa que está detrás del “pacto de paz”.

 

Un sector importante de los pequeños y medianos productores agrarios e incluso de la burguesía agraria que se ha organizado en las “Dignidades Agropecuarias” puede hacer parte de esa “otro” bloque o alianza de clases y sectores de clase, siempre y cuando se sepa aislar y derrotar dentro de ellos la influencia del “uribismo” que utiliza los desmanes causados por la guerrilla para profundizar el “odio” a las FARC y a la izquierda, y acentúa con relativo éxito la ideología conservadora y retrógrada en dichos sectores de clase y región (población de Antioquia, Eje Cafetero, Huila, Boyacá, Cundinamarca, Santander y otros departamentos).

 

El grueso de la pequeña-burguesía, los profesionales precariados y las clases medias que van a sufrir con mayor impacto el ajuste fiscal que inevitablemente el gobierno tiene que aplicar a partir de 2017, pueden entender con mayor facilidad ese pacto contra la corrupción y contribuir con la derrota de la burguesía burocrática porque son los sectores que van a ser más perjudicados con la reforma tributaria y una serie de cambios institucionales que afectarán las finanzas de los entes territoriales, principalmente de las grandes ciudades, lo que ya está en marcha con los incrementos en las tarifas de los servicios públicos, reavaluos catastrales y cambios en la estratificación de las viviendas.

 

Si las organizaciones políticas de izquierda y democráticas se desligan del acuerdo con la burguesía y el imperio, que tiene como referente las supuestas grandes inversiones en el campo como materialización de los acuerdos en el post-conflicto (que es la carnada para materializar el engaño), no sólo se podrán hacer las obras e inversiones sociales realmente posibles, con transparencia y eficiencia, sino que –en verdad–, podremos avanzar en la construcción de una democracia real y de una “paz estable y duradera”. Sin la derrota de la burguesía burocrática incrustada en el aparato estatal eso es imposible de concretar.

 

Todo lo anterior se materializará en las elecciones del 2018. La burguesía imperial tratará de constituir al calor del “proceso de paz” una convergencia burocrático-corrupta alrededor de los “herederos santistas” (De la Calle Lombana y socios) y jalonar importantes fuerzas de la izquierda (Clara López). Vargas Lleras intentará constituirse sobre la marcha en el referente político para aglutinar todas las derechas incluyendo al “uribismo” para frenar al supuesto “castro-chavismo”. Y por tanto, si los demás sectores políticos (Fajardo, Claudia López, Petro, Robledo y otros) no se unifican en una “tercería ciudadana”, esos dos grandes bloques polarizarán al electorado y pasarán por encima del resto. Así lo han hecho históricamente

 

Los trabajadores podemos organizarnos en forma autónoma y actuar con independencia dentro de esa “tercería ciudadana” para ayudar a despejar el terreno. Sólo es un paso pero es muy importante que lo demos. Sabemos que hay que romper con muchos esquemas para hacerlo pero no sólo es posible sino que esa táctica tiene grandes posibilidades de convertirse en realidad y en un triunfo político importante. Prevemos que después de que pase la “borrachera” pacifista se vendrá la “resaca” del ajuste neoliberal y así, traigan al Papa o se ganen el Nobel de la Paz, la realidad de los bajos salarios, la recesión económica, los altos impuestos, la crisis del sistema de salud, la corrupción, pondrá las cosas en su lugar y ese será el escenario ideal para que nuestra gente avance por la fuerza contundente de los hechos.

 

Y esa realidad llevará también a que nuestros dirigentes políticos adecúen sus programas políticos y actúen en consecuencia. Pensar en esa posibilidad es la intención de este escrito.

 

Popayán, 16 de septiembre de 2016

 

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

 

https://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com.co/2016/09/los-trabajadores-colombianos-y-el-pacto.html#.V9w1dPl97IU

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/180316?language=es
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