Polvo humano y noche triste

22/03/2017
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Foto: El Telégrafo
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Las cifras son espeluznantes. En la madrugada de hoy, miércoles 22 de marzo, el Comando de Emergencia Nacional dio conocer las últimas, referidas a los desastres que afectan severamente a los peruanos. Ellas, lucen simplemente conmovedoras:  643,216 mil afectados; 101.104  damnificados; 263 personas heridas; 20 desaparecidos; 78 fallecidos; 11,519 viviendas, colapsaron; 12,440, ya inhabitables; 141,149 presentan severos daños. Se registraron 2,148 kilómetros de carreteras virtualmente destruidas. La carretera central bloqueada por deslizamientos de tierra y piedras; la Panamericana Norte, lo está también por la caída del puente Virú, en las inmediaciones de la ciudad de Trujillo.

 

Ciudades del norte del país -Piura Chiclayo, Trujillo- en una verdadera situación de emergencia, golpeadas por sucesivos huaicos e incesantes lluvias. Huarmey, una localidad situada en la costa de Ancash, bajo las aguas que alcanzaron hasta un metro y medio de altura, cubriendo virtualmente toda la extensión urbana.

 

 Y los daños materiales afectan duramente a Tumbes, Huancayo, Huancavelica, Arequipa, Cusco, Ica, Pasco, Puno, San Martín, Cajamarca, Moquegua y Huánuco. Lima registra zonas simplemente “tomadas” por las aguas y poblaciones enteras aisladas y goleadas, en Huachipa, Carapongo, Cajamarquilla, Chaclacayo. Chosica, Santa Eulalia y otras. Bien puede decirse que no hay ciudad -grande, ni pequeña- que se haya librado, esta vez, de la catástrofe. Pero ella se ceba con los más pobres, los olvidados de siempre, los que habitan en las zonas marginales, en las riberas de los ríos, en los cauces secos, en las áridas quebradas, en las lóbregas montañas.    

 

La sociedad peruana ha respondido al reto de manera admirable: De modo general, se puede afirmar que ha brillado la disciplina el orden, la solidaridad y la organización ciudadana. Unos a otros se han dado la mano incluso sin conocerse demostrando con acciones que tenemos un pueblo capaz de elevadas expresiones de heroísmo. Los estamentos del Estado, han cumplido -y están cumpliendo- su deber. Más allá de las diferencias puntuales -algunas de las cuales son ciertamente insuperables- hay que reconocer sin mezquindad, que el Presidente de la República y los ministros trabajan con singular empeño, iniciativa y voluntad, por encarar y resolver los problemas que agobian al país; aunque no pueda decirse lo mismo de las autoridades ediles ni los gobiernos regionales, que registran fallas de diverso orden.

 

 Pero en medio de la crisis -sin embargo- la legítima impaciencia ciudadana, asoma con fuerza. En algunos lugares, han ocurrido expresiones de protesta por la lenidad, la desidia o la insensibilidad de funcionarios renuentes a cumplir con su deber.

 

 Los llamados “desastres naturales” han servido -claro está- para poner en evidencia el colapso del “modelo” económico y social que rige la vida peruana en las últimas décadas. Se ha hecho notable la falta de un Estado fuerte que sea capaz de gobernar; pero, sobre todo, de disponer de recursos que alivien la dramática situación de los pobladores. Y también la ausencia de una planificación centralizada que permita administrar lo que se tenga, y dirigirlo hacia los más necesitados.

 

 Por lo demás, ha asomado evidente el inmenso daño que la corrupción y el desgobierno, han inferido a los peruanos en las últimas décadas Las grandes empresas no pagan sus contribuciones al Estado: Telefónica, por ejemplo, adeuda alrededor de 2 mil millones de soles; Roque Benavides -el nuevo Presidente de la Confederación de Empresarios, la CONFIEP-; registra acreencias que bordean los 429 millones de soles.  Y si los condenados por delitos de corrupción, pagaran sus cauciones y las reparaciones civiles que les fueran impuestas; otro gallo cantaría en nuestras olvidadas poblaciones.

 

Sobre el tema, pocos hablan; pero si Alberto Fujimori y sus secuaces devolvieran al Perú lo que les robaron, y honraran las deudas que contrajeron por disposición judicial; se podría disponer de una suma aproximada a los 10 mil millones de dólares, para la atención a las regiones olvidadas y, luego, para la reconstrucción nacional.

 

 Hoy, sin embargo, ellos se solazan con la crisis, y Keiko Fujimori visita zonas deprimidas diciendo con inusitado desparpajo: “si fuéramos gobierno, les traeríamos más”. Y al compás del socavón, el alcalde metropolitano Luis Castañeda ofende a la prensa, descalifica a los arquitectos e insulta a Jefe del Estado, en un gesto que le ha deparado unánime condena; simplemente porque él mismo resulta incapaz de explicar por qué se derrumbó un puente que construyó hace 7 años con ingentes recursos del Estado.

 

Es claro que hay quienes buscan -como se dice- “sacar provecho político de la crisis”. Por eso, callan ante las expresiones de ayuda material que proviene de países hermanos, como la Nicaragua Sandinista, la Venezuela Bolivariana, el Ecuador Ciudadano, la Bolivia de Evo; la Cuba eternamente amiga. E incluso denigran al gobierno de Caracas pretendiendo descalificar sus gestos solidarios, y hasta sabotear inútilmente su presencia.

 

 Arturo Ayala, joven dirigente comunista, anotó recientemente reflexiones sugerentes abordando dos aspectos de este tema: la débil respuesta de la izquierda, y la campaña del Movimiento Misionero Mundial empeñada en asegurar que los desastres del Perú son “culpa del gobierno” por el tema de la supuesta “ideología de género”.   Dijo así

 

 “El MMM y diversas iglesias han podido responder a esta crisis mejor que toda la izquierda en conjunto. Llevan cuadrillas de reconstrucción, ideologizan señalando que todo esto pasa por un "castigo divino" debido a la "ideología de género", incorporan a la población angustiada a su iglesia, dan alimentos, entre otros. En la misma dirección, va el fujimorismo con Keiko, Kenji y sus Congresistas recorriendo todo el país. Son una fuerza contundente y cohesionada. Eso es fascismo, conservadurismo, homofobia y oscurantismo. Nuestros esfuerzos, aunque valiosos, son insuficientes, menos sin una acción unitaria”.

 

Tiene importancia el tema porque en medio de la desgracia de nuestro pueblo, está planteada una batalla ideológica que el país debe ganar. No es “designio divino” lo que sucede como “un sino fatal”, por cierto; pero el atraso y la ignorancia de alguna gente así puede asumirlo. Y de hecho, eso ocurre. Lo acredita la opinión de un concejal arequipeño que se alegra, asegurando que allí el desastre no fue total, gracias a la marcha “exitosa” que ellos hicieron con esa bandera,

 

Para enfrentar esa ofensiva, hay que desplegar tareas solidarias desde las fuerzas sociales existentes y organizadas. Para ello, la unidad es indispensable, aunque sea seo, una unidad de acción.

 

El ejemplo del Sindicato de Trabajadores de Construcción Civil de Lima y  Balnearios lo demuestra, y debiera ser imitado por la CGTP y las otras organizaciones sindicales, no sólo para afirmar una comprensión racional de fenómenos como estos; sino además para cimentar una idea es esencial: no es la miseria destruida lo que hay que “reconstruir”; sino el Perú de su historia y de su cultura, lo hay que afirmar “en  esta hora fría, en que la tierra trasciende a polvo humano y es tan triste “, como lo aseguraba nuestro Cesar Vallejo.

 

 Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera

http://nuestrabandera.lamula.pe

https://www.alainet.org/es/articulo/184293?language=en
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