India, entre la guerra civil o el genocidio

20/12/2019
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Primer Ministro de la India Narendra Modi
Foto: sputniknews.com
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El hinduismo político, poco a poco, se ha convertido en una amenaza no solo para la democracia india, sino también, para la paz regional. El último avance hacia ese destino por parte del gobierno del Primer Ministro Narendra Modi, es la sanción de la polémica Ley de Enmienda de Ciudadanía (CAA), que otorga la ciudadanía a inmigrantes provenientes de Pakistán, Afganistán o Bangladesh, los que tendrán que demostrar que pertenecen a alguna las minorías religiosas de esos países: hindúes, cristianos, jainistas o budistas y que ingresaron ilegalmente a la India antes de 2014. La medida excluye claramente a los musulmanes, particularmente los 40 mil miembros de la comunidad rohingya que llegaron huyendo del genocidio que en su país, Birmania, se practica contra esta comunidad musulmana.  De producirse la expulsión, muchos de ellos marcharan a la muerte prácticamente segura que los espera en su propia patria.

 

La aprobación de la CAA solo ha sido un primer paso, una medida preparatoria para lo que se cree será el golpe de gracia contra los migrantes de origen musulmán, ya que el gobierno prepara, según lo ha dejado trascender, el Ministro del Interior de Modi, Amit Shah, la confección de un registro nacional donde todos los ciudadanos indios deberán demostrar su condición de tal. La medida es esperada con impaciencia por los sectores más ultra derechistas como el que dirige Mohan Bhagwat, que aseguró: “ningún hindú” sería expulsado del país, es el líder del grupo paramilitar Rashtriya Swayamsevak Sangh (Asociación Patriótica Nacional o RSS) fundado en 1925, que propugna porque el hinduismo rija sobre todas las minorías, es un aportante ideológico fundamental del gobernante, Bharatiya Janata Party, o BJP (Partido Popular Indio).

 

A la CAA, que fue votada por la cámara alta, el último miércoles 11 de diciembre, y que el lunes anterior, ya fue aprobada por la cámara baja, solo le falta ser promulgada por el presidente de la India Shri Ram Nath Kovind, que seguramente se verificará apenas se detengan las grandes protestas que se están produciendo tras la aprobación de la Ley.

 

Grandes sectores de la India han salido a las calles a manifestarse en contra de la medida y esas protestas, que ya han dejado tres muertos y cerca de 2 mil detenidos, se han intensificado y extendido desde entonces, encabezadas por organizaciones de Derechos Humanos y diferentes colectivos musulmanes de los seis estados del noreste, Nueva Delhi, y de los estados de Bengala Occidental y Maharashtra y Uttar Pradesh, el más poblado de subcontinente.

 

La ley esperaba su aprobación, después de haber sido presentada ante el parlamento anterior a las elecciones de mayo pasado en que Modi consiguió no solo su reelección, sino una amplia mayoría legislativa, que le iba a permitir gobernar sin grandes sobresaltos, pero ahora todo ha cambiado. A siete meses de esa victoria se ha revelado que la economía está en ruinas, en junio se conoció que el gobierno de Modi había mentido con las cifras de crecimiento del PIB por casi el doble.

 

La reputación internacional del país se ha desbarrancando, varios estados han entrado en una severa crisis y la sociedad civil se encuentra fracturada. Por lo que Modi, para llevar a cabo su plan de la creación de una India verdaderamente hindú, una nación “Hindutva” deberá apelar a la mano dura e intensificar sus políticas fundamentalmente islamofóbicas.

 

La resistencia a esa sueño supremacista ha puesto en estado de beligerancia a más de 33 universidades, que han interrumpido sus actividades y,  tanto alumnos como docentes,  se encuentran en estado de asamblea permanente cortando calles y rutas.

 

En el estado Assam, al noroeste del país, donde cerca de dos millones de personas ya están al borde de ser declarados apátridas o ser deportadas por una modificación burocrática acerca de la identidad y el origen, los manifestantes quemaron neumáticos y bloquearon el tráfico, haciendo sentadas en las carreteras y obligando a cerrar a los comercios. En algunas áreas, las autoridades locales debieron pedir la asistencia del ejército indio para contener a los manifestantes, además de cerrar el acceso a Internet o celulares, se impuso el toque de queda.

 

En la ciudad de Nueva Delhi, la capital del país, con una población cercana a los dos millones de habitantes, el caos vehicular del día jueves ha trabado todas las actividades. Las imágenes donde se ve a la policía entrando a la biblioteca de la Universidad Jamia Milia, lanzando gases lacrimógenos y golpeando a los estudiantes, han agregado más dramatismo a la crisis, obligando a una declaración conjunta de las escuelas de derecho nacionales, donde se critica al Presidente de Justicia de la India, por no respetar los derechos fundamentales y negarse a escuchar los reclamos por la brutalidad policial.

 

Washington, a pesar de ser un aliado clave de Modi, tras las políticas segregacionistas, colocó a India en la lista de “vigilancia de genocidio” y emitió un comunicado advirtiendo a Nueva Delhi y a las Naciones Unidas las posibles consecuencias de una ley como la CAA.

 

El sentimiento anti musulmán, si bien no ha sido una creación de Modi, el actual Primer Ministro y su partido el ultranacionalista Bharatiya Janata Party, o BJP (Partido Popular Indio) han fogoneados históricamente esas diferencia incluso saboteando las política de integración articuladas con éxito por Mahatma Gandhi y Jawaharlal Nehru, ambos asesinados justamente por sus posiciones integradoras de todas las religiones y etnias de la India.

 

Las políticas de Modi hacía la comunidad musulmana de la India, de casi 200 millones de personas que representan cerca del 14 por ciento de los 1300 millones de ciudadanos indios, más que discriminatoria han sido persecutoria. Ya como Primer Ministro (gobernador) del Estado de Gujarat entre los años 2001-2014  su dejar hacer provocó el brote de violencia religiosa más importante de las últimas décadas en la India, en las que fueron asesinadas cerca de 2 mil personas, en su mayoría musulmanes en solo tres días (Ver: India: Una peligrosa deriva al fundamentalismo).

 

¡Heil Modi!

 

Desde que Modi fue electo, en 2014, como Primer Ministro de la India ha dedicado sus esfuerzos a reescribir la historia del país, pretendiendo cambiar una democracia laica, amplia y abierta, que permite contener el riquísimo, variado y contradictorio espectro religioso, cultural, filosófico y étnico, a una nación enmarcada y tutelada por el ideario del Hindutva, que busca reinventar la identidad hindú con una nueva estructura de creencias y un nuevo vocabulario. Como parte del proyecto Hindutva, el BJP han “corregido” libros escolares, borrando gran parte de la riquísima y fundamental presencia islámica en la historia de India y suprimiendo a los emperadores mogoles (musulmanes) que gobernaron el subcontinente durante tres siglos. Además, cambiaron nombres y modificaron situaciones históricas e incluso acotaron la utilización del urdu, el idioma de los musulmanes del norte del país.

 

Las acciones de Modi y su partido han reavivado la siempre peligrosa hoguera cachemir, (Ver: Cachemira: La guerra sucia de Modi) donde la reciente suspensión del artículo 370 de la Constitución, que otorga autonomía a Cachemira, el único de mayoría musulmana de la India, ha encendido todas las alarmas no solo en ese estado sino también en Pakistán, que desde 1947 pugna por él, lo que ya ha provocado tres guerras e infinitos choques fronterizos.

 

Cachemira, desde agosto, se encuentra “invadida” por el ejército indio, desde entonces las violaciones a los derechos humanos son constantes y la prohibición de informar al respecto, absoluta. Es importante señalar que la partición de 1974 dio lugar al surgimiento de Pakistán, lo que provocó la mayor migración de la historia de la que se tenga registro,  ya que decenas de millones de hindúes y musulmanes cruzaron  las nuevas fronteras en uno u otra dirección, proceso que dejó al menos dos millones de muertos.

 

Las políticas de Modi han instalado un estado represivo y persecutorio en todo el país que recuerda en mucho a la Alemania nazi. Matones del ala “estudiantil” del BJP acosa en las universidades tanto a estudiantes como profesores y autoridades, que no se encuentren abiertamente alineados con la Hindutva y su orden de castas; en la Universidad Central de Hyderabad, una feroz campaña contra los estudiantes de Dalit (intocables o parias), la casta más “baja” del sistema, hizo que el estudiante Rohith Vemula se suicidara tras ser suspendida su beca por “su condición” de dalit.

 

Narendra Modi conoció desde niño lo que significa pertenecer a una casta baja, él es ghanchi, cuyos miembros tradicionalmente son vendedores de aceite; supo desde niño ponerse al amparo del RSS desde donde fue ascendiendo burocráticamente y profundizando su ideología,  lo que llevó al sicólogo Ashis Nandy,  tras una larga serie de entrevistas a miembros del RSS entre ellos al propio Modi, a definirlo como “autoritario, de rigidez puritana, con una vida emocional restringida, miedo a sus propias pasiones y un enorme ego que protegía una inseguridad persistente”. Ashis Nandy concluyó que “Modi es un fascista en todos los sentidos, no como un término de abuso, sino como diagnóstico”.

 

-Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/203959?language=en
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