Debate entre las izquierdas y proceso de paz
25/04/2013
- Opinión
En días recientes importantes dirigentes del Polo Democrático Alternativo PDA – Jorge Enrique Robledo, Senador de la República y Jorge Gómez Gallego, diputado de la Asamblea de Antioquia – se han defendido mediante sendos artículos[1] de los cuestionamientos que han sufrido de parte de críticos de diversa procedencia por su decisión de no participar en la “Marcha por la Paz, la Democracia y la Defensa de lo Público” realizada el pasado 9 de abril del año en curso.
Síntesis de lo planteado por los dirigentes del Polo
En ambos artículos se reiteran las ideas centrales que el PDA defiende en la coyuntura, que se pueden resumir así:
- Las diferencias entre Santos y Uribe sólo son de forma. Su enfrentamiento es un “pleito menor” relacionado con el método de aplicar una política que en lo esencial ambos comparten.
- Si se analizan a profundidad las cosas, Santos y Uribe son más parecidos y coincidentes que diferentes y contradictorios. Sus diferencias son mínimas y sus coincidencias son abismales.
- Santos aparenta y posa de progresista para confundir. En ese sentido – según Robledo – es más peligroso que su antecesor porque es experto en engatusar y engañar.
- El apoyo para que concluyan con éxito las conversaciones para la terminación del conflicto armado no debe llevar a respaldar a Santos, ni ahora ni en su reelección.
- Se atacó al Polo porque no desfiló al lado de Uribe contra las FARC (2005 y 2008) y se lo cuestiona ahora por no desfilar al lado de Santos en apoyo a los diálogos de La Habana.
- Se descalificó al PDA en el pasado por supuestamente no enfrentar con suficiente fuerza los crímenes de las FARC. Hoy se lo acusa de ser aliado de Uribe y enemigo del proceso de paz.
- El PDA se mantiene independiente y en oposición a un gobierno neoliberal que utiliza la consigna de la Paz como una táctica electorera para promover la reelección de Santos.
- El PDA tiene sus propias banderas, su propia agenda. “Cuando no marchamos con Uribe no estábamos con las FARC y cuando no marchamos con Santos no estamos con Uribe”
.
Orígenes de la posición actual del PDA sobre el conflicto armado
Uno de los problemas que tiene la posición del MOIR – mayoritaria en el actual PDA – consiste en que considera el conflicto armado en Colombia como un problema “menor” (secundario), dado que nunca ha podido entender su origen y desarrollo.
Para la dirección del MOIR la guerra de guerrillas en Colombia correspondió a una decisión de un sector de la izquierda colombiana influenciada por el triunfo de la Revolución Cubana de darle continuidad y tratar de fortalecer la insurgencia a partir de la resistencia campesina armada que había surgido y se había mantenido desde la década de los años 40s del siglo pasado (XX).
Dicha decisión – que en verdad se asumió por diversas corrientes revolucionarias, comunistas-castristas (FARC), marxistas-leninistas (EPL), nacionalistas-guevaristas (ELN), en la década de los años 60s – no fue compartida por la dirigencia del MOIR por considerar que en Colombia no existían las condiciones para el desarrollo a corto plazo de una insurrección popular, condición indispensable para el triunfo de un levantamiento armado.
Esa diferencia marcó profundamente los desacuerdos entre las tendencias y corrientes de la izquierda colombiana, sin querer decir que el MOIR haya promovido alianzas con el establecimiento oficial en contra de los actores armados insurgentes, aunque su posición muchas veces le trajo duros y cruentos enfrentamientos con esos sectores de la izquierda armada.
Más adelante, cuando la dirección del MOIR – en cabeza de Francisco Mosquera – definió, a partir de la invasión de la URSS a Afganistán (1978), que el enemigo principal de los pueblos del mundo era el denominado “social-imperialismo soviético”, las cosas se complicaron aún más, dado que las FARC estaban completamente alineadas con Cuba y la Unión Soviética.
Es así como en el pasado el MOIR promovió alianzas políticas con fuerzas proclives al paramilitarismo (Durán Dussán, Arias Carrizosa, otros) y en coyunturas específicas – en aras de la “defensa de la producción nacional” – no tuvieron ninguna duda en aceptar alianzas o acuerdos con sectores ganaderos con clara influencia paramilitar.
Esa realidad conflictiva ha llevado a que el MOIR – con amplia influencia en el PDA de hoy –defina el conflicto armado como una disputa exclusiva entre dos actores armados (insurgencia y gobierno), en el que la sociedad no tiene cabida. Ello explica que así aparezca la consigna de la búsqueda de una salida política negociada en los postulados del Polo, la verdad es que sus dirigentes no se han comprometido a fondo con lo planteado en su programa.
Fondo y forma, contenido y método – Conflicto armado y proceso de Paz
La incapacidad para entender la esencia del conflicto armado colombiano –por parte de la dirigencia del MOIR – ha llevado a que en cierto sentido se menosprecie esa problemática y no se la considere como un “tema de fondo” en la realidad social y política del país.
Para quienes consideramos que el conflicto armado tiene profundas raíces sociales, económicas y políticas, orígenes en la resistencia campesina y en las condiciones oprobiosas de un régimen oligárquico que no ha ofrecido garantías para hacer un ejercicio político pacífico y civilista, que recurre al crimen y al genocidio político para mantener sus privilegios, la conquista de la Paz es uno de los problemas cruciales de la sociedad colombiana, es una tarea fundamental y un ejercicio de soberanía política, y va a determinar el futuro de la vida de los colombianos.
Es más, el conflicto armado ha sido utilizado – instrumentalizado – para someter todas las expresiones de inconformidad y rebeldía, ha sido esgrimido como herramienta de contención y represión contra las expresiones políticas y sociales que han aparecido como respuesta a la entrega de nuestras riquezas naturales al capital extranjero y la explotación de nuestra fuerza de trabajo al servicio del gran capital.
Por lo anterior, una salida negociada que permita superar dicha situación conflictiva y violenta – que fue degradada a límites inconcebibles en las últimas 3 décadas – va a permitir que las fuerzas democráticas desarrollen en mejor condición su acción política para construir soberanía nacional y popular, único camino para lograr cambios estructurales del Estado y la sociedad colombiana.
En ese sentido el problema del conflicto armado es un tema de fondo en Colombia. Es un tema que requiere de un enfoque y tratamiento histórico, económico, político, sociológico y cultural. Nuestras violencias tienen orígenes auténticos (así por momentos la lucha insurgente los desvirtúe en medio del proceso de degradación) y están conectadas con los diversos intereses que se mueven alrededor de los importantes recursos de carácter estratégico (naturales y humanos) que están en las esencias de la Nación y del territorio.
Un partido como el PDA – si en realidad quiere gobernar – no puede reducir este conflicto a recetas acomodaticias. Tampoco puede desconocer que, si hoy las diversas fracciones de la oligarquía se enfrentan por el método de resolver el conflicto, ello no tenga connotaciones profundas para la política colombiana. Plantear que el proceso de Paz es sólo una herramienta demagógica de Santos para garantizar su re-elección es reducir el problema a una fórmula simplista. Incluso, si así fuera, la única forma de enfrentar dicha táctica no es entregándole esa bandera al gobierno sino disputándosela en el terreno de la política amplia e incluyente.
Nuevamente sobre Santos y Uribe
Uno de los temas que está en discusión es caracterizar las diferencias entre Uribe y Santos. Para el MOIR-PDA se trata de un problema menor, “de forma”, “de método”. Robledo reduce dicha confrontación a un simple pleito – a una traición personal – que Santos le jugó a Uribe.
Lo que no se entiende es que la “forma” está ligada al “fondo”; el método está en relación con el contenido. Si el gobierno de los EE.UU. y las clases dominantes colombianas estuvieron de acuerdo en hacer a un lado a Uribe, ello significa que el método utilizado por Uribe (guerra de exterminio y confrontación abierta con los gobiernos de los países vecinos), se había agotado, no estaba dando resultados y había que realizar un viraje para encontrar solución a “sus” problemas.
Ese viraje estratégico consistió en colocar a Santos para diseñar una nueva política – no para resolver los problemas del pueblo colombiano, en lo que estamos de acuerdo con el Polo – sino para garantizar con mayor eficacia la continuidad de una política neoliberal de mayor entrega de soberanía en todos los terrenos y de sobre-explotación de nuestros recursos naturales y humanos.
Esa nueva política está en marcha en Colombia. Consiste en mostrarse dispuestos a negociar el fin del conflicto armado, resarcir a las víctimas y restituir tierras a los desplazados. También se asienta en mostrar una “nueva cara integradora” a nivel de los países de América Latina y presentarse como defensor de los derechos humanos en el ámbito de la comunidad internacional.
Lo que se cuestiona al PDA no es su caracterización del gobierno de Santos. Es un gobierno continuista de las políticas de Uribe, no es auténticamente reformista, ni podemos creer en su voluntad de paz. Sabemos que los grandes inversionistas necesitan la terminación del conflicto armado y que por la vía militar no lo lograrán. Es “su” necesidad, pero también es la “nuestra”.
Lo que se le pide al PDA es ser más político. Pensar más en grande. Mostrarse dispuesto a luchar por la Paz como una causa sublime del pueblo colombiano. Y, en medio de ese proceso – con altura y práctica de estadista – desenmascarar a todos los que quieran utilizar la bandera de la Paz para causas mezquinas. Sólo así se pondrá a la vanguardia de las fuerzas democráticas.
Lo que está en juego
Lo que está por definirse esquien saca provecho del proceso de negociaciones con la insurgencia y del acuerdo de terminación del conflicto armado. Lo que está en juego es si las fuerzas neoliberales y conservadoras imponen una Paz reducida al silenciamiento de los fusiles o si las fuerzas democráticas consiguen transformaciones importantes (así sean parciales) en el terreno de la organización del Estado y de la sociedad. Ese es el pulso que está en desarrollo en el país.
En ese sentido se observa que hay sectores dentro de Marcha Patriótica y el Partido Comunista que en su sano afán por sacar adelante la negociación y ofrecerle espacios de acción política a la insurgencia, le dan cierto protagonismo a Santos, hasta el punto de que una de sus principales dirigentes propuso concederle 2 años más de gobierno para que termine el proceso. Ello genera resquemores en sectores como el PDA y crea confusión al interior de las fuerzas democráticas.
Sin embargo eso no es justificación para que dichos sectores – principalmente el Polo Democrático Alternativo – cedan, vacilen o se ausenten de los espacios o escenarios que se están generando en torno a la conquista de la Paz, con el argumento de que participar (caso de la marcha del 9 de abril) sería respaldar las políticas neoliberales del actual gobierno.
Se trata de disputar esos espacios. Se trata de conseguir que los acuerdos con la insurgencia sirvan para desencadenar un gran movimiento democrático y nacionalista que emule lo que otros pueblos de América Latina vienen haciendo en sus propios países. O por lo menos intentarlo.
Es evidente que se necesita claridad política para enfrentar el momento. Así como el Polo afirma que no desfilar al lado de Uribe contra las FARC no significaba aprobar las acciones delictuosas de la insurgencia, así mismo podríamos decir que hacerlo ahora al lado de Santos no significa aprobar sus políticas neoliberales.
Es el momento de profundizar el debate –sin temor y con sinceridad– para que esa claridad que obtengamos se traduzca en acción política convocante y movilizadora.
Popayán, 26 de abril de 2013
[1] Jorge Enrique Robledo: “Precisiones sobre el pleito entre Santos y Uribe” y Jorge Gómez Gallego: “Palos porque bogas y palos porque no bogas”. http://www.moir.org.co/
https://www.alainet.org/es/articulo/75628
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