Un cumpleaños sangriento
03/07/2014
- Opinión
Este 4 de julio se cumplen 238 años de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, memorable para la humanidad entera por lo que significó entonces la ruptura de un pueblo notable con el colonialismo inglés, tan bárbaro y destructor como todos los colonialismos. Pero las cosas no están hoy para celebraciones ni para alabanzas a la nación cuyo ‘destino manifiesto’ fue siempre, desde aquella fecha gloriosa, la dominación mundial por todos los medios, con permanente empleo del asalto y la fuerza. Basta echar un vistazo a lo sucedido con América Latina en el siglo veinte: desembarco de tropas y ocupación brutal de México, Cuba, Nicaragua, Haití, República Dominicana, Guatemala, Granada y otros países; desmembramiento de Colombia para formar artificialmente Panamá y apoderarse del canal; implantación de sátrapas como Somoza, Trujillo, Batista, Stroessner, Pérez Jiménez, otros. Cadena de golpes de Estado en América del Sur, con particular violencia en Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia. Desaparición de líderes continentales, como ‘Che’ Guevara, Allende, Torrijos, Roldós y tantos más en cada uno de nuestros pueblos, a lo que se añade el imperio de la tortura y la institucionalización de los desaparecidos, todo en medio del Plan Cóndor, el Plan Viola y otros tantos creados por la CIA y el Pentágono, con invariable participación de la ultraderecha y el apoyo del Mossad, esa fanática CIA de Israel.
¿Y el panorama mundial de los últimos años? Para no hacer larga la lista de guerras emprendidas por la OTAN, bajo iniciativa norteamericana, suficiente mencionar las tragedias de Irak y Libia. Para invadir Irak se utilizaron dos escandalosas mentiras: una, que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva, amenazantes para toda la humanidad; y otra, que bajo su protección se ocultaba en Irak Bin Laden, que en realidad andaba por Afganistán y Pakistán, como se comprobó con su muerte a manos de los yanquis. Sobre la base de esas mentiras colosales, se asaltó el país, se lo destruyó por completo, se saquearon sus fabulosos museos -patrimonio invalorable de la humanidad, se apresó y ejecutó a Saddam Hussein en una farsa legal, sin abogados ni testigos de descargo, se entregó el petróleo al saqueo de las multinacionales y, para restablecer los servicios públicos destruidos por los bombardeos, se contrató a la Bechtel, gigantesca multinacional, por sumas de miles de millones con cargo al petróleo iraquí. Multinacional que en Ecuador se oculta bajo los nombres. Todo bajo la complicidad y el amparo de administraciones de la partidocracia, habiendo engañado, estafado y explotado a los ciudadanos, sin que ninguno de los organizadores de la ‘Marcha del Agua’ contra la novísima ley haya actuado jamás contra este pulpo imperialista.
Con relación a la tragedia de Libia, el desenmascaramiento del expresidente Sarkozy, su detención y enjuiciamiento, ha puesto sobre el tapete uno de los más tenebrosos y sucios episodios de la historia, pues se revela que Gadafi, el líder libio, hubo de aportar 78 millones de dólares a la campaña del líder de la derecha francesa, a no dudar bajo la promesa de ayudarlo frente al acoso de Estados Unidos, que diez años atrás ya había bombardeado la capital Trípoli. Ayuda que era falsa y que se evidenció poco después cuando Sarkozy fue uno de los más entusiastas gobernantes europeos en apoyar la invasión de Libia, participar en la destrucción total del país y aplaudir el asesinato de Gadafi, condenado por la prensa independiente de Europa y Estados Unidos.
Desde luego, la política guerrerista de Estados Unidos ha entrado en un callejón sin salida en Irak, donde el gobierno que ellos impusieron por las armas ha colapsado gracias a las acciones bélicas de fuerzas pretendidamente islámicas de extrema, pero que no son sino formaciones de mercenarios creadas por los mismos yanquis en su afán de atacar a Irán, derrocar al Gobierno de Siria y convertir la región en un foco incontrolable de una nueva guerra mundial, sin duda la última, pues conduciría a la extinción de la vida en el planeta.
Pese a lo cual, el presidente Barack Obama declaró hace poco en West Point: “Nosotros somos la única potencia indispensable en el mundo”.
¡Cuánta razón tuvo Simón Bolívar al escribir esa histórica carta de Guayaquil, el 4 de agosto de 1829! Allí le dijo a su amigo, el coronel británico Patrice Campbell: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar de miserias la América en nombre de la libertad”. Bolívar no alcanzó a ver que su sentencia se dirigiría más allá del continente, al planeta entero, a toda la humanidad.
Jaime Galarza Zavala es escritor ecuatoriano
https://www.alainet.org/es/articulo/86899
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