Ignacio Ellacuría y el periodismo
28/07/2014
- Opinión
Entre el material bibliográfico del padre Ellacuría, encontramos un esquema de 1989 titulado “El periodismo salvadoreño ante la crisis del país”, en el que propone algunas actitudes y procesos fundamentales que se deben impulsar en el periodismo para que este sea ejercido con calidad ética y técnica. Él los planteó en los momentos más críticos del conflicto político-militar salvadoreño y, en consecuencia, están configurados por esa realidad. No obstante, en la medida en que se hacen desde la perspectiva ética, apuntan más allá de momentos históricos determinados. Retomamos y comentamos parte de su propuesta que, en la actualidad, puede ser animadora y orientadora para una profesión tan apasionante como delicada. Seguimos las tres partes que conforman el esquema.
Ignacio Ellacuría |
En primer lugar, el periodismo y el control de la imagen pública. Para Ellacuría, “el modo principal que tiene la mayor parte de la población para acercarse a la realidad de su situación social y para tomar posición ante ella es a través de la imagen pública, controlada en gran medida por los medios de difusión”. En consecuencia, los periodistas tienen una enorme responsabilidad tanto por lo que informan como por la manera en que lo hacen. Es un hecho que las funciones que suelen caracterizar al periodismo (informar, formar opinión y construir una agenda pública) constituyen una de las principales fuentes con que cuenta la población para situarse en la realidad. En este sentido, el ejercicio periodístico puede ser un aporte valioso a la sociedad en la medida en que posibilita un conocimiento confiable de la realidad, reduce la incertidumbre y permite a las personas enfrentarse con más eficacia a su entorno.
No hay que olvidar, sin embargo, que este carácter valioso tiene sus peligros. En una sociedad informativa, donde hay un incremento de la oferta de noticias y un crecimiento del consumo de información, puede ocurrir que esta se utilice para ocultar o distorsionar deliberadamente los hechos, suprimiendo unos y quitándole o aumentándole el peso específico a otros. Al final, pueden prevalecer el encubrimiento y la desinformación. De ahí la necesidad de desarrollar y fortalecer un periodismo responsable, coherente con los valores y deberes que acompañan al derecho de informar y ser informado. Estar a la altura técnica y ética de este desafío es la idea fuerza que se propone.
En segundo lugar, el periodismo necesita potenciar un talante profesional y una actitud ética. Según Ellacuría, para que el periodismo pueda cumplir con una de sus misiones principales, “la cual es captar cada vez más plena y objetivamente la realidad y comunicar esa captación de la mejor forma posible al público”, se requiere mayor capacitación profesional e independencia, y mayor esfuerzo de investigación y objetividad, “manteniendo una gran moderación en las formas, sin que ello desmerezca la firmeza de los contenidos”. Y ciertamente, reivindicar la excelencia profesional es una necesidad. El periodista tiene que intentar ser excelente en lo suyo porque de ese modo practica una solidaridad al alza, no a la baja. Si aplicamos este criterio al ámbito de la información, nos ha de llevar a un mejor conocimiento de la realidad, al estudio y aplicación de los géneros periodísticos, a fortalecer la capacidad de análisis crítico, al desarrollo del arte de saber preguntar, a la precisión del método para investigar, al dominio de la expresión oral y de la escrita, así como a un alto grado de responsabilidad ética frente a la colectividad, en tanto el periodista es, ante todo, un servidor social.
Ahora bien, Ellacuría está consciente de que ese tipo de periodismo no tiene posibilidad práctica sin una condición tan difícil como fundamental: la independencia. En seguida nos dice de qué hay que liberarse. “Liberación del miedo, liberación de intereses partidistas, liberación frente a la propia empresa periodística cuando esta coarta la libertad de información y de expresión (…), liberación frente a los propios demonios interiores y a la propia ideología”. Requerirá también, “mayor esfuerzo de investigación propia sobre los grandes problemas del país, más allá de comunicar la noticia elaborada por otros; mayor objetividad en la selección y jerarquización de las informaciones, según la trascendencia que tengan para el país y no según lo que favorezca o desfavorezca la ideología del medio; un esfuerzo por separar lo que es información de lo que es opinión, lo que es difusión de lo que es propaganda, lo que es nacional de lo que es partidista”.
Ellacuría apunta a las notas propias de una prensa libre, aquella que busca producir y difundir información sin cortapisas, pero con responsabilidad; que posibilita un carácter incluyente en el derecho a ser informado e informar; que favorece la existencia no solo de periodistas independientes, sino a la vez de medios capaces de romper la información sesgada o el control monopólico de esta; que desarrolla el derecho de réplica, tan necesario cuanto más difícil sea asegurar objetividad; y que garantiza la opinión ciudadana a cuyo servicio debe estar esa prensa ética.
Finalmente, Ellacuría reseña en su esquema la necesidad de que el periodista propicie algunos procesos, desde la ética y la racionalidad, que lleven a la superación de la crisis social. Uno de esos procesos tiene que ver con la promoción de ciertos valores tan necesarios como deteriorados en la sociedad salvadoreña: “La búsqueda de la verdad sin la que no se da autenticidad ni libertad; el respeto a la vida humana y a la dignidad de la persona; la solidaridad efectiva con los más necesitados, pero no a modo de limosna y de acciones marginales, sino a modo de una reestructuración justa de la sociedad; la laboriosidad típica del pueblo salvadoreño, hoy más necesaria que nunca para salir de la postración en que estamos; la austeridad de todos como corresponde a la situación del país, en el que la mayor parte bordea la extrema pobreza y en el que las desigualdades impiden la solidaridad requerida; la honestidad en el manejo de los dineros públicos y frente al tráfico de influencias; y la tolerancia con las personas, así como la flexibilización y apertura de las propias posiciones sin arrogarse absolutismos en nombre de nada”.
En suma, en estas ideas planteadas por Ellacuría unos meses antes de ser asesinado, encontramos algunos criterios fundamentales para evaluar el ejercicio periodístico actual, no siempre exento de vacíos y graves contradicciones, aunque reconociendo los avances técnicos que se han implementado y los esfuerzos que se hacen en algunos medios por mejorar la calidad informativa. También encontramos orientaciones para la consecución de un buen periodismo que genere credibilidad y confianza en la sociedad, revalore la palabra devaluada por la manipulación y sea coherente con las exigencias de un régimen realmente democrático.
29/07/2014
Carlos Ayala Ramírez, director de Radio YSUCA
https://www.alainet.org/fr/node/101996?language=en
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