Cuba: Encontrar nuevas formas de hacer revolución

30/03/1998
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Impactada por la caída del campo socialista y asediada por el bloqueo de Estados Unidos, a Cuba no le queda otro camino que rediseñar su sistema institucional para readaptarse al único mundo real que existe en este momentos. Así piensa el filósofo e historiador cubano Juan Antonio Blanco (JAB), quien actualmente coordina el Foro Mundial de Derechos Humanos Viena+5 que se llevará a cabo el próximo mes de junio en Ottawa, Canadá. En la siguiente entrevista, Blanco analiza los alcances de la crisis cubana, las diversas visiones sobre el proceso, así como las salidas, que a su juicio, permitirían un cambio permanente y fluido, que, de ningún modo, implicaría estandarizar a la sociedad cubana con el modelo que predomina en América Latina, con magros resultados.

 

ALAI: Se van a cumplir cuarenta años de la Revolución. ¿Este proceso qué cosas positivas tiene, qué cosas negativas?

 

JAB:La Revolución cubana tuvo impacto no sólo local y regional sino universal. La Revolución cubana inauguró la famosa década de los sesenta. Esa ola que se extendió a nivel planetario, de espíritu de libertad, de cuestionamiento de los sistemas políticos existentes, de búsqueda de un rediseño de la sociedad, en forma tal que los derechos no sólo políticos y civiles sino que los económicos, sociales y culturales, pudieran garantizarse también, la crítica del socialismo real de la cual el Che fue uno de los precursores, etc.

 

En América Latina se miró a la Revolución cubana como un ejemplo de que las cosas podrían hacerse de otra manera si ocurrían revoluciones y cambios radicales, lo cual inauguró toda una etapa de lucha revolucionaria. En resumen, yo creo que nadie puede dudar que la Revolución cubana no es un simple accidente histórico, insignificante, que no ha tenido una gran repercusión. La Revolución cambió radicalmente las circunstancias de vida en Cuba, creó un punto de referencia para América Latina y para los países del Tercer Mundo, de que era posible erradicar la pobreza, al menos en materia de la cobertura de las necesidades humanas básicas, a pesar de que en nuestro caso, eso sucedió, en una circunstancia muy particular: la alianza con la Unión Soviética y los precios preferenciales que recibían nuestros productos.

 

ALAI: Luego de la caída del mundo socialista, Cuba ha tenido que hacer una serie de cambios, en su política y en su economía. ¿Cómo mira la situación de Cuba?

 

JAB: La sociedad cubana está atravesando, a mi juicio, por dos crisis simultáneas: una crisis coyuntural, que es la de la caída del campo socialista y de la intensificación del bloqueo en esa circunstancia. Esa crisis coyuntural es básicamente económica, con causas exógenas, o sea causas que van más allá de la voluntad y del control del gobierno y del Partido Comunista, y por supuesto eso ha tenido y tiene un impacto terrible en las condiciones de vida de la población. La otra crisis es estructural.

 

Nuestra sociedad -como cualquier otra- tiene que continuar evolucionando en materia institucional. No puede congelar una determinada forma institucional de manera dogmática, considerando de que es la única forma posible de socialismo. La sociedad cubana -para poder seguirse llamando revolucionaria- está obligada a ser una sociedad de cambio permanente y fluido. De lo contrario estaríamos hablando de una sociedad posrevolucionaria. Al cambiar el habitat internacional en el que se desarrolló la revolución cubana, al fragmentarse y desaparecer la Unión Soviética -con la cual el país tenía una relación tan estrecha en todos los campos-, Cuba tiene que rediseñar su sistema institucional para readaptarse al único mundo "realmente existente" en este momento, que es capitalista y, además, neoliberal.

 

Ahora bien, ¿hasta dónde y en qué sentido deben hacerse esos cambios? Si por cambios en la realidad cubana entendiéramos la estandarización y homogeneización de la sociedad cubana con el resto de América Latina, francamente el primero en oponerme sería yo. Yo juzgo los sistemas políticos y económicos por sus resultados, no por su liturgia. No sirve de mucho que haya elecciones entre cien partidos si al final ese sistema político no es capaz de promover la prosperidad de la población, no es capaz de tener un impacto positivo en la población y de proveer de auténtica libertad política, económica y social a la población.

 

Mucho menos si, además, para colmo, está siempre pendiente del retorno de los militares, como si fueran los garantes de nuestra libertad, en lo que se ha llamado la democracia controlada o tutelada, que se armó en los años 80 en diversos países de nuestra región. Francamente, si esa es la manera de entender como debe cambiar la sociedad cubana, entonces yo estaría en contra. Ahora creo que sería un error el creer que la sociedad cubana puede atrincherarse en el statu quo actual, oponerse a todo tipo de cambio y continuar administrando las tensiones y los problemas sociales como si nada hubiera ocurrido en este mundo.

 

Yo creo que ya era deseable que, aún antes de la caída del campo socialista, nos hubiéramos distanciado un poco más de la institucionalidad importada de la Unión Soviética en materia no solo económica sino también política. Siempre pensé que el socialismo de Estado no era un buen paradigma para Cuba, lo que, por cierto, lo aprendí del Che Guevara, quien treinta años antes, ya había augurado de que ese sistema iba a ir una gran crisis general, incluso mediante posibles convulsiones violentas. Yo siempre he participado de ese criterio.

 

Nuestro vínculo con la Unión Soviética tuvo aspectos muy positivos, que nos ayudaron tremendamente a nuestra lucha por sobrevivir en un mundo geopolítico al que nosotros llegamos sin haberlo escogido. Sin embargo, creo que nos abrimos demasiado a aquella influencia y mimetizamos demasiado aquella realidad. En muchos de los aspectos como es el problema de la extensión omnipresente del Estado y de su regimentación de la sociedad civil. Entonces, para que nuestro proceso pueda continuar siendo revolucionario, lo que se necesita es, sin renunciar a los principios de los ideales del socialismo y del marxismo, sin claudicar frente a las presiones norteamericanas y del mundo capitalista, encontrar nuevas formas de hacer revolución.

 

Hacer una revolución en la revolución y poder continuar usando los ideales de la revolución bajo nuevas formas institucionales. Es cierto que la contrarrevolución a veces se enmascara detrás de consignas reformistas, pero también es cierto que el dogmatismo y los intereses creados se disfrazan de intransigencia revolucionaria bastante a menudo.

 

ALAI: ¿En concreto, qué medidas se deben llevar a cabo?

 

JAB: Para superar la crisis coyuntural, tenemos que seguir luchando por el levantamiento del bloqueo, ya que lo que impide que Cuba se reinserte económicamente en el mundo es la presión del bloqueo norteamericano. Pero lo que impide que seamos eficientes interiormente es la crisis estructural que no hemos sido capaces tampoco de rebasar de manera eficiente. Es lamentable llegar al quinto Congreso del partido y decir que todavía el 70% de las unidades de producción son irrentables en el país.

 

Y ahora tenemos que tomar una determinación a corto plazo. La dicotomía que se presenta parece ser la de que, o bien esperamos el milagro de que lo que no aprendimos en 40 años -ser eficientes dentro del mismo marco institucional-, lo aprendemos en los próximos tres, o vamos a tener que empezar a cerrar fábricas y dejar a la gente en la calle. Hay una crisis financiera que no permite el subsidio de las fábricas por un período más prolongado. Estas son realidades ineludibles, que tenemos que mirar de frente, y decidir si vamos a ser creativos y revolucionarios una vez más o si vamos a enterrar la cabeza en la arena como el avestruz.

 

ALAI: ¿Qué tendencias, qué visiones se expresan en el régimen y en Cuba, y como superar esta crisis?

 

JAB: Primer punto: una revolución asediada, una revolución hostilizada por la mayor superpotencia que ha conocido la historia de la humanidad, por supuesto, tiene que mantenerse muy unida si pretende sobrevivir. Punto dos, a veces pretendemos proyectar una imagen ficticia de unidad, más allá de la que existe realmente, precisamente porque el enemigo siempre anda buscando las grietas por donde hacer trabajo de división dentro de las filas revolucionarias y entonces sacar ventajas. Lo cierto es -y esto sería una verdad de perogrullo- que no hay dos seres humanos que piensen igual, ni siquiera en la misma familia, un hijo y su madre.

 

Es muy difícil que dos personas piensen exactamente igual en todo, mucho menos un partido, menos aún un gobierno, muchísimo menos una nación. Con esto quiero decir, que desde la lucha contra Batista habían distintas visiones, de cómo conducir la revolución, de cómo organizar la nueva sociedad, etc. Incluso durante un período, al inicio de la revolución, estas discrepancias eran públicas. O sea el Che Guevara polemizó, en varias ocasiones, en público con otros dirigentes y se publicaban los argumentos del Che y los contrargumentos de los otros compañeros. Yo pienso que, como dijo un conocido escritor cubano, Cintio Vitier, la unidad sólo es posible cuando se reconoce la diversidad. No es posible unir lo que es monolítico.

 

Cuando usted une algo es porque es diverso. Está reconociendo que es diverso. Por lo tanto, la verdadera unidad solamente puede forjarse sobre la base de la libertad, del consenso, de la persuasión. Hay otros compañeros que piensan que la unidad nos resulta tan necesaria que debe imponerse. Pero creo que ese es el camino al desastre. Para mí hay dos grandes peligros en la Revolución cubana, como siempre ha habido dos grandes peligros para cualquier revolución, no es que nosotros seamos excepcionales.

 

El peligro de la restauración contrarevolucionaria, sea externa o interna; y el peligro de los errores de los propios revolucionarios. La única manera de conjurar el segundo peligro es precisamente siendo lo más democráticos y flexibles en el acomodamiento de las distintas opiniones y visiones, que los grupos revolucionarios puedan tener de cómo hacer el socialismo. Por supuesto, es evidente de que en algunas ocasiones van a prevalecer unas opiniones sobre otras, eso es inevitable, pero en este caso, por lo menos tendríamos la satisfacción de que cuando hemos arribado a una línea política es porque realmente todos participamos con plena libertad en el debate y esa fue la línea que decidió la mayoría de la población, del gobierno o del partido.

 

En este sentido, es más fácil para una minoría acomodarse a un criterio mayoritario. La mayoría también debe recordar que no por serlo tiene la razón. La minoría podría tener la razón y el tiempo llegarlo a demostrar. Por eso debe respetarse el derecho de la minoría a seguir expresando su criterio sea cual sea la decisión a la que se arribó. Lo que se respeta es la aplicación práctica de la línea adoptada. No puede pedirse a nadie que cambie de opinión por quedar en minoría. De ser así, nunca habría habido revolución en Cuba o la URSS.

 

Ahora, si el criterio de unidad, como a veces lo entienden algunos, consiste en imponer lo que algunas personas piensan que debe ser el camino a seguir, ese es un camino peligroso. Porque así la gente no se siente parte de un consenso libremente alcanzado, sino de un consenso impuesto, y cuando la gente se siente parte de un consenso impuesto, entonces no tiene fe en el porvenir, porque no tiene fe en el consenso que supuestamente existe. ALAI: Es decir, lo que se requeriría, es un poco mas de libertad, de tolerancia.

 

Yo diría que la vía para superar los problemas internos de cualquier sociedad, es la vía de la libertad, del pluralismo. Que para algunos es solamente posible organizar bajo el pluripartidismo, yo no creo que eso es así en todos los casos y bajo cualquier circunstancia, aunque puede serlo en muchos casos y circunstancias.

 

ALAI: ¿Qué papel le asignaría a una sociedad civil que pueda ir surgiendo en Cuba?

 

JAB: En Cuba existe -en todas partes existe- una sociedad civil. En un momento determinado Washington lanzó la consigna de construir una sociedad civil en Cuba. Eso es una barbaridad. Cualquiera que haya estudiado ciencias sociales sabe que una sociedad civil no se construye, mucho menos desde fuera.

 

En Cuba existe cualesquiera que sean sus restricciones legales -y las tiene- una sociedad civil. Para comenzar la institución primaria de toda sociedad civil es la familia. Desde el momento mismo que existe una familia ya hay una sociedad civil, porque esa es la unidad primaria de la sociedad civil. Hay incluso un sector privado en el campo y zonas urbanas. De lo que se trata no es de construir la sociedad civil, como de desestatizar la sociedad civil, de desregimentar la sociedad civil, de tal forma que sea una sociedad civil autónoma: revolucionaria desde esa autonomía y socialista desde esa autonomía. Esto requiere, por supuesto, la genuina confianza de los dirigentes sobre sus dirigidos. La comprensión de que los dirigentes apenas son representantes provisorios de un poder que pertenece al pueblo y que las libertades políticas y civiles no serían cesadas para retornar a períodos históricos anteriores, sino precisamente para profundizar el proceso revolucionario de una forma aún más plena y libre, proyectándolo hacia el porvenir.

 

  Publicado en el Servicio Informativo # 269, ALAI, 30-03-1998, Quito

 

https://www.alainet.org/fr/node/104292?language=en
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