Paulo Freire y la reinvención de Brasil
28/05/2001
- Opinión
En este mes de mayo, hace cuatro años que el educador Paulo Freire
transvivenció. En tierra de desmemorización programada, los muertos
necesitan arrancar la ceguera de los ojos de los que se niegan a un poco de
autoestima nacional. Es dado a los jóvenes el indiscutible derecho de
cambiar este país de cabeza para abajo y descubrir sus intestinos.
"Brasil no conoce Brasil", cantaba Elis Regina. Mimético, tal vez el
brasileño tenga vergüenza de lo que es, a juzgar por el modo como trata lo
que tiene. Tiene, por ejemplo, un poder popular. Con excepción de Cuba,
que vive en otro sistema, ningún país de América Latina ha alcanzado el
nivel de organización popular que existe hoy en Brasil. Una inmensa red de
movimientos sociales se esparce por el territorio nacional. La CMP (Central
de Movimientos Populares) articula centenares de ellos. La CUT (Central
Unica de los Trabajadores) representa a 18 millones de trabajadores. El MST
(Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra) gira la rueda de la vida
en 1.500 asentamientos. El PT (Partido de los Trabajadores) gobierna, hoy,
tres estados y 111 municipios; congrega 2023 concejales, 88 diputados
estatales, 60 diputados federales y 8 senadores. Y puede elegir a Lula como
Presidente de la República en 2001.
¿Quién generó ese poder popular? Si se me pidiera un nombre, una persona
capaz de resumir tantas conquistas, no dudaría: Paulo Freire. Claro, la
historia no depende de un nombre. Obvio, sin hombres y mujeres no hay
historia.
Sin Paulo Freire no habría esos movimientos que le quitan el sueño a la
élite brasileña. Porque él nos enseñó algo muy importante: encarar la
historia desde la óptica de los oprimidos.
Los excluidos como sujetos políticos
Al dejar la prisión, a fines de 1973, encontré que toda la lucha aquí afuera
había acabado. Todos los grupos armados habían sido desarticulados por la
represión, y los que no empuñaban armas, como el PCB (Partido Comunista
Brasileño), estaban siendo concentrados en las cárceles. ¿Y ahora, José?
Incluso porque todos nosotros, que teníamos la pretensión de ser los únicos
entendidos en lucha social, estábamos en la cárcel, muertos o en el exilio.
Cual no fue mi sorpresa al encontrar una inmensa red de movimientos
populares por el Brasil afuera.
Cuando el PT fue fundado, en 1980, vi gente de izquierda comentar:
"¿Obreros? No. Es mucha pretensión que obreros quieran ser la vanguardia
del proletariado. Somos nosotros, intelectuales teóricos, que conocemos el
marxismo, la ciencia de la historia, que tenemos capacidad para dirigir a la
clase trabajadora". Sin embargo, en este país los oprimidos se
convirtieron, no solo en sujetos históricos, sino también líderes políticos,
gracias al método Paulo Freire.
Alguna vez, en un país de América Latina, cuyo nombre prefiero omitir, la
gente de izquierda me preguntó: "¿Cómo hacer aquí algo parecido al proceso
de ustedes allá en Brasil? Porque ustedes tienen un sector de izquierda en
la Iglesia, un sindicalismo combativo, el PT". ¿Cómo se hace eso?
"Comiencen haciendo educación popular -respondí-, y luego de treinta
años..." Ahí agrió la conversa. "?Treinta años es mucho! Queremos para
tres meses". "Para tres meses yo no sé -observé- pero para treinta años si
sé la receta".
O sea, aunque haya muchos cristianos en este proceso, nada cayó del cielo.
Todo fue construido con mucha tenacidad.
El método Paulo Freire
Conocí el método Paulo Freire en 1963. Yo vivía en Río de Janeiro,
integraba la dirección nacional de Acción Católica. Al surgir los primeros
grupos de trabajo del método, me incorporé a un equipo que, los sábados,
subía a Petrópolis, para alfabetizar obreros de la Fabrica Nacional de
Motores. Allí descubrí que nadie enseña nada a nadie, la gente ayuda a las
personas a aprender.
¿Qué hacíamos en aquella fábrica? Fotografiamos las instalaciones, reunimos
a los obreros en el salón de una iglesia, proyectamos diapositivas e hicimos
preguntas absolutamente simples:
"¿En esta foto, que es lo que ustedes no hicieron?"
"Bien, no hicimos el árbol, las plantas, la calle, el agua".
"Eso que ustedes no hicieron es naturaleza", dijimos.
"¿Y qué hizo el trabajo humano?", preguntamos.
"El trabajo humano hizo el ladrillo, la fábrica, el puente, la cerca"
"Eso es cultura", dijimos.
"¿Y cómo es que esas cosas fueron hechas?" Ellos debatían y respondían:
"Fueron hechas en la medida que los seres humanos transforman la naturaleza
en cultura".
De repente, aparecía una foto con el patio de la Fábrica Nacional de
Motores, con muchos camiones y bicicletas de los trabajadores.
Preguntábamos:
"En ésta foto, ¿qué es lo que ustedes hicieron?"
"Los camiones".
"¿Y qué es lo que poseen?"
"Las bicicletas".
"¿Cómo, ustedes no estarán equivocados?"
"No, nosotros fabricamos los camiones..."
"¿Y por qué no van a la casa en camión? ¿Por qué van en bicicletas?"
"Porque el camión cuesta caro, y no nos pertenece".
"¿Cuánto cuesta un camión?"
"Cerca de 40 mil dólares".
"¿Cuánto gana usted por mes?"
"Bien, yo gano 60 dólares".
"¿Cuánto tiempo necesita trabajar, sin comer ni beber, economizando todo el
salario, para un día ser dueño de un camión que usted hace?"
Y ahí ellos comenzaron a calcular.
Las nociones más elementales del marxismo vulgar se conseguían por el método
Paulo Freire. Con la diferencia de que no estábamos dando clase, no
hacíamos lo que Paulo Freire llama "Educación bancaria", que apunta a poner
nociones de política en la cabeza del trabajador. El método era inductivo.
Más tarde, vi por ahí muchas personas escolarizadas, como yo, dando
leccioncitas a obreros, encontrando que hacían la cabeza de la masa.
Lenguaje popular
Cuando llegué a São Bernardo do Campo, en 1980, habían unos grupitos de
izquierda que distribuían un periódico a las familias de los trabajadores.
Doña Marta llegaba donde mi y preguntaba:
"¿Qué es 'contradicción de la clase'?"
"Doña Marta, olvide eso".
"No soy de mucha lectura -se justificaba ella- porque mi vista es mala y la
letra pequeña".
"Olvide eso -yo le decía. Eso, la izquierda lo escribe para ella misma leer
y quedarse contenta, pensando que está haciendo revolución".
Paulo Freire nos enseñó, no solo a hablar en un lenguaje popular, sino
también a aprender como el pueblo. Enseñó al pueblo a rescatar su
autoestima.
Culturas distintas y complementarias
Al salir de prisión, fui a vivir cinco años en un barrio pobre (favela) de
Espiritu Santo. Ahí trabajé con educación popular en el método Paulo
Freire. Al regresar a Sao Paulo, a fines de los años 70, Paulo Freire
propuso que hagamos un balance de nuestra experiencia en educación y gracias
a la mediación del periodista Ricardo Kotscho, produjimos un libro titulado
"Esa escuela llamada vida" (Atica). Es su relato como creador del método y
educador, y de mi experiencia como educador de base.
En este libro cuento que, en el barrio pobre en el que yo vivía, había un
grupo de mujeres embarazadas primerizas, asistidas por médicos del
Ministerio de Salud. Pregunté a los médicos por qué a embarazadas
primerizas.
"No queremos mujeres que ya tengan vicios maternales -dijeron-, queremos
enseñar todo".
Pues bien, pasado unos meses, golpearon en la puerta de mi barraca.
"Mira, Betto, queremos su ayuda".
"Pero, ¿por qué ayuda mía?"
"Hay un corto circuito entre nosotros y las mujeres. Ellas no entienden lo
que hablamos. Usted que tiene experiencia con este pueblo, podría darnos
una ayuda".
Asistí al trabajo de ellos. Al entrar al Centro de Salud del cerro, quedé
asustado, porque eran mujeres muy pobres y el Centro estaba todo adornado
con carteles de bebés Johnson, bermejos, de ojos azules, propaganda de
Nestlé y otras cosas. Ante lo visual del Centro, hablé:
"Todo está equivocado. Cuando las mujeres entran aquí y miran eso bebés,
perciben que eso es otro mundo, no tiene nada que ver con los bebés del
cerro".
Asistí al trabajo de ellos y percibí que ellos hablaban en FM y las mujeres
estaban sintonizadas en AM. La comunicación realmente no funcionaba. En
una sesión el doctor Raúl explicó la importancia de la lactancia materna
para la formación del cerebro, porque el ser humano es uno de los raros
animales, tal vez el único, cuyo cerebro nace incompleto. Él solo se
completa tres meses después del nacimiento, gracias a las proteínas de la
lactancia materna.
El Doctor Raúl explicó todo eso científicamente. Las mujeres lo miraban
fijamente como yo miro cuando abro un libro en chino o árabe: no entiendo
nada.
"Doña María, ¿entendió lo que el doctor Raúl habló?", pregunté.
"No, yo no entendí, solo entendí que él habló que la leche de la gente es
buena para la cabeza de los niños".
"¿Y por qué la señora no entendió?"
"Porque no tengo educación. Fui muy poco a la escuela, nací pobre en el
campo. Entonces yo tenía que trabajar y ayudar al sustento de la familia.
"Doña María, ¿por qué el doctor Raúl supo explicar todo eso?"
"Porque él es doctor, es estudiado. El sabe y yo no sé".
"Doctor Raúl, ¿sabe cocinar?", pregunté.
"No, ni siquiera café sé hacer".
"Doña María, ¿sabe cocinar?"
"Sí".
"Sabe hacer pollo en salsa parda (que en Espiritu Santo, y en algunas áreas
del Nordeste es llamada guisado de gallina)?"
"Sí".
"Levántase -le pedí- y cuenta a los demás como se hace un pollo en salsa
parda". Doña María dio una clase de culinaria: como se mata el pollo, de
que lado se quita las plumas, como preparar la carne y hacer la salsa, etc.
Ella se sentó y yo hablé: "Doctor Raúl, ¿sabe hacer un plato de estos?"
"De ninguna manera, incluso me gusta, pero no sé".
"Doña María -concluí- la señora y el doctor Raúl perdidos en un bosque, y un
pollo, él, con toda su cultura, moriría de hambre y la señora no".
La mujer sonrió de oreja a oreja, porque descubrió, en aquel momento, un
principio fundamental de Paulo Freire: no existe nadie más culto que otro,
existen culturas distintas, socialmente complementarias. Si pusiéramos en
la balanza toda mi filosofía y teología, y la culinaria de la cocinera del
convento en el que vivo, ella puede vivir sin mi filosofía y teología, pero
yo no puedo pasar sin la cultura de ella. Esa es la diferencia.
Rescatar la teoría y la práctica de Paulo Freire es arrancar el pueblo
brasileño de la ilusión de las élites, del miedo del poder, de la indolencia
frente a un futuro que puede y debe ser transformado, ya que el presente
solo es muy bueno para aquellos que tienen pavor de Paulo Freire.
https://www.alainet.org/fr/node/105191
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