Genéricamente hipócritas
22/04/2003
- Opinión
Nuevamente las mayores empresas multinacionales
farmacéuticas figuran este año en Fortune Global 500, la
lista de las empresas más grandes del mundo. Juntas, las 10
más grandes -Pfizer+Pharmacia, Glaxo Smith Kline, Merck &
Co., Bristol-Myers Squibb, AstraZeneca, Aventis, Johnson &
Johnson, Novartis, Wyeth, Eli Lilly- acaparan un increíble
58.4 por ciento del mercado mundial de farmacéuticos,
valuado en 322 mil millones de dólares, aumento notable
frente al ya temible 47 por ciento del año anterior. Siguen
siendo, según Fortune, sector que tiene más ganancias netas
de todos los rubros industriales del planeta: 17 por ciento
de promedio, aunque las mayores empresas rondan 30 por
ciento. Varias son también los mayores productoras de
semillas transgénicas y agrotóxicos del mundo.
Estas pobrecitas son las que en todo el mundo están haciendo
su propia guerra. No contentas con las pingües ganancias y
el abrumador control del mercado a través de la venta
onerosa de sus productos, también quieren controlarnos
mediante los sistemas de patentes, tratando de impedir que
se produzcan medicamentos genéricos, es decir, con los
mismos componentes activos, pero sin patentes y más
accesibles al consumidor.
Según su argumentación, esto es necesario para proseguir con
la investigación y desarrollo de medicamentos nuevos para el
bien de la humanidad. Sin embargo, la mayoría -más de 90
por ciento- de los medicamentos "nuevos" que producen son
apenas copia de los que ya existían, con alguna modificación
menor que les permita sacar una nueva patente y prolongar el
periodo de monopolio de 20 años que les otorgaba su patente
anterior. Según datos del Programa de Naciones Unidas para
el Desarrollo, de los mil 223 medicamentos nuevos producidos
en un periodo de 20 años hasta 1996, solamente 13 eran para
enfermedades tropicales, y de éstos sólo cuatro fueron
producidos por el sector privado.
Las multinacionales farmacéuticas son las que promovieron la
inclusión, y redactaron el borrador, del capítulo sobre
Aspectos de Propiedad Intelectual relacionados al Comercio
(ADPIC) en la Organización Mundial de Comercio (OMC), que
impuso el patentamiento de seres vivos en todo el mundo.
Las patentes no sólo les sirven para combatir e ilegalizar
la producción de medicamentos genéricos, también son el
instrumento clave para privatizar los recursos genéticos y
conocimientos indígenas colectivos de los pueblos indios del
sur, a partir de los cuales producen un alto porcentaje de
sus medicinas y ganancias.
El mayor proyecto de biopiratería en curso en México -
llamado ICBG Zonas Aridas- es un contrato trilateral,
financiado por el gobierno de Estados Unidos desde hace una
década entre el Jardín Botánico de la UNAM, la Universidad
de Arizona y la empresa Wyeth, la novena más grande del
mundo.
Todas estas empresas forman parte de la asociación PhRMA
(Pharmaceutical Research and Manufacturers of America), que
ejerce un pesado cabildeo en gobiernos y organizaciones
internacionales como la Organización Mundial de la Salud y
la OMC, logrando normativas que fortalecen sus derechos
monopólicos y sus privilegios. Este año, en la lista que
remiten anualmente al Departamento de Comercio para que
aplique la ley Special 301 de Estados Unidos (represalias
comerciales), proponen que México esté en la "lista
prioritaria de países observados", debido, entre otras
cosas, al aumento de aprobaciones de medicamentos genéricos.
Según PhRMA, a quien para nada le preocupa que al mismo
tiempo sus compañías se estén alimentando de los recursos y
conocimientos "genéricos" de los pueblos indios de México,
este país es "el mayor mercado de farmacéuticos de América
Latina, con un valor estimado de 6 mil millones de dólares
en ventas durante 2002. Es el único mercado de esa región
que según estimaciones crecerá en 2003" y, por lo tanto,
continúan, si se le permite seguir con estas políticas
"tendrá un impacto devastador en la industria de
investigación farmacéutica". ¿La investigación de copias?
¿O de medicamentos para los ricos?
Mientras tanto, la discusión sobre genéricos en México ha
sido confundida por la presencia de una cadena particular de
farmacias, a la que se le atribuyen contactos políticos de
alto nivel y ser un excelente negocio para sus dueños,
beneficiados por la legislación sobre genéricos. Nada
difícil, ya que muchos de los medicamentos patentados llegan
al consumidor con valores enormemente superiores al
verdadero costo de producción. Pero, ¿por qué varias de
estas mismas empresas multinacionales, que también son los
mayores productores de transgénicos del planeta, no se
dedican a denunciar igualmente este tipo de vínculos
político-económicos altamente incestuosos en relación a la
Ley de Bioseguridad, actualmente en discusión en el Senado?
¿O será que en este caso es mejor hacer caso omiso de estos
vínculos porque la Ley de Bioseguridad, de aprobarse en su
actual estado, dará vía libre a sus ganancias, a costa de
contaminar a los consumidores y a los cultivos campesinos de
México? En ese caso, ¿ya no es importante el bien de la
humanidad?
Lo que está en juego con la discusión sobre genéricos y
patentes va mucho más allá de intereses particulares y más
allá de México. Se trata, por ejemplo, del derecho de las
poblaciones de los países del tercer mundo a usar y producir
las medicinas que necesitan sus poblaciones, sin depender ni
someterse a los dictados de las multinacionales, y de parar
el saqueo de recursos y conocimientos indígenas no aceptando
los sistemas de patentes.
* Silvia Ribeiro. Investigadora del Grupo ETC.
https://www.alainet.org/fr/node/107374
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