La balada de Lucio Gutiérrez
31/07/2003
- Opinión
Cambio "al revés"
El coronel Lucio Gutiérrez, ganador de las presidenciales del
2002 con una plataforma nacionalista y antioligárquica, juró
como presidente el l5 de enero del 2003 ratificando su
compromiso con la causa del pueblo. En su discurso de
posesión subrayó: "Ochenta de cada l00 ecuatorianos están
bajo la línea de la pobreza y, de ellos, la mitad está en
pobreza crítica… Seguir lo mismo que han hecho en los últimos
30 años conducirá a los mismos resultados y el Ecuador ha
votado por un cambio radical…Quiero decirle a mi pueblo que
jamás le voy a defraudar, jamás le voy a traicionar… O
cambiamos al Ecuador o morimos en el intento". (El Universo,
16 de enero del 2003)
No obstante, para sorpresa de tirios y troyanos, su propuesta
de cambio apareció vertebrada desde los planteamientos con
que la Nueva Derecha ha venido evangelizando a América Latina
desde los años 80. Uno de tales socorridos planteamientos
corresponde precisamente al del "combate a la pobreza" a
través del asistencialismo. En palabras del ex golpista: "Yo
lucharé contra la pobreza creando riqueza y distribuyéndola
con solidaridad. Uno de los primeros actos de mi gobierno
será mejorar el bono solidario". Obviamente, no podía faltar
el tópico de la competitividad. "Mi gobierno ha examinado
las recomendaciones del Foro Económico Mundial sobre la
competitividad. Mi gobierno las apoyará, buscará los
recursos para incentivar la inversión privada y mejorar los
servicios públicos". Respecto del aperturismo apuntó:
"Guayaquil será la más moderna vitrina del comercio mundial;
Manta, eje de transferencia de mercaderías entre Asia y
Europa... Esmeraldas será zona franca; Puerto Bolívar se
convertirá en punto de la industrialización. La Costa
ecuatoriana necesita un millón de empleos. ¡Allí está el
millón de empleos!". Se comprometió, igualmente, a impulsar
las autonomías provinciales bajo la modalidad de una
"descentralización profunda".
Ninguna propuesta concreta de redistribución de la propiedad
y los ingresos emergió de su lírica pieza oratoria; las
causas de fondo de la multifacética crisis que sufre
paladinamente la República sencillamente brillaron por su
ausencia. Un autorretrato pequeñoburgués marcó el viraje:
"Si compartir y ser solidario, si combatir la corrupción, la
injusticia social y la impunidad es ser de izquierda, pues
soy de izquierda. Pero si generar riqueza e impulsar la
producción es ser de derecha, soy de derecha".
Congruente con su metamorfosis ideológica, designó un elenco
ministerial hegemonizado por representantes de las altas
finanzas y los monopolios, como Guillermo Lasso
(supercanciller), Mauricio Pozo (Economía), Mario Canessa
(Gobierno) e Ivonne Baki (Comercio Exterior), relegando a los
líderes de la CONAIE-Pachacutik y el Movimiento Popular
Democrático a posiciones poco influyentes, cuando no
anodinas. Amén que su partido, Sociedad Patriótica, devino
ab initio un retablo de clientelismo castrense, nepotismo e
improvisación. El gobierno de Frente Popular y
Antiimperialista que se "barruntara" en la campaña Comicios
2002 nunca llegó a nacer...
El FMI impone el plan de gobierno
Los sueños del coronel por cristalizar una suerte de
"milagro" neoliberal tuvieron vida efímera. La propia lógica
descapitalizadora del FMI se encargó de sepultarlos con la
Carta de Intención sugerida-impuesta al flamante régimen en
una fecha tan temprana como febrero del 2003, como condición
para un préstamo stand by de 200 millones de dólares. El
aludido convenio, aparte de convertirse en el verdadero plan
de acción del gobierno, ha venido a remarcar la
reestructuración neocolonial impuesta al Ecuador desde el
"shock" de la deuda de 1982.
Como se sabe, el FMI, en sus relaciones con las naciones
periféricas, busca dos objetivos cardinales. El primero, el
cobro de los créditos primermundistas; y, el segundo, la
creación de condiciones para que las compañías
transnacionales maximicen sus beneficios mediante la
desprotección de los recursos naturales y energéticos y de la
fuerza laboral de nuestros países. La última Carta plasma de
modo radical tales propósitos del organismo multilateral.
Pruebas al canto.
El presupuesto del Estado para el 2003 –admitido por el
Fondo- asciende aproximadamente a 6.700 millones de dólares y
asigna la bicoca de 2.400 millones al rubro del servicio de
la deuda pública externa e interna. La última cifra equivale
casi al 50 por ciento de los ingresos ordinarios del Fisco y
apenas puede ser cubierta en 1/3 con las rentas provenientes
de las actividades hidrocarburíferas. En buen romance, un
país petrolero al borde de la insolvencia.
Por razones como estas, equilibrar el presupuesto global
supuso programar nuevos préstamos por alrededor de 1.700
millones de dólares –préstamos para pagar préstamos- y
generar excedentes financieros, ya mediante el incremento de
los ingresos corrientes, ya a través de recortes de gastos e
inversiones, es decir, por la mecánica recesiva de los
ajustes fiscales que, en el acuerdo en vigor, asumieron
formas como las siguientes: elevación de los precios de los
combustibles en un 25% en promedio, congelamiento de las
remuneraciones de los servidores públicos, despido de 30 mil
empleados públicos (a completar hasta el 2004), congelamiento
de las pensiones de los jubilados, suspensión de los créditos
del IESS, reducción de la base imponible del impuesto a la
renta de las personas naturales, eliminación del subsidio al
gas de consumo doméstico, disminución en 100 millones de
dólares del presupuesto de Petroecuador, entre otras.
Y lo anterior no es todo. En la propia perspectiva de
"saneamiento" de las finanzas públicas y, sobre todo, para
profundizar el funcionamiento de la economía nacional
conforme a las "leyes" o "fuerzas" del mercado y "premiar" al
capital monopólico externo y nativo, el régimen gutierrista
se comprometió con un maximalista paquete de reformas y
condicionalidades de cuño liberal.
Entre las reformas cabe señalar: la privatización de
Petroecuador, el sistema de Seguridad Social, las eléctricas
y telefónicas; la mayor flexibilización laboral; la
aprobación de la Ley de Unificación Salarial; la reforma
tributaria; la reprivatización de la banca estatizada después
del "crack" de 1999, y la subasta de la cartera vencida por
no-pagos a la Agencia de Garantía de Depósitos.
Entre las condicionalidades conviene destacar las siguientes:
el congelamiento de los salarios de los trabajadores
privados; la renuncia a las ventas anticipadas de crudo
(factoring petrolero); la utilización de los fondos del IESS
para incrementar la reserva monetaria (y de ese modo
garantizar todavía más a los Shylocks foráneos y nativos).
Esta agenda de atentados contra el patrimonio nacional, la
economía popular e incluso el capital viene siendo celebrada
por el oficialismo casi como una hazaña de Lucio Gutiérrez.
¡Cosas verás, Sancho!
Aplausos, reservas e impugnaciones
Las visitas de John Snow, secretario del Tesoro
norteamericano; Anne Krueger, la "dama de hierro" del
organismo multilateral, y de otros capos financieros
internacionales; así como las ofertas de créditos gigantes
del Banco Mundial, el BID y la CAF por un monto superior a
los 2.500 millones de dólares a ser desembolsados en los
próximos cuatro años, resultaron sintomáticos del beneplácito
del establecimiento con el rumbo de la administración
ecuatoriana. Poco antes de tales visitas, ya con las
credenciales de la Carta de Intención y de su alineamiento
con la diplomacia de George W. Bush, Gutiérrez, en un
peregrinaje a Guayaquil, obtuvo el aval de León Febres
Cordero, personaje al que días atrás había identificado como
al "político más nefasto del país".
Los voceros locales del liberalismo no escatimaron aplausos
para el otrora vilipendiado creador y líder del Partido
Sociedad Patriótica. "Haber llegado a un acuerdo con el
organismo multilateral –en apenas un mes de gestión-
representa un gran acierto para el gobierno, toda vez que
constituye el aval necesario sin el cual el país no tendría
opción de acceso al sistema financiero internacional como
tampoco a captar inversión extranjera.". (Valeria Barragán,
Tiempos del Mundo, 20 de febrero del 2003).
De su lado, las principales cámaras patronales acogieron de
buen grado el convenio con el FMI, aunque insistieron en la
necesidad de asegurar la estabilidad política y legal como
medio de persuadir a los inversionistas foráneos. Esta
postura, sin embargo, no fue unánime. Poco después, sin
embargo, especialmente segmentos de exportadores y de
empresarios volcados al mercado interno, comenzarían a
recelar de los ajustes recesivos y del "mito productivista"
publicitado por el oficialismo, tanto más que los intereses
usurarios y la competencia externa, particularmente de los
vecinos Colombia y Perú, han venido liquidando a cientos –si
no miles- de empresas locales.
Desde una perspectiva académica y crítica, Pablo Dávalos
escribió: "Ecuador enfrenta graves problemas: la persistencia
del déficit comercial externo, que ya supera los 1.600
millones de dólares (algo así como el 6% del PIB); la fuga de
capitales provocada por la banca privada estimada en 1.500
millones de dólares durante el 2002, el incremento de los
costos de producción debido al incremento de los
combustibles, la profundización de la pobreza... El sistema
ecuatoriano está al borde del colapso por pérdida de
competitividad, inexistencia de líneas de crédito internas,
altas tasas de interés, alta tasa de inflación y contracción
de la demanda efectiva interna". (América Latina en
Movimiento, 364, 11,02,2003) Al tiempo que valiéndose de la
experiencia de Argentina presagió una elevación de la
temperatura política. "Fernando de la Rúa heredó un enorme
déficit fiscal de la época menemista, y su principal objetivo
fue negociar con el FMI una línea de crédito de 41 mil
millones de dólares… De la Rúa –igual que Gutiérrez- se
concentró en el déficit fiscal cuando el problema estaba en
el sector real, en la desarticulación del sistema productivo
interno y en las presiones ejercidas por el cambio fijo
basado en la convertibilidad. De la Rúa no tuvo capacidad de
enfrentar esa crisis porque había agotado su capital político
en las negociaciones con el FMI… ¿Tiene Gutiérrez la
percepción de que su tiempo político se está agotando y de
que la economía se encuentra al borde del colapso, un colapso
que podría también arrastrarlo?".
Los idus de junio
Apenas cinco meses después de su arribo a Carondelet y luego
de una efímera luna de miel con los sectores populares, Lucio
el Traicionero –conforme a la crítica grafitera- tuvo que
enfrentar la prueba de fuego de múltiples contestaciones. En
efecto, y a despecho de sus acciones asistencialistas y
diversionistas que hicieron recordar el esperpéntico estilo
de Abdalá Bucaram, la inconformidad fue creciendo hasta
alcanzar su clímax en junio, cuando confluyeron un paro del
magisterio en demanda de mayor presupuesto, movilizaciones de
los empleados de la salud y los judiciales con idéntico
propósito, marchas de los pensionistas del Seguro Social,
protestas de los productores bananeros que reclamaban la
vigencia real del precio de sustentación de la fruta, así
como las huelgas de los trabajadores de Petroecuador y de las
eléctricas orientadas a bloquear la privatización de esas
áreas. El malestar había fermentado, además, por el doble
discurso del titular del Ejecutivo, la semiparálisis de la
administración, las corruptelas de algunos de sus
colaboradores más íntimos, su aproximación al ALCA y su
obsesión por involucrar al país en la añeja guerra civil
colombiana. "El Ecuador se cae a pedazos", comentó por esos
días el ex mandatario Rodrigo Borja.
Así las cosas, la CONAIE colocó más sal en las heridas de su
socio político al convocar a la I Cumbre de las
Nacionalidades, Pueblos y Autoridades Alternativas, cónclave
que cerró sus deliberaciones aprobando un mandato con
exigencias específicas como las siguientes: la remoción del
frente económico; el mantenimiento del subsidio al gas; la
auditoría de la deuda pública y la suspensión temporal de su
servicio; la supresión de la estrategia de las
privatizaciones de Petroecuador, las eléctricas y
telefónicas; el archivo del proyecto de Ley de Unificación
Salarial; la convocatoria a una Asamblea Constituyente para
convertir al Estado en plurinacional, democrático y
participativo; el incremento de los presupuestos para la
educación, la salud y la agricultura; la no intervención en
el Plan Colombia y el enjuiciamiento a Estados Unidos por las
fumigaciones en las poblaciones fronterizas; la consulta
popular sobre el ALCA; la revisión de los convenios de cesión
de la Base de Manta.
Al clausurar la Cumbre, Leonidas Iza, líder de la CONAIE,
declaró: "No queremos adelantar nada, solamente le recuerdo
al presidente que un recurso del pueblo es exigir sus
demandas con movilizaciones o levantamientos".
La derecha más recalcitrante, por cierto, no se mantuvo a la
orilla de los acontecimientos, temerosa de quedar marginada
del reparto del botín de las privatizaciones. Activó un plan
conspirativo arremetiendo contra la Agencia de Garantía de
Depósitos que, bajo la titularidad de Vilma Salgado, venía
apremiando a morosos intocables del Estado; presionó a través
del alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot Saadi, con la tesis del
secesionismo provincial; echó a rodar rumores sobre un nuevo
"crack" bancario y sobre la inminente quiebra de la
dolarización, e incluso promovió el nombre del vicepresidente
Alfredo Palacio para suceder a Gutiérrez Borbúa, reeditando
la fórmula que posibilitó el recambio de Jamil Mahuad por
Gustavo Noboa el 22 de enero del 2000. Aquello del plan
conspirativo salió a la luz en un documento titulado "La
caída de Lucio Gutiérrez", donde su autor, el investigador
alemán Heinz Dieterich, aportó con informaciones
completamente viables. "La Operación Recambio no es nueva.
Desde la misma campaña electoral estaba que Lucio Gutiérrez
iba a ser el Caballo de Troya de Washington y de la
oligarquía ecuatoriana…La coyuntura que presentaba el Coronel
para Washington y el partido oligárquico del Ecuador, el
Partido Social Cristiano, encabezado por el viejo y
sangriento cacique León Febres Cordero, era doble: consistía
en la posibilidad de desgastar a dos de las principales
columnas de la resistencia a la política neoliberal: el
movimiento indígena y los militares patriotas del Ejército
ecuatoriano". (Internet: "La página de Dieterich", 24 de
mayo del 2003).
Rehén de la oligarquía y el Imperio
Al filo del abismo, Gutiérrez pudo reflotar su mandato
mediante concesiones menores a los grupos inconformes,
dilatorias, propósitos de enmienda, purgas en las cúpulas
militar y policial, persecución y enjuiciamiento a líderes
sindicales… Y, sobre todo, gracias al espaldarazo logístico
de la "Embajada" y a negociaciones bajo cuerda con el
socialcristianismo.
Los entendimientos alrededor de la distribución del pastel
petrolero habrían jugado un rol decisivo en el salvamento del
régimen. "La táctica gubernamental (para desmantelar la
huelga petrolera) fue hábilmente ejecutada. Promovió la
salida de Petroecuador del sector nacionalista del ejército y
del sindicato petrolero y de esa manera, precipitó la obvia
reacción del gremio que se había distinguido por una tenaz
defensa de los intereses del pueblo ecuatoriano frente a las
corporaciones multinacionales. Contribuyó además, en alianza
con los sectores empresariales y los medios de comunicación
colectiva, a crear una imagen falsa muy negativa de la huelga
y logró derrotarla. Más aún, jugó cartas falsas como los
engaños del Secretario de la Administración Patricio Acosta,
desactivó el paro de la UNE y dio marcha atrás en el anuncio
del alza del precio del gas, para de esa manera aislar
totalmente a los trabajadores petroleros". (Alejandro
Moreano, Tintají, primera quincena de julio del 2003)
Todo esto, sin embargo, no era más que la punta del iceberg.
Fernando Villavicencio, autor del estudio "La privatización
del petróleo en el Ecuador", refiere: "La definición de la
política hidrocarburífera del gobierno de Gutiérrez debe ser
vista en el marco de la política global definida en los
acuerdos con la administración Bush, el FMI, el Banco Mundial
y en el contexto de las estrategias del capital transnacional
y del imperialismo norteamericano a través de instrumentos de
anexión y dominio como el ALCA, la dolarización y el Plan
Colombia… El viraje o desenmascaramiento de Lucio Gutiérrez
en materia petrolera tiene una explicación de fondo: el
sostenimiento desesperado del esquema de la dolarización. El
oxígeno para alargar la agonía del dólar en el Ecuador está
en el petróleo, en la 'privatización invisible' del más
importante recurso económico del país, que le permitiría a
Lucio Gutiérrez la llegada de algunos cientos de millones de
dólares para aliviar el dolor. En esta línea debe
comprenderse el acuerdo con el Partido Social Cristiano para
viabilizar un posible factoring petrolero, reactivando una
vieja opción de ese partido". (alainet.org/active/show-
text.php3?=4017, 11 de julio del 2003)
Más al fondo del asunto: "En ese momento (del conflicto) –
escribe Villavicencio- surge la propuesta de la empresa
Global Petroleum Investments, que ofrece una inversión de
entre 5 y 8 mil millones de dólares para los proyectos
Ishpingo-Tambococha-Tiputini (ITT), los cinco campos de
Petroecuador (Shushufindi, Sacha, Libertador, Auca y
Cononaco), refinerías, etc., es decir, prácticamente
asegurándose el control total del recurso petrolero. La
particularidad de la propuesta radica en los sectores que
están detrás de Global Petroleum Investments. Según
documentos oficiales de Petroecuador y conforme a la
investigación realizada por el diario Expreso, Global
Petroleum estaría directamente relacionada con el presidente
de EE. UU., a quien Lucio Gutiérrez le habría asegurado los
negocios en el Ecuador".
Por lo demás, la amistad entre Gutiérrez y Bush habría
significado ya un elevado costo para el atribulado Ecuador:
recorte de un total de 360 millones de dólares de inversión
propia de Petroecuador en los últimos meses, devolución a las
transnacionales del IVA retenido por el SRI (200 millones de
dólares), transporte del crudo pesado de Petroecuador por el
OCP...
Sorteados los obstáculos del "junio caliente", Gutiérrez
Borbúa ha venido empeñándose en consolidar a su vapuleado
régimen cortando los lazos que todavía le atan al movimiento
indígena, afianzando un corporativismo militar de signo
personal y, sobre todo, cumpliendo a pie juntillas con la
agenda diaria dispuesta desde la Casa Blanca y El Cortijo.
No es una opinión subjetiva. Pruebas concluyentes de lo
afirmado constituyen los envíos al Congreso de los proyectos
de Reforma Tributaria y de Unificación Salarial, así como el
apoyo al inefable Nebot en su anticonstitucional propuesta de
creación de un Seguro Municipal para Guayaquil que, a la par
que propinaría el golpe de gracia al Instituto Ecuatoriano de
Seguridad Social, detonaría una confrontación civil de
imprevisibles consecuencias.
Triste forma de preservar el poder de quien fuera adalid de
la Revolución del Arco Iris.
* René Báez. Facultad de Economía de la PUCE.
https://www.alainet.org/fr/node/108017?language=en
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